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En 1930, Freud extendió un ensayo con ese título: El malestar de la Cultura, que, al lado de Psicología de las masas y análisis del yo, (1921), es una obra maestra de psicología social. Obra crítica que, con los ajustes debidos, puede ser leía con bastante provecho. Explica todavía mucho de nuestra realidad. Una de las limitantes de la obra de Freud, en general, es su pansexualismo; tal falla la podemos comprobar ahora, cuando el sexo ha dejado de ser tabú y hemos llegado al punto de una genitalización ambiental, o sea, a una deshumanización de la sexualidad que la deja a merced de la depravación y destrucción de yo. Pero este no es tema.

Lo que permanece válido de ese ensayo es el dato según el cual la presión cultural choca con los impulsos naturales permitiéndoles de tal forma que, si se actúa en sentido contrario a esa corriente cultural, se desarrolla la «culpa», concepto basilar de la psicología freudiana y ahí es donde reside el “malestar” de la cultura. “Por eso, también se puede afirmar que el tema central del malestar en la cultura es la culpa”. Hasta nuestros días, la psicología sigue hurgando en este oscuro sentimiento: la culpa. El remordimiento, dice Nietzsche, no es más que el instinto de crueldad que revierte. El remordimiento nace de la conciencia de culpa. El asesino capaz de serruchar viva a su víctima y luego colgarla de los pies, no siente remordimiento porque no siente culpa. Aquí también la teoría de Freud se tambalea. Y qué grave que ciertas expresiones deformadas del cristianismo, – que no el cristianismo -, jueguen con y manipulen la culpa.

Entonces, se desarrolla la sociedad del malestar que habrá de desarrollar, a su vez, formas patológicas de respuesta. Es lo que estamos viendo y que ninguna mesa podrá arreglar porque no es cuestión de mesas; el problema es tan hondo como el hombre. Así pues, la cultura genera insatisfacción y sufrimiento. Mientras más se desarrolla la cultura, más crece el malestar.

Una de las manifestaciones más inmediatas es el instinto de “thánatos” (muerte). Este concepto se refiere, a la pulsión de muerte o destrucción en el ser humano, o la tendencia innata al regreso a lo inorgánico, el yo humano que busca destruir y destruirse. Sin dejar de ser discutible tal teoría, la violencia que vemos, leemos y oímos, con sus notas de crueldad claramente enfermizas que parecen tener el objetivo de un escarmiento social, avala en términos generales la teoría de Freud, y es muy de tener en cuenta. El efecto más inmediato e inadvertido es la normalización de los hechos; 24 muertos en Tamps., en una guerra de aniquilación, es normal y a nadie preocupa. Ya no nos asusta ni preocupa la anormalidad. 

Escribe Freud: “Acaso haya perjudicado el edificio (conjunto) del ensayo, pero ello responde enteramente al propósito de situar al sentimiento de culpa como el problema más importante del desarrollo cultural, y mostrar que el precio del progreso cultural debe pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa”. Lo ideal sería, entonces, una sociedad donde los individuos no experimentan el sentimiento de culpa y ahí es donde la teoría de Freud colapsa. No sentimos culpa de nada

Freud habla también del instinto de muerte, donde anida la violencia irracional, esa ya citada pulsión de muerte o destrucción que existe en el ser humano, el instinto fratricida que se descubre en el exordio mismo de la historia, Caín que mata a Abel, un hermano al hermano. Cuánta violencia vemos y bebemos en el ambiente. Admite, Freud, que puede ser difícil aceptar su visión de la naturaleza humana como predispuesta a la muerte y la destrucción, pero razona que la supresión de este instinto es la verdadera causa de la necesidad de las restricciones de la civilización. La vida y la civilización, entonces, nacen y se desarrollan a partir de una eterna lucha entre estas dos fuerzas interpersonales de amor y odio.

En resumen, El malestar en la cultura hizo explícita su concepción del mundo, subrayando el sometimiento de la civilización a las necesidades económicas, que imponen un pesado tributo tanto a la sexualidad como a la agresividad, a cambio de un poco de seguridad. Ni modo de decir que no es genial; de algo le sirvió su adicción a la cocaína. Obvio, toda esa teoría ha sido revisada y ajustada por los grandes psicólogos del s. XX.

Los datos del problema han cambiado, pero el problema continúa bajo otros elementos de análisis. Exhaustos-y-corriendo-y-dopados es un brillante ensayo de la escritora brasileira, Elian Brum. En él aborda el malestar de la cultura en nuestros días. Exhaustos-y-corriendo-y-dopados, tal es nuestra vida hoy, es nuestra cultura. Dice: “Ya no hay un espacio de trabajo y un espacio de recreación, ya no hay ni siquiera una casa, casa y oficina están juntas. Todo se confunde. Internet se ha usado para borrar las fronteras también del mundo interior que ahora es un fuera. Estamos siempre, de algún modo, trabajando, haciendo networking, debatiendo (o discutiendo), interviniendo, tratando de no perdernos nada, sobre todo las noticias ordinarias. Nos consumimos animadamente, al ritmo de emoticonos. Y, así, perdemos tan solo el alma. Y logramos una hazaña sin precedentes: ser amos y esclavos al mismo tiempo”.

Estamos exhaustos y corriendo. Exhaustos y corriendo. Exhaustos y corriendo. Y la mala noticia es que vamos a seguir exhaustos y corriendo, porque exhaustos-y-corriendo se ha convertido en la condición humana de esta época. Y … un cuerpo humano no la aguanta. Entonces, el cuerpo se ha convertido en una molestia, en un no-da-abasto que enferma, se queda ansioso, entra en pánico. Y, por eso, hemos dopado este cuerpo fallido, que se retuerce al ser sometido a una velocidad no humana. Nos hemos convertido en exhaustos-y-corriendo-y-dopados. Porque solo dopados seremos capaces de continuar exhaustos-y-corriendo. El problema es que el cuerpo no es otro, al cuerpo es a lo que llamamos yo. El cuerpo no es un límite, sino la propia condición. Un malestar que Freud, comparando, solo intuyó.

Ahora los estudiosos nos hablan de la “Sociedad del cansancio”, título de un pequeño libro del filósofo coreano radicado en Alemania, Byung-Chul Han. “Por falta de reposo, nuestra civilización camina hacia la barbarie”. En efecto. La contemplación es civilizadora. Y el ocio es creativo. Pero ambos fueron eliminados por el rellenado sin interrupción del tiempo humano por tareas y estímulos simultáneos. Ejecutas una tarea y contestas al teléfono, respondes a un WhatsApp mientras cocinas, comes viendo Netflix e insultando a alguien en Facebook, preguntas cómo le fue en la escuela a tu hijo mientras miras el Twitter, conduces publicando una foto en Instagram, haces un trabajo mientras mandas un correo electrónico sobre otro y así sucesivamente.

Volvamos al modo salvaje. Nietzsche ya en su época llamaba la atención sobre el hecho de que la vida humana termina en una hiperactividad mortal si se expulsa de ella todo elemento contemplativo: “Por falta de descanso, nuestra civilización camina hacia una nueva barbarie”, decía. Por su parte, B.XVI, hablando a los sacerdotes les advertía sobre el ‘activismo’, el hacer, que impide la contemplación, la oración, el sereno y confiado situarse ante el único que puede hacer nuevas todas las cosas; de lo contrario se termina, decía, creyendo que “la iglesia es un producto”, producto de nuestra actividad, nuestras estrategias y proyectos antes que el misterio en sentido estricto. También se llega en este ámbito al burocratismo, a la tecnocracia, al cansancio y a la depresión. ¡El malestar de la cultura!

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La visita del presidente a Juárez en la que todo quedó perfectamente indefinido, fue muy interesante. Una selecta concurrencia muy aplaudidora, me llamó la atención. Aplaudieron cuando habló de las “cortinas” para detener en sus lugares a la gente, que ahí viva y ahí trabaje. Igual cuando anunció la plantación, también millonaria, de árboles ‘maderables y frutales’, que necesitan decenios para crecer. Y aplaudieron cuando anunció la construcción de FF Transístmico.  Vea Ud. Ferrocarril Nacional de Tehuantepec del puerto de Salina Cruz a Coatzacoalcos. Inicialmente de capital estatal, en 1894 se responsabiliza de su construcción la firma inglesa Stanhope, Hamposon y Crothell, con malos resultados. En 1889 se encarga de su reconstrucción la Pearson and Son Ltd. La que construyó el FF. Del Noroeste. Esta misma compañía se asocia en 1902 con el gobierno mexicano para la explotación del ferrocarril. En 1917 se rescinde el contacto a la Pearson y el gobierno toma a su cargo la línea; la causa de la quiebra fue la apertura del Canal de Panamá. Luego anexada a los FF.CC. N. de México en 1924. El 23.06.1937, el gobierno de la III transformación lo nacionalizó, es decir le dio el golpe de gracia. Y la gente aplaudió, entonces y ahora. Y el saqueo de Pemex comenzó con la nacionalización. ¿O no? Ahora, dijo Bushito, para acabar con los incendios en California, hay que talar los bosques.

Cuando oí el ¡Viva México!  del dictador Maduro, sentí como que me jalaron las agarraderas de la voluntad.