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El alcalde, Armando Cabada explicó que los postulados del libre desarrollo de la personalidad “son subjetivos y contaminan el espíritu real de cualquier propuesta seria”.

Expuso que rechazó la reforma por su convicción a favor de la vida, y porque el decreto vulnera los ejes fundamentales de la sociedad, como son los niños y la familia.

Con esta decisión del Ayuntamiento de Juárez, la reforma promovida por el PAN (¿?) para elevar a rango constitucional el precepto del “libre desarrollo de la personalidad” se refuta por completo y se regresa al Congreso del Estado.

“Con esto, y con lo que representa en población el municipio de Ciudad Juárez, que es arriba del 39 por ciento, queda desechado por completo el decreto presentado por el Gobierno del Estado”, subrayó Cabada. (El Diario). Y muy bien subrayado.

En la propuesta de la controvertida reforma no puede haber mayor ambigüedad, confusión conceptual y hasta lingüística. Y es que en lo que no dice está el veneno. “Toda persona tiene derecho a la autodeterminación y al libre desarrollo de su personalidad. Este derecho deberá posibilitar que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con dignidad”. Deje usted que un niño, que un adolescente se autodetermine. Ante nuestra autorrealización siempre hay alguien y Alguien como referente. Existe una idea perversas de la libertad. (JP.II). La educación desde el hogar ha de ser educación para la libertad, eso sí. Bien intuyó el pueblo al calificar esta ley como antifamilia. Esa es la guerra de fondo. En tales propuestas no está más que el antropocentrismo blasfemo que reniega de Dios.

No olvidemos que al hablar de la familia lo hacemos al nivel de los principios sin el intento de herir o juzgar a personas, pues cada persona es una historia; pero tengamos presente, al mismo tiempo, que el olvido de los principios está a la base de muchos, dolorosos y lamentables problemas personales y sociales. Tampoco se trata de criticar la ayuda que debe darse a quienes viven el problema de forma inmediata. Se trata, en todo caso, de pensar en él de manera más amplia.

+La novedad. En lo que deberíamos pensar, primero es en el “vértigo de la novedad” que nos encandila. Nos gustan las novedades, no cabe duda; pero, el cambio de modelo familiar, ¿es nuevo? Mucha gente parte de la base de que nuca antes fue puesta en tela de juicio la cuestión sexual o de que el matrimonio y la familia fueron siempre unánimemente considerados la solución ideal. La verdad es que nada de lo que está pasando ahora es nuevo; se han hecho todos los experimentos posibles y lo que ha prevalecido es el matrimonio como unión estable de un hombre y una mujer, en mutua complementariedad y abiertos al amor y la vida. Nuca ha dejado de maravillarme el que los hebreos, no obstante, el entorno cultural e histórico, hayan consagrado una legislación tan alta sobre la materia. Esa sí que fue innovación: elevar a la categoría de ley divina la unión del hombre y la mujer abiertos a la vida.

+!Tiempos modernos! He aquí la gran razón. Y no se trata de otra cosa que del más antiguo sentimiento que cada nueva generación reedita en su debut. No sé si estemos elevando a grado de “novedad” lo que no es otra cosa que el muy grave desorden que traemos y que nada tiene de novedoso. Estamos tan adelantados y hemos crecido tanto que hasta de “modelo” familiar vamos a cambiar. La cultura, y la nuestra es la de lo desechable.

+Crisis de fondo. Todo está en crisis. Ni modo. La raíz de la crisis es la pérdida por el hombre del sentido de su naturaleza de ser personal. Desorientado acerca de las exigencias dimanantes de su condición de persona y, muchas veces decepcionado ante el fracaso práctico de tantos modelos invocados por las ideologías, al hombre de hoy se le oscurece la comprensión de la realidad natural del matrimonio y de la familia. En el matrimonio y en la familia se juega hoy la dimisión o el rescate de la naturaleza “natural” de la persona humana y, desde ahí, la humanización o la despersonalización de la entera sociedad. Este es el reto. Es el riesgo, pero también la ocasión

J.P.II ha llamado a la familia “primera e insustituible escuela de humanidad”. Desglose esa frase. ¿Por qué no vemos, mejor, de tras de la sangrienta ola de violencia, de esta “galería del terror” que nos sacude, la ausencia de familia? Hemos padecido muchos violaciones y asesinatos de niños perpetrados donde debería ser el seno de la vida; este miércoles una nena de tres años muere por las balas criminales: tampoco hemos hablado suficientemente fuerte de la violencia intrafamiliar y sí mucho de política y de impuestos. Veamos solo la negra lista del crimen en Juárez. Si fuésemos hasta atrás de las líneas de la violencia y el crimen encontraríamos desagradables sorpresas familiares. ¿Quién se atrevería a negar que la crisis de la familia está de tras del asesinato de mujeres, de jovencitas, en última instancia? La familia ha perdido el papel protagónico en la educación; “educan” más lo medios y la calle. Así la familia “normal” es rebasada por el ambiente.

De acuerdo a las cifras aportadas por la Oficina del Registro Civil, el 55% de los niños nacidos en Juárez son hijos de madres solteras. (No es un dato reciente). Súmele el número de aquellos a quienes el padre biológico les da sólo el apellido, más las madres abandonadas, más las divorciadas, o aquellas familias en las que los padres no ha servido para mucho, y verá Ud. qué panorama social tenemos. ¿Podemos hablar de autorrealización? ¿Este es el modelo de sociedad que queremos? La cuestión es que estamos hechos para funcionar en familia.

+La familia y el Estado. La obligación del Estado de velar por el bienestar de la familia es vital para el mismo estado; ahí confluyen muchas políticas asistenciales. Viendo el revoltijo fiscal, a nuestros legisladores – aquí y en Cuba -, los aumentos salariales, los precios del petróleo, los aumentos mensuales de los energéticos que son nuestros, las líneas en los puentes internacionales va estar muy difícil que el Estado pueda ayudar en algo. Aquí, entre nosotros, está para que le ayuden. Lo anterior no obsta para que estemos bien, mejor cada vez.

Pero mantengámonos al nivel de los principios. Ciertamente es primerísima obligación del Estado velar por la seguridad integral de la familia, y no sólo material, sino es la difícil cuestión de su estabilidad. Hegel, dice en su Lecciones de Filosofía de la Historia que “el matrimonio, y, especialmente la monogamia, es uno de los principales absolutos en los que se basa la moralidad de una colectividad. Esta es la razón por la que la institución del matrimonio aparece como uno de los episodios de la fundación de los pueblos por los héroes por los dioses. El Estado debe tener el mayor respeto por la piedad filial, (las relaciones intrafamiliares); gracias a ella cuenta entre los suyos con unos individuos morales en sí mismos y que aportan al Estado una base sólida, sabiendo sentirse unos en un conjunto”. En efecto, la moralidad tiene de común con la sociabilidad que enseña al individuo a no sentirse centro, sino como elemento de una relación. No auto sino realizado en la interrelación.

Pero junto a la protección de los valores debe existir una decidida y efectiva ayuda material. Mientras la familia no tenga acceso a la salud plena, a la educación, a la seguridad, al trabajo estable y bien remunerado, a una vivienda digna, a todos los servicios básicos, seguirá impedida en la realización de su verdad íntima y no cumplirá la misión histórica que le está reservada. Muy pocos podemos esperar de esos jóvenes que se casan sin casa propia ni trabajo fijo. La mayor violencia contra la familia es la pobreza.

Los partidos políticos deben ser evaluados hoy por las respuestas efectivas y realistas que den al problema familiar. Uno de los temas donde hay un contraste mayor entre el discurso político del país y la realidad cotidiana de sus ciudadanos es el tratamiento de la familia; la defensa de la familia se ha identificado tradicionalmente con las fuerzas conservadoras; la izquierda ha considerado que el tema de la familia pertenece al patrimonio ideológico de la derecha, (que ya no existe, gracias a Dios. Después de B. California y de esta ley, menos), y el resultado es que no ha habido un enfoque claro del problema que se traduzca en ayuda – material y moral – efectiva.

En resumen, antes de intentar cambiar de modelo, tratemos de hacer funcionar el modelo tradicional. Hagamos un examen para ver por qué no ha funcionado – si es que no ha funcionado – el modelo antiguo. Y ver, también, porqué ha funcionado por siglos, y porqué funciona ahí donde funciona, y es en la mayoría de los casos. Y ayudemos todos a que la familia sea lo que debe ser.

La propuesta cristiana es una síntesis equilibrada y convincente de la ley de Dios esculpida en nuestros corazones, revelada plenamente por Cristo e interpretada por la iglesia y los dinamismos de la conciencia y de la libertad del hombre. Los cristianos debemos ser la conciencia crítica de los partidos.