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Efecto Francisco.

La prestigiosa y centenaria Nouvelle Revue Théologique, editada por los profesores jesuitas del Instituto de Estudios Teológicos, (Bruselas), se ha visto obligada a poner un resumen de sus artículos en español e italiano en sus ediciones, debido, dice, a la afluencia de visitantes a su sitio de lectores de habla italiana o española, además de las que ya existen en inglés y alemán. Y se pregunta si esto no será un «efecto papa Francisco». A este punto ha llegado el fenómeno de masas que es papa Francisco. La edición de El País, de este martes, hablaba de cerca de once millones de personas que lo acompañaron en sus recorridos por México.

Como lo he dicho anteriormente, al lado de los mensajes, el hecho mismo de la presencia de papa Francisco y la reacción del pueblo, son un signo que exige la interpretación. Este fenómeno por sí solo debe llamarnos a la reflexión. ¿Por qué es así? ¿Por qué la gente, de todas las clases sociales, de todas las edades, sanos y enfermos, en todos los países, en todas las circunstancias, se reúnen en torno a estos mensajeros? ¿No será esto una ilustración de que el hombre de hoy está cansado de la simulación, de la mentira calculada, de las medias verdades, de los falsos profetas, de los redencionismos a corto plazo? El signo es más elocuente que la palabra; éste, está siempre abierto, su mensaje no se agota, no se cierra. Siempre que volvamos sobre él encontraremos un mensaje.

Un grupo significativo de obispos y cardenales norteamericanos que vinieron a acompañar a papa Francisco, dieron un testimonio sumamente interesante. Venían con mucho miedo por la “inseguridad de la ciudad”, y porque, les habían dicho, los puentes internacionales iban a convertirse en un verdadero caos y posiblemente serían cerrados. Lo que se las había dicho era desalentador; solo el deseo de estar con el papa en la frontera se sobrepuso al miedo y a la incertidumbre.

Fueron trasladados desde un hotel de El Paso, al hotel donde pernoctarían en Juárez, y, oh, sorpresa; los puentes libres, expeditos, orden, ningún contratiempo. En veinte minutos estaban instalados en su hotel en Juárez. No daban crédito; les habían dicho todo lo contrario. Y lo más increíble, platicaban que habían tenido más problemas en Filadelfia, debido a las medidas de seguridad, pues los arcos de revisión comenzaban al salir del hotel y se llevaban cerca de tres horas para poder llegar al evento con el papa. Aquí, en un autobús especial, fueron llevados sin ningún contratiempo a la concelebración con el papa. De regreso, se les consiguió un permiso especial para que regresaran a su país por la línea exprés. Ellos serán, ahora, los embajadores de una nueva visión sobre nuestra ciudad. Y pensar que a veces se gastan millonadas en pagar “imagen”.

Hube de presidir más de cuarenta ruedas de prensa y a periodistas en particular; mi línea de comunicación fue, desde un principio, la misma: ustedes pueden venir a Juárez tranquilamente, y todo va a estar bien. Por eso definí este acontecimiento ante la prensa, nacional y extranjera, como el “momento de Juárez”. El momento en que los juarenses deberíamos responder a los cuestionamientos, al estigma.

A este propósito me llamó la atención el editorial del NYT, reportado por El Diario este martes: “El Papa Francisco en la frontera”. “El viaje que hizo el Papa Francisco a México terminó el miércoles en Ciudad Juárez, un lugar que en algún tiempo fue infernal por la violencia de las drogas y que aún sigue oprimido por la pobreza y el crimen”, asienta el prestigioso diario; y añade “El pontífice no pareció tener miedo y sólo trajo consigo sonrisas, abrazos y palabras de consuelo y aliento. Visitó una cárcel y saludó uno por uno a los internos, urgiéndoles a vivir como “profetas” para cambiar su sufrimiento hacia el bien. “Trabajen”, dijo, “para que esta sociedad que usa a las personas y luego las descarta, no cobre más víctimas.

Oró en la frontera por los migrantes muertos y condenó “las graves injusticias” que han cometido contra aquellos que se han visto forzados a dirigirse al norte debido a la pobreza y violencia”.

El milagro reside en el hecho que las voluntades separadas y las tendencias disgregantes, alcancen a ver un punto común. “Si tan sólo ese mensaje de decencia y de valores humanos pudiera ampliarse, en inglés, y llegar a Estados Unidos cruzando el río hacia Texas y llegar más lejos, a Washington”. Resulta casi increíble que el NYT diga tal cosa.

No cabe duda que llegó el mensaje. Se acusó recibo. Especial importancia, tuvo el evento en Juárez, dado el momento político estadounidense. “Por la tarde, el Papa celebró una misa en las antiguas instalaciones de la feria, a un lado del río Bravo. Frente a él estaban miles de residentes de Juárez y sus vecinos estadounidenses de El Paso, además de peregrinos que viajaron muchos kilómetros para orar con él.

Un poco más alejados de ellos, al otro lado del río, estaba una nación que se encuentra aterrorizada hasta el punto del pánico respecto a los extranjeros, con la ayuda de los republicanos que se han postulado para ocupar la presidencia del país.

No sólo se trata de Donald Trump o de Ted Cruz, o de los demás que podrían expulsar a millones de inmigrantes y negarles la seguridad a los refugiados que huyen de la guerra en Siria.

Así de profundo es el temor republicano, que la campaña a favor de la reforma de inmigración, que en algún tiempo era factible, ahora yace dañada más allá de la esperanza y el reconocimiento.

Hasta el gobernador de Ohio, John Kasich, el candidato de la restricción y civilidad, quien rechaza la deportación masiva, comentó en el debate que se efectuó la semana pasada que a los inmigrantes indocumentados nunca se les debería otorgar una manera de obtener la ciudadanía.

“Yo creo que no entiende los problemas que tiene nuestro país”, dijo Trump la semana pasada refiriéndose al Papa, mostrando de esta manera, Trump, la ignorancia que le es característica. “No creo que él entienda el peligro que representa abrir la frontera que tenemos con México”.

El Papa Francisco entiende esos problemas y peligros, y también aquellos que fueron a verlo, muchos de ellos han visto morir a sus seres queridos, recordados con cruces dentro y fuera de Juárez, o en los desiertos fronterizos.

Conocen a los que salieron de su casa, cruzaron un desierto árido para poder mantener a sus familias, o tal vez lo han hecho ellos mismos.

Se necesita valor para vivir en Juárez, para enfrentar los peligros que hay allí, o para salir de ese lugar y cruzar hacia el norte en busca de una nueva vida.

Se necesita valor para satanizar a los inmigrantes desde la seguridad de Estados Unidos y avivar el temor para obtener votos y poder”.

Tal editorial, y por venir de quien viene, hay que ponerlo al lado de los mensajes de Francisco. Trump definió al papa como un político, en el sentido peyorativo. El papa respondió a pregunta expresa que “sí, que ya Aristóteles definía al hombre como un animal político. «Al menos soy humano», concluyó el papa.

El Diario, en un buen comentario, se ocupó del tema tratado en el encuentro con el mundo del trabajo. “Durante su visita a Ciudad Juárez, el Papa Francisco hizo un señalamiento contra un esquema económico de bajos salarios y explotación laboral.

El “regaño” papal retumbó en todos los sectores económicos de la ciudad, pero especialmente en la industria maquiladora, donde sólo se reparte el 4.1 por ciento de la riqueza que se genera, según un cruce de datos oficiales.

Los productos hechos en Juárez que se exportaron en los primeros 9 meses de 2015 tienen un valor 37 mil 271 millones de dólares, según datos del Prontuario Estadístico del Gobierno del Estado.

Sin embargo, en ese mismo período, la industria dejó una derrama por remuneraciones de apenas mil 403.4 millones de dólares en salario, incluyendo la seguridad social y vales, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Eso significa que la industria pagó a sus empleados apenas un 4.1 por ciento del valor de exportación de dichos productos.

“La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a usar y tirar”, expresó el pontífice durante el Encuentro con el Mundo del Trabajo, que se llevó a cabo en el Gimnasio de Bachilleres.

“Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas”, advirtió el pontífice.

“¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? Tres ‘T’: trabajo, techo y tierra.

“¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación o cambio?”, expresó.

“Generar es ser cocreadores con Dios. Claro, eso cuesta”, dijo.

Como puede verse en estos dos ejemplos, los mensajes del papa han de ser estudiados y meditados a fondo por los estamentos sociales. Y eclesiásticos.

La tentación de sí mismo. Comenzaba aludiendo al fenómeno de masas en que se han convertido los últimos papas. ¿No residirá su ‘fuerza’, precisamente en su debilidad? Hombres transparentes, vacíos de sí mismos y concentrados en Otro. F.N., diagnosticó bien la enfermedad del hombre postmoderno: ‘enfermo de sí mismo’. Es reto y referencia para el hombre político. Los bloques políticos, a lo sumo, llegan a ser bloques de poder y «les gusta que les llamen bienhechores», y con frecuencia se olvidan que “son seres de polvo”.

M. Caparrós, refiriéndose al caso Evo, escribió: la tentación de sí mismo. Los pierde eso que alguien llamó, tiempo atrás, la tentación de sí mismos: “Ese momento en que miran alrededor, miles de cabecitas allá abajo, y piensan pobres, qué sería de todos ellos si no estuviera yo. O, incluso: qué habría sido de todos ellos si yo no hubiese estado. O, si acaso: qué será de todos ellos cuando yo ya no esté. O quizá piensen ay, qué duro ser el único que. O tal vez, quién sabe: ¿por qué será que sólo yo lo puedo? Lo cierto es que, piensen lo que piensen, creen que el estado –de las cosas, de los cambios, de su ¿revolución?– es ellos y que sin ellos nada. Entonces, se contradicen en lo más hondo y ceden –gozosamente ceden– a la tentación de sí mismos”.

El gobierno más exitoso –el más serio, el más auténtico– del populismo latinoamericano acaba de perder el referéndum que convocó porque su jefe no se resignaba a dejarle su lugar a otro. Después de diez años de gobierno y elecciones triunfales, Evo Morales cayó en la trampa y se llevó su primera derrota. Su partido sigue siendo el más fuerte, pero ahora su candidato para las próximas presidenciales no será una elección sino un sustituto, una opción de segunda, sospechosa de marionetazgo y pasible de perder por ello. Lo mismo que le pasó a Cristina Fernández en la Argentina, sin ir más lejos. (Martín Caparrós.   El País. 24 02 2016).

Los papas llaman a su viajes ‘apostólicos’, peregrinación. Un caminar juntos. Un ir juntos haciendo el camino bajo la luz del cielo, ligeros de equipaje, limpios y transparentes como cualidades del ser. Esa es la diferencia.