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México parecía, avanzar seguro bajo la guía del D. Porfirio. El 19.02.1908, encontramos una carta del Sr. Madero a don Victoriano Agüeros, desde S. Pedro de las C, donde trata el asunto del libro que intenta editar y anda en busca de una casa impresora que se atreva a hacerlo, y al menor costo posible. «En cuanto al libro que estoy preparando, también abordo la cuestión con valor, pero si éste me sobra, nunca tendré la competencia del Sr. Bulnes para tratar esta cuestión; pero a pesar de ello, espero que mi libro servirá para orientar definitivamente los esfuerzos de todos los independientes, pues opino como usted y sus colaboradores que el único principio que debemos proclamar es el de la no reelección».

El 1º. de febrero de ese año, Madero envió una solicitud al Gral. Porfirio Díaz,  en los términos siguientes: «Muy respetable Señor: Íntimamente convencido de los grandísimos beneficios que acarrearía a la Comarca Lagunera, en particular y al país en general, la construcción de la presa en el Cañón de Fernández, para almacenar las aguas del Río Nazas y repartirlas en tiempo oportuno, he recopilado todos los datos que he podido adquirir sobre este asunto, y con ellos he escrito un pequeño folleto en el cual he procurado poner de bulto los beneficios. Como es bien conocido el interés que usted tiene en esta comarca, y por el desarrollo de la agricultura en general, tengo el gusto de remitirle un ejemplar de dicho folleto, que creo merecerá la atención de usted. Igualmente me es bien conocido lo que le ha preocupado la cuestión del Nazas y su deseo de darle una solución satisfactoria para todos los interesados, y creo que, con motivo de la construcción de esta presa, podría presentársele a usted la oportunidad de encontrar la solución que desea. Espero que mi proyecto merecerá la aprobación de usted y me es honroso ofrecerme a sus órdenes como su muy afectísimo y atento S. S. – Francisco I. Madero».

Meses después, el 31.II 1908, Madero evoluciona en su pensamiento y preocupaciones; hay un cambio de panorama. Ya tiene en sus manos los primeros ejemplares de La Sucesión Presidencial. “Madero en su libro expresa con hermosa (¿ingenua?), sinceridad que México va al precipicio con la continuación del absolutismo, y para no caer en la anarquía, hace una gallarda invitación a la lucha democrática; reconoce en el Gral. Díaz un probo estadista de costumbres irreprochables, que ha prestado innegables servicios a la Patria, pero que ha matado el  espíritu cívico en México; y a continuación relata con franqueza tremenda, la serie de crímenes que se imputan a don Porfirio, al mismo tiempo que admite la posibilidad de una revolución con  la que amenaza al César si no se respeta el voto en 1910. A la vez, condena la jornada inhumana de doce y aún de catorce horas diarias y el salario insuficiente para cubrir las necesidades de los trabajadores. Encuentra legítima la organización obrera, sin la cual no es posible la lucha entre el capital y el trabajo. Admite el derecho de huelga. Justifica el derecho de los obreros a reclamar un trato equitativo. Condena el paro patronal. Considera al obrero como la base de la fuerza de la República. Pide para los trabajadores habitaciones higiénicas. Se proclama contra la explotación de las tiendas de raya y contra las multas impuestas por los patronos. Está por las escuelas costeadas por las fábricas para los hijos de los obreros. Abomina de la censura a la prensa obrera. Condena la fusilata de obreros de Orizaba y los atropellos de Cananea…..”. El Sr. Madero comienza a moverse hacia el aspecto social de la revolución. El primer paso es la no-reelección; luego, el aspecto social y al último, no en importancia, el campo.

El día 11 de diciembre, Don Porfirio sale con sus invitados de honor a Manzanillo a inaugurar la línea ferrocarrilera construida por el Ferrocarril Central para unir este punto con Guadalajara. Después de un recorrido triunfal,  el día 12 llega al puerto de Manzanillo. Hay una comida en la que el Jefe de la Nación elogia la actividad de la empresa del Ferrocarril Central a la que se debe que el ferrocarril que comunica Guadalajara con Manzanillo abra las puertas al comercio exterior, creando nuevos mercados. Se remite a la posteridad, que sabrá juzgar mejor la importancia de esta vía que hoy se inaugura. Pasada la comida, se da un paseo por la bahía a bordo del barco «Ramón Corral», y seguidamente se aborda el tren a Colima para seguir después a Guadalajara en viaje de regreso.

Este mismo año, pero el 3 de marzo, México sufre un sobresalto al conocer la noticia de que el Gral. Díaz piensa abandonar el poder, según lo ha declarado el periodista norteamericano James Creelman aparecido en el Pearson´s Magazine. La entrevista fue reproducida en El Imparcial, por el cual el público mexicano tuvo conocimiento: «Puedo abandonar la Presidencia de México sin el menor temor; pero no dejaré de servir a mi País mientras viva». Cuando el periodista le hace notar que E.U. está por reelegir al Presidente para un tercer período, no sin cierto temor, Díaz responde: “Sí, lo sé. Es un sentimiento natural en pueblos demócratas que sus gobernantes se alternen con frecuencia. Estoy conforme con ese sentimiento”. El periodista comenta: «parecíame difícil comprender que estaba escuchando a un militar que ha gobernado a una República por un cuarto de siglo, con una autoridad personal desconocida, aún para los monarcas».  Las palabras siguientes reportadas por Creelman resultan increíbles: «Es verdad, – afirma Don Porfirio -, que cuando un hombre ha ocupado el poder por largo tiempo, lo probable es que se sienta inclinado a empezarlo a considerar como su propiedad personal, y es bueno que un pueblo libre se ponga en guardia hacia las tendencias de la ambición individual».  Y como para curarse en salud, añade el Gral. Díaz: «Yo no veo ninguna razón fundada por la que Roosevelt no pueda ser electo de nuevo, si una mayoría del pueblo americano desea que continúe en el poder».

En 1908, pues, había un ambiente en el cual todavía existían puentes para una transición pacífica, constructiva, y evitar la catástrofe, el lado destructivo de la revolución del que habla Cabrera,  M. Azuela o M. L. Guzmán.  Díaz comprendía perfectamente la necesidad de un cambio, pero le faltaba el valor y la asesoría correcta; oír las voces que circulaban en el ambiente y favorecer la transición.  Madero, y muchos otros, sentían igualmente, la necesidad de un cambio. Las citas anteriores me hacen ver que el ambiente era propicio. El mismo Madero reconocía el valor de Díaz; una labor, ciertamente, que requería ser perfeccionada para que el desarrollo,  macro económico, diríamos hoy, llegara a todas las clases sociales. Para ello, de haber habido sentido de la historia en el círculo íntimo de Díaz, entre sus asesores, no hubiera habido necesidad de la hecatombe, del más del millón de muertos, ni de los caudillismos ni de la selva de pasiones en que degeneró la revolución. Para juzgar la obra de D. Porfirio no debemos olvidar el México que recibió. No era necesario el sangriento camino, incluida la persecución religiosa que costó la vida a 250 mil mexicanos más, para llegar a donde estamos ahora.

La Revolución, una vez que explotó, tuvo una primera fase que termina con la transacción de Ciudad Juárez. Vasconcelos, actor y testigo, dice: “Lo mejor que se puede hacer con una revolución es liquidarla, como lo hizo Madero en Ciudad Juárez. Dejarla correr fue lo que hizo Carranza por ambicioso e inepto”. Y Vasconcelos conocía muy de cerca a Madero y a Carranza.  Otra visión es la de D. Luis Cabrera: “La transacción de Juárez fue una medida política del antiguo régimen para salvarse de la revolución. Los revolucionarios, y especialmente Madero, creyeron haber obtenido con esa transacción todo lo que el País necesitaba, mientras que los hombres del antiguo régimen y especialmente el grupo científico, creyeron haber salvado al País de la revolución, sacrificando al Gral. Díaz”. ¡Error! Así vio D. Luis los hechos, – y no es aconsejable polemizar con él ni siquiera a 62 años de su muerte.

Pero desperdicio de tiempo y de papel es ocuparnos de la revolución si, ésta no nos algo hoy. Entonces razón tendría Vasconcelos cuando escribe: “La Revolución como tal, no vale el papel en que se escribe un libro. Toda revolución es una pústula que estalla en el cuerpo enfermo. Un pueblo sano no ha menester de revoluciones para consumar su desarrollo”. Acaba convirtiéndose, como fue el caso, en botín de logreros.

Extraña maldición son, a la postre, las revoluciones que determinan los gobernantes enceguecidos. Z. Patterson no lo dice en un artículo preocupante: “¿Qué horas son?, pregunta el soberano; las que usted diga, señor, responde el cortesano. La frase es una caricatura, pero ilustra un problema de fondo: los presidentes se hacen una idea del país que dirigen gracias a la información que reciben de un pequeño círculo de colaboradores y cortesanos, a partir de lo que este círculo cree que desea escuchar el mandatario. Un círculo vicioso que termina por crear una visión de la realidad que solo existe en la mente de quien ocupa Los Pinos, la Casa Rosada o la Casa Blanca (o el Castillo de Chapultepec). No es que ignoren los reportes sobre pobreza, desigualdad o crecimiento del déficit. Es que la mayoría de las veces se trata de reportes estadísticamente maquillados para dar cuenta del impacto favorable de las medidas tomadas por la Administración”. Entonces, ahora y siempre, ¿no será lo mismo?

“ En el mejor de los casos revisan alguna síntesis de prensa preparada por sus asistentes. Y sus interlocutores, cuando no son empleados suyos, suelen ser empresarios, profesionales y miembros de la élite que buscan halagar al mandatario con el propósito de hacer avanzar su propia agenda. El divorcio entre el soberano y otros protagonistas de la vida pública (organismos sociales, academia, periodismo independiente, iniciativa privada, entre otros) se acentúa a lo largo de la administración de manera inexorable”.

Don Porfirio hizo muchísimo por México. El cerrado círculo de aduladores, las circunstancias mismas, no le permitieron ver el panorama total en el que medró la revolución. Hoy, México no está en ninguna revolución ni guerra, pero la cifra de asesinatos es peor; todo es lucha por el poder y “los bonos”.