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Antier tarde celebraremos el Rosario viviente, llamado así porque se dramatizan algunos de sus misterios; el evento congrega miles y miles de católicos. Aún desde el punto de vista social ello reviste una gran importancia. Se trata de una hermosa manifestación de nuestra fe católica y búsqueda de una salida. Pero debemos ir más allá de esto y hacer la intención de rezar diariamente el rosario, como meditación de los misterios de nuestra fe, acompañados de María. El teólogo alemán H.U. von Balthazar, el más importante teólogo de s. XX, ha escrito un libro sobre el Rosario con el sugestivo título de ‘La Salvación del mundo por medio del rosario’.

En efecto, el Rosario ha estado presente como una oración de intercesión en momentos muy difíciles de la historia de la cristiandad. Citaré tres ejemplos.   El 7 de octubre de 1571 el Occidente estaba amenazado por las fuerzas turcas. Esta amenaza constituía un problema muy serio para la cristiandad. Se libró una batalla naval decisiva en el Golfo de Lepanto, – la más gloriosa batalla que vieron los siglos pasados y esperan ver los futuros -, donde resultaron victoriosos los ejércitos cristianos. El Papa había pedido a toda la cristiandad que durante esos días se rezara el Santo Rosario para pedir a Dios, por la intercesión de María, concediera la victoria a los ejércitos cristianos. La victoria se atribuyó al rezo del Rosario y se instituyó la fiesta litúrgica de Nuestra Señora del Rosario el 7 de octubre.

Los otros dos ejemplos pertenecen a la historia religiosa de Austria. “Es de todos conocido que en 1683 un gran ejército turco de más de 200,000 hombres tenía asediada a Viena y amenazaba invadir Europa. Los católicos de Austria y de toda Europa rezaban el Rosario pidiendo a Dios y a la Virgen que les librara de aquel peligro. El día 12 de septiembre, con los refuerzos de austriacos, polacos y bávaros bajo las órdenes del General Sobieski, fue liberada Viena y fueron derrotadas las tropas turcas. En acción de gracias por esta victoria se instituyó en Austria la fiesta del Nombre de María el 12 de septiembre.

En fechas mucho más cercanas a nosotros hay otro hecho menos comentado, pero no de menor importancia. Austria estuvo ocupada por las tropas rusas después de la II Guerra Mundial. De nuevo surgió un movimiento del rezo del Rosario en familia pidiendo por la liberación de Austria y por la paz del mundo. En 1955, con el compromiso de neutralidad, se retiraron las tropas rusas del territorio austriaco. Es el único caso conocido que las tropas rusas se retiren de un país ocupado. Muchos atribuyeron este favor a la campaña del Rosario en familia, que en Austria contaba con innumerables participantes.

En relación con estos hechos en septiembre de 1985 se celebraron solemnemente varios aniversarios: 40 aniversario de la restauración de la República de Austria, 30 aniversario del pacto de Estado (Staarsverrag), 25 aniversario de la fundación de la Cruzada reparadora del Rosario para la paz del mundo (Rosenkranz-Sühnekreuzzug um den Frieden der Welt). El mismo Presidente de la República tomó parte en algunas de estas celebraciones. En un discurso en el Stadthalle de Viena dijo: “En las horas de los mayores peligros los católicos de Austria siempre han buscado su refugio en la «Magna Mater Austriae»”.

Creo que hoy enfrentamos una situación muy difícil, una basta crisis moral que se concretiza en lo que hemos llamado la cultura de la muerte, es decir, una actitud negativa frente al valor supremo de la vida. Este déficit de humanidad cristaliza en la pobreza generalizada, en el abandono de los niños, en las propuestas abortistas y su defensa, en la guerra, en el terrorismo, en la indiferencia religiosa, en el materialismo que encierra nuestra vida. Sabemos que nuestra República no pasa por su mejor momento, que nuestro Estado está en llamas, que existen crisis severas que generan pobreza extrema, que hay inquietud y temor e incertidumbre en el pueblo, que la violencia se ha apoderado de nuestro corazón. Especialmente doloroso es el problema del crimen organizado, la proliferación y consumo de drogas que han hecho de la nuestra una ciudad profundamente lastimada, poniendo en riesgo, incluso, su viabilidad. Pero sabemos, igualmente, que México tiene una reserva enorme de fe y de confianza en Dios, que ama a Jesucristo, y guarda un amor y una devoción entrañables a María, Madre y Señora nuestra. Creo por ello mismo que es el momento de que los cristianos aportemos, desde la originalidad de nuestra fe, el testimonio de una vida marcada por la esperanza que no defrauda. Mediante el rezo del Santo Rosario pidamos a Dios para que nos libere del flagelo de esta cultura hecha de desprecio y de ambición. La celebración del Rosario Viviente debe ser, pues, un incentivo para que, guiados por María, acojamos al Redentor, al Evangelio Viviente, nacido de ella, y lo hagamos presente en las estructuras de este mundo nuestro.

Recuerdo unos versos de P. Claudel:

Porque estás ahí para siempre,

simplemente, porque eres María,

Simplemente, porque existes

Madre de Jesucristo,

Te doy gracias.

 

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EL ROSARIO DE “CATON”. Llegó a mi correo este texto del famoso y ocurrente Catón, el de Política y cosas peores. En él plasma una honda vivencia personal. Me acordé J.V, que decía.: “Yo soy uno de esos nacidos para amar a la Inmaculada”. Helo aquí lo escrito por Catón:

“La víspera de la Navidad le mandé 50 rosas a una dama”.  Luego cuando la tuve cerca, la llené de piropos.  Le dije que era amable y admirable, la llamé “Reina”, la compare a una torre, a un trono, a un espejo…

Estoy diciendo que recé mi Rosario en Nochebuena. Dije 50 Avesmarías, otras tantas rosas para esa hermosa dama que es la Virgen.

Y recite la letanía, la engarcé de piropos hermosos de las bellezas de la más bella entre todas las mujeres!

Tanto me gusta el Rosario que ni siquiera me siento hipócrita al rezarlo.  Hay algo de medieval en él; un antiguo sabor a juglería.

Es como una serenata ante el balcón de una Princesa, solo que esa Princesa, tiene por balcón al cielo, y en la tierra un escabel para apoyar el pie. Yo soy su enamorado

Digo su nombre al despertar y otra vez lo pronuncio por la noche en el umbral del sueño.  En mis moradas tengo su retrato, su variada imagen tan infinitamente femenina: Guadalupe, Socorro, Carmen, Luz, Esperanza, Concepción, Fátima, Lourdes, Paloma, Nieves, Soledad…

La más grande oración, nadie lo duda, es la del Padre Nuestro. El propio Jesús nos la enseñó. ¿Puede haber plegaria más alta? No; pero el Ave María es bella.  Por eso los músicos le siguen poniendo música a la preciosa letra que pronunció el arcángel: “Ave María, gratia plena…”

Y la leyenda… Aquellos “Milagros de Nuestra Señora” que cantó Berceo, uno tras otro, ingenuos cuentos como las cuentas del Rosario.

Y la vieja historia venida de Francia.  La del juglar acusado de haber robado un escarpín de plata de la Virgen.

-Ella me lo regaló… -¡Ladrón! ¡Sacrílego!  ¡la horca!  Y pide el pobre artista que antes de darle muerte lo dejen bailar frente a la imagen de la Señora, no sabe otra oración más que su danza.

Y baila, y la Virgen sonríe y delicadamente mueve el pie para dejar caer el otro escarpín, premio de la adorada a su Amador.

Yo amo a la Virgen porque es mujer, y amo a las mujeres porque todas son un reflejo de la Virgen, sin excluir a las vírgenes de medianoche a las que con inspirado acento canto don Daniel Santos.

“Bajo su amparo nos acogemos…” – bajo el amparo de alguna mujer – vamos siempre los hombres por la vida.

Como la Virgen, también a ellas les pedimos que nos cubran con su manto.  Perdidos somos sin esa protección al mismo tiempo terrena y celestial.

Ya se pueden reír mis amigos.  Mariano soy por parte de padre y madre.  Es de lo poco bueno que hay en mí.  Quiero ir atado por la suave cadena de su Rosario y pasar por el mundo entre un cortejo de advocaciones presidido por Nuestra Señora del Carmen y por mi Señora María de la Luz.  Y el día que esta vida se me acabe y me empiece otra, quiero irme de la mano de una mujer que ha sido para mí como una Virgen y llegar de la mano de una Virgen que me ha cuidado siempre con suaves ternuras de mujer.  Así sea”.

Eventos como el Rosario Viviente, que reúne a miles y miles de fieles para la oración, debería ser una señal en nuestro camino, como personas, como familias y como sociedad. Son un signo de que no todo está perdido. Los sociólogos clásicos, en momentos de crisis y confusión, suelen mirar a la religión en busca de orientación. ¿Por qué, solo la vaciedad, la algarabía política y el crimen han de ser cubiertos, expuestos e, incluso, impuestos, como en una especie de apología?