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Debemos ir más allá de la crónica periodística e intentar serenamente una reflexión sobre los hechos, buscar captarlos en su verdadera significación para ver su complejidad, su carácter amenazante y la obligación moral impostergable de actuar. La violencia extendida por todo el país desmantela el discurso oficial en todas sus líneas y deja al descubierto la ineptitud y la contumacia.

El horror de los crímenes perpetrados contra las mujeres obliga a reflexionar sobre un problema humano y social muy amplio. Una violencia sin fronteras. No es abuso obsesivo del tema, sino reflexionar en el proyecto ciudad-país que tenemos, que queremos tener, que podemos, o no, construir.

El grado de descomposición y desorientación moral es algo muy grave y deja al descubierto cuarteaduras, improvisación y falta de normatividad en nuestro entramado social; la falta de “contextualización” en el análisis y tratamiento de esta situación no permite una verdadera planificación de país-ciudad capaz se trascender los períodos políticos y constituirse en norma permanente de acción. 

Saqué el baúl de los recuerdos una entrevista a Alvin Toffler, analista y futurólogo norteamericano de fama mundial, y el extracto de una conferencia del filósofo francés Edgar Morin. Extraños profetas y visionarios que alcanzan a entrever el futuro. No nos extrañe que Dios no nos hable a través de ellos si hasta de una burra se sirvió para profetizar, (Num.22-23).

La pobreza extrema es un foco permanente de inestabilidad y de violencia; lo es, igualmente, la urbanización que deriva de ella. Es muy caro financiar la pobreza. Oigamos a Toffler: “Sea el que sea el triunfador de la elección x, hay algo que la población mexicana puede esperar:  tener menos de lo que ahora posee.  Se vota, más contra lo que tememos que a favor de lo que esperamos. La tragedia se acentuará en los grupos miserables, aquellos que no han tenido acceso a la educación completa.  Este caos no podrá ser resuelto porque no hay indicios de una dirigencia fuerte en los próximos años. México tiene desventajas y es un país que enfrenta el riesgo de convertir sus escenarios en tinglados decadentes donde el pobre será más pobre y el sistema político subsistirá como un gran hábitat de dinosaurios”.

En el amplio marco de la realidad nacional hemos de ver el problema de Juárez. Los problemas de Juárez no pueden ser tratados al margen de la realidad nacional e internacional. Esto es lo que E. Morín llama “contextualizar un problema”.  “El pensamiento complejo exige poner todas las cosas en su globalidad, indica la necesidad de pensar todo en su contexto y saber que esto puede ayudar a la acción.    De ahí mi planteamiento de la ecología de la acción”. El contexto de Juárez es un México empobrecido, un agro en bancarrota, un cambio climático muy severo, un pueblo en 4º grado promedio de primaria. El Altiplano y los estados del norte son en gran parte una paramera ingrata lo cual obliga a la migración, a buscar centros de trabajo donde pueda haberlos lo que, a su vez, determina los hacinamientos humanos, los cinturones de miseria donde germina ese lupus humano en situaciones lamentables. Juárez sabe mucho de esto. Añada ahora el nuevo fenómeno del desplazamiento de familias completas por la situación de violencia. Visite el Chamizal.  La población urbana tampoco tiene suficientes fuentes de trabajo en esos estados.  En este “contexto” Juárez se convierte en un polo de atracción, atracción fatal, en la cortina de una gran represa.  Este es el “contexto” del problema de Juárez:  la crisis severísima político económico social del país, políticas erráticas, lucha de facciones partidarias, innoble lucha por el poder. Mentira, la patria no es primero; primero están los intereses partidistas, los egoísmos de grupo.

Lo que México produce en este “contexto” es una abundancia de mano de obra barata.  Entonces el “contexto” de Juárez se globaliza. Oigamos de nuevo a Toffler: “Otro gran problema que refleja rezago en México es la mano de obra barata.  Un obstáculo que los países pobres no deberían vivir si se enfrentan a la competencia. Un país que sólo ofrece mano de obra ofrece poco, porque hoy en día la mano de obra barata sale cara.  Solo los chinos pueden sostenerla porque son muchos. La condición en México es más dramática porque esa es la razón por la que el país ha inhibido su capacidad de competencia a nivel tecnológico e industrial.  En efecto, México se ha acercado a economías con estrategias desarrolladas, pero lo ha hecho a través de la mano de obra barata que sólo puede ser una táctica temporal, pues siempre habrá alguien más barato en los niveles de competencia. El problema es que en el mundo hay países que adoptan esta forma, pero lo hacen con un sustento económico permanente”. 

Además, este reto debe situarse en el “contexto político” de las sucesiones gubernamentales caracterizadas por el afán de destruir todo lo hecho en el período anterior, como afectadas por un odio acedo, por resentimientos recalentados y revanchismo; siempre hay que volver a empezar.  Tal pareciera que lo único continuo y ascendente en los últimos tiempos en México ha sido la crisis.   Por eso Toffler puede decir que las elecciones – y consultas – importan poco y solamente hay una seguridad: el pueblo será más pobre.

Pero la crisis no es sólo económica y social, E. Morín como buen filósofo habla de la crisis de la civilización como el resultado de los beneficios y reveses del desarrollo del mercado y la tecnología:  “De un lado el bienestar material y el grado de responsabilidad de sí mismo que se advierte ahora.  Y esto, coexistiendo con el malestar mental, el estrés, la angustia, las ansiedades, el uso de antidepresivos, somníferos y el caso exasperado y extremo del consumo de drogas. Hay un malestar y la destrucción de antiguas solidaridades; hay una atomización que es una fuente de angustia.  Nuestra civilización ha perdido la esperanza del futuro.  ¿Qué tenemos que hacer?  Aprender que todo lo que tiene beneficios también tiene efectos perversos”. La exacerbación de las protestas en todo el mundo son la prueba: hay un afán de destruir. Chile es un triste ejemplo del afán destructivo de las protestas, el país más fuerte a A.L. Mentira, no fue la subida en el precio del metro.

El filósofo y futurólogo coinciden en un punto: “La vía de salida es la educación”. La educación será aún la herramienta con la que debe contar el ser humano. El mundo que viene no tendrá pases automáticos. Es una realidad que responderá a una preparación.  La educación en México como en cualquier otra parte debe ser reorganizada y organizarse en una estructura. En este sentido la educación gratuita en México no tiene ningún futuro si no tiene una estructura que la sustenta. La educación nunca es gratuita, alguien la paga. Es decir, es ociosa la discusión si conviene o no porque su origen estructural no está claro”. Por su parte Morin luego de hablarnos de un cambio de mentalidad y de una reorganización de la educación dice: “como la guerra, no podemos dejar la salud y la educación en manos de políticas equivocadas”; yo añadiría que tampoco en manos de los sindicatos.

Alvin Toffler, cuyas obras Future Shock, La tercera ola, el Cambio del poder, Las guerras del futuro, quedan como advertencias olvidadas; los profetas siempre predican en el desierto. Un panorama sombrío es porvenir, repleto de conflictos violentos. “Tenemos sistemas políticos obsoletos, que no saben cómo actuar en una sociedad de la información que sufre un creciente malestar”, afirma el escritor. “Creo que en el futuro vamos a ver muchos conflictos violentos, los llamemos o no guerras. La mayoría de ellos serán pequeños y circunscritos a zonas determinadas de ciertos estados, y no hay ninguna razón para pensar que los demás países tengan que intervenir. Incluso Estados Unidos no puede prevenir estos conflictos, ni debería implicarse en ellos”. Vea el caso Turquía y Siria.

Alvin Toffler cree que la mayoría de los políticos “no tienen ni la más remota idea” de cómo responder a los nuevos desafíos de la tercera ola. El choque de las olas. “Lo que tenemos son sistemas políticos obsoletos que no saben cómo actuar en la sociedad de la información, ante una sociedad que sufre un creciente malestar y altos niveles de imprevisibilidad”. Una solución – no fácil – sería que “los sistemas políticos actuales pasen por un proceso de perestroika, porque están fundados sobre conceptos de la época de la industrialización y la mayoría de la gente ya no cree en esos conceptos”. O, dígame Ud., ¿en qué se diferencia nuestro sistema de gobierno actual de los anteriores? Un monarca y poderes sumisos, fidelidades compradas, interesadas. Y no quedar fuera del presupuesto. ¿Dictadura más perfecta y pseudofranciscana? ¿Otra mafia del poder?

¿Y la democracia? Ésta cubre todos los pecados, dice Toffler.