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El deporte

John Carlin, escritor y periodista británico, con  estudios de Lengua y Literatura Inglesa en Oxford y que ha centrado su  actividad profesional en política y deporte, y sobre todo en deporte, acaba de escribir un ensayo sobre el fútbol, lo que equivale a decir que ha escrito un ensayo sobre el deporte porque el fútbol es comprehensivo; así, si hablamos de deporte hablamos de fútbol prevalentemente. El ensayo versa sobre la sombría corrupción mundial que está detrás de este espectáculo y creo que podemos hacer extensivo el hecho, tristemente a otros deportes. Carlin titula su ensayo: “El negocio del fútbol, en llamas”. (El País. 14.08.16)

Guillermo Vázquez se encarga de la ilustración y presenta un cráneo descarnado, una calavera con la parte frontal abierta que pone al descubierto una horrible gusanera que al no caber ya en la cavidad craneana, heridos por la luz y el aire, se retuercen y se resisten a salir.

El tema, más que documentado, es el siguiente: “Millones de aficionados esperan ansiosos el inminente comienzo de la nueva temporada futbolística. Ningún otro juego ha capturado los sueños y la imaginación de todo el planeta. Ninguno alimenta tampoco un negocio de semejante calibre. El resplandor del espectáculo esconde una enorme montaña de corrupción. Llega el momento en que un niño empieza a cuestionar la existencia de Santa Claus o de los Reyes Magos. Algo oye o algo ve que le siembra la duda. Pero elige cerrar los ojos, taparse los oídos y seguir creyendo, aunque sea solo por una Navidad más. En este punto es donde estamos, como congelados en el tiempo, la mayoría de los millones y millones de adultos de todas las razas, creencias y geografías que encontramos en el fútbol un refugio o una distracción de los líos que nos trae la vida.

Pero el descaro de los que mandan en el fútbol y trafican con las fortunas que genera nos lo pone cada día más difícil. Los que seguimos equipos con una devoción casi religiosa, (yo diría religiosa; a los católicos, el domingo hasta la Misa se nos olvida), o los que simplemente disfrutamos del insuperable teatro en directo, con su arte y su furia, que ofrece un partido de fútbol tenemos que hacer un esfuerzo cada vez mayor para mantener nuestra inocente credulidad. Hay que ser muy obcecado o muy ciego para seguir negando que los amos del deporte navegan en un pantano fétido, saturado de aquella infinidad de engaños, traiciones y robos que se resumen en la palabra “corrupción”. La mejor garantía de la que gozan los ladrones del fútbol para preservar su impunidad es el instinto evasivo que tenemos para mirar para otro lado. Como cuando vamos al cine o leemos una obra de ficción y suprimimos nuestras facultades racionales. Sabemos que es mentira pero nos lo creemos igual. Haría falta una enciclopedia para catalogar todas las actividades criminales de la FIFA. Y solo es la cabeza visible de un ecosistema corrupto. Tales fueron los procesos mentales paralelos con los que yo respondí durante años a las noticias sobre la corrupción de la FIFA, el organismo que ha mandado en el fútbol mundial con la misma arbitrariedad con que el Politburó mandaba en la Unión Soviética”.

Dura andanada del escritor inglés; pero como lo afirma él, seguimos pegados al televisor dependientes de la insustancialidad del deporte en general y del fútbol en especial, suprimida ‘nuestra racionalidad’. De sobra sabemos que se trata de un negocio, por una parte, y por otra, del control de masas mediante el espectáculo y las rivalidades falsamente provocadas (panem et circenses). A la manera que hay que quitarle presión a una olla de cocción a vapor, mediante el deporte hay que hacerle llevadera la vida a los seres humanos que, por lo demás, le tenemos horror a la reflexión, al silencio, a la convivencia más cercana y serena con nuestros semejantes. Es innegable que unido al consumo del deporte, está el alcohol.

Cuando lea usted estas arrebatadas líneas, a lo que creo, las llamadas olimpiadas de Río 2016 estarán terminando y casi creo que el espectáculo final estará dominado por la exhibición de los hermosos cuerpos de las mujeres brasileiras. Me da la impresión de que el COI hubiese rentado Brasil para realizar su circo; un país hundido en una crisis terrible de gobernabilidad y de pobreza, de escándalo, de corrupción. Mientras los juegos se desarrollan, su destituida presidenta lucha desesperadamente para evitar el castigo final, ella y los suyos, los de su equipo, digo. Tal es la pobreza que, se anunciaba estos días, que no quedará dinero en Brasil para los juegos paraolímpicos. Era de llamar la atención cómo, en dos días, las albercas cambiaban de un color cristalino a un color de estanque, solo faltaban las ranas y renacuajos. O por ahí andaban. En estas circunstancias al pobre pueblo solo le queda el recurso de abuchear al presidente en turno como ya sucedió en México: una mentada coral compuesta por cien mil voces con sentida dedicatoria al presidente de entonces. ¿Lo recuerda? Pobre pueblo, no le queda más.

En este contexto, para que decirlo, México ha hecho otro de sus grandes ridículos; pero tenemos los grandes recursos que adquieren categoría metafísica, para sobrellevar el fracaso; desde aquél “lo importante no es ganar sino competir”, hasta el “jugamos como nunca y perdimos como siempre”. No hace falta un artículo como el de Carlin, ni tenemos Carlines en México, para saber lo que pasa en nuestro país. De hecho todos los sabemos, es del dominio público. Menuda sorpresa me llevé al enterarme de que, el ex-Comisionado para la seguridad en Michoacán, es el encargado del deporte nacional. Amiguismo, chambismo, o sepa Dios qué. En ambas misiones, el señor Castillo sacó el mismo medallero. Y ahí están las consecuencias. Y siempre ha sido así y seguirá siendo por los siglos de los siglos.

¿Quién va a dudar de la bondad del deporte? Define la calidad de vida, contiene grandes virtudes y encierra una gran belleza; para una vida sana nos es absolutamente necesario realizar algún deporte, algún ejercicio corporal para evitar que nuestro organismo se atrofie. Existe una frase, mutilada por cierto, del poeta latino, Juvenal, que dice que un alma sana solo radica en un cuerpo sano. Pero la frase completa del poeta suena muy diferente: Orandum est ut sit mens sana in corpore sano. (Sátira X, 356); luego, la frase no se refiere al deporte, sino a la oración: “tenemos que orar para que exista un alma sana en un cuerpo sano”.

Por lo tanto, el deporte también necesita ser redimido de los lazos oscuros que lo pervierte, que lo dañan y que pueden convertirlo, incluso, en algo perjudicial para la sociedad. Debe quedar claro que el presente no es en absoluto una negativa de la bondad del deporte; es más bien una denuncia a los abusos de que puede ser objeto el deporte. Y uno de estos está dentro del gran pecado de nuestra cultura: el consumismo.

En torno a la práctica deportiva hay un mercado que nos tienta con su ropa, marcas, con sus artilugios, prendas sofisticadas y su estética propias. Es una más de las alienaciones que experimenta este complejo mundo. Han proliferado enormemente las tiendas de deporte especializadas, donde el público puede abastecerse de bienes que presentan virtualidades que jamás le serán necesarias. Entonces el deporte se convierte en industria. Y aquí dominan las leyes comerciales y el mercado lucrativo, es la subordinación del deporte al mercado.

Además, equipos y deportistas se convierten en referentes de identificación. A esto añadimos el fenómeno televisivo y mediático en general. El deporte es entonces producto televisivo. Un día vi un promocional de Sky haciendo referencias a las horas de transmisión de fútbol al año; no pongo el número por dos razones, no lo recuerdo con exactitud y era una cantidad espantosa de horas. Un auténtico planeta fútbol.

Pero esto no es el deporte, es la manipulación e instrumentalización del deporte. El deporte en sí mismo tiene un gran valor educativo y de integración social. En los centros educativos, escuelas, parroquias, asociaciones, el deporte ha tenido siempre un papel importante. La práctica deportiva, al igual que lo académico y educativo, ha formado parte de cualquier acción tendiente a la educación. El ámbito deportivo, por ello, espacio educativo e integrador, se caracteriza por ser libre y espontáneo. Es un espacio inminentemente gratuito, donde lo que se da y lo que se obtiene puede hacerse de manera libre y generosa. Todos recordamos lo que el deporte significó en nuestros años de formación.

Así pues, ojalá que el deporte, en todos los países, siga siendo eso, un espacio libre donde priven el compañerismo y la solidaridad, el duro aprendizaje vital de saber perder o ganar, pero siempre con dignidad, (como nuestros políticos). Llegar a tener una mente, un alma sana, libre, generosa, aunque para ello tengamos también que pedirla en la oración. Luego la ejecutaremos también en el deporte.