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Estrategia de comunicación.

“La locura se impuso a la razón. Se dio el salto al vacío. El delirio se ha hecho realidad. Trump en el ala oeste de la Casa Blanca será, en el mejor de los casos, un Cantinflas interpretando el papel de Calígula en una versión moderna del declive y caída del imperio. En el peor, representa una amenaza para la estabilidad mundial…. El resto del mundo miraba a Estados Unidos con una mezcla de risa y pavor.

Los analfabetos políticos que votaron a Trump han caído en lo que la historia juzgará como un acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio país”. Esta visceral y apocalíptica percepción del escritor inglés, John Carlin, pareciera resumir la percepción general. Pero yo no creo que estemos ante el fin del mundo. En política también hay fundamentalismos.

Demasiado visceral para definir lo inédito de la situación. Cierto, algo hay de verdad en ello; pero la pregunta sobre el por qué las cosas fueron así queda sin respuesta si no ampliamos la mirada. El mundo ha quedado en shock, pero, ¿por qué el electorado de USA. ha sido el único que no ha visto, ni la calidad humana ni el supuesto peligro mundial que representa Trump? El fenómeno Trump nos revela mucho sobre nuestra cultura; mucho tiene que decir a la política y a las ciencias políticas.

Obama acusó al ahora presidente de crear miedos infundados; descubrió la estrategia, el pueblo no lo vio así. Por otra parte, el establishment político de Obama y sus antecesores, debe preguntarse sobre su responsabilidad en ese sentimiento primario que reside en el inconsciente colectivo norteamericano. Y del mundo. México es un buen ejemplo de esa reacción infundada. ¡Ay! Las emociones políticas.

Si Obama se imaginó que iba a convencer a Trump de que abandonara la única estrategia electoral que tenía estaba muy equivocado. Trump es un tipo elemental, pero si algo entiende, como lo han entendido los políticos, es lo siguiente: que el miedo es la más primaria de las emociones y la más fácil de despertar en el ser humano; que en los tiempos que corren crear miedo a base de mentiras, y después declarar que uno puede acabar con ese miedo, es la fórmula electoral ganadora.

En definitiva, estamos frente a un fenómeno de comunicación y tenemos que admitir que aquellos que dirigieron su campaña fueron unos genios en el arte de la comunicación. En efecto, la comunicación es una especie de guerra; su campo de batalla es la mente defensiva de la gente en la que se quiere influir. R. Greene dice: Aprende a infiltrar tus ideas en las líneas enemigas enviando mensajes por medio de pequeños detalles e induciendo a la gente a llegar a las conclusiones que tú deseas y a pensar que llegó a ellas por sí sola.

Durante siglos la gente ha buscado la fórmula mágica que le dé el poder de influir a los demás por medio de las palabras. Las palabras tienen extrañas, pero paradójicas cualidades; dar buenos consejos no da resultados, lograr infundir sentimientos, emociones que nos vuelvan más inseguros puede tener resultados. Hablar sobre algo que constituye una amenaza real nos obliga a cambiar nuestros patrones de acción.

Visto así, los diseñadores de la campaña de Trump han hecho un trabajo perfecto. Si usted se fija en el slogan sobre el que descansó toda la campaña es muy simple: “Make America great again”; para lograrlo hay que controlar la inmigración, favorecer el empleo evitando el desplazamiento de la industria americana, atender a los más desfavorecidos, entre ellos, los campesinos (¡!), bajar impuestos, salud. En el control de la inmigración, la construcción del muro ha tenido un efecto comunicativo a nivel mundial de primera magnitud. Lo hizo famoso y ha generado un pleito de vecindario con todos los efectos que los mexicanos conocemos. Estupenda propaganda en el contexto de una campaña. Estos principios son fáciles de retener en la memoria, excitan la imaginación, invitan a hacerlos propios. La campaña mediática de Trump la hicieron los contrarios, ellos no dejaron de habla de él; se llegó a la saturación, lo que todo estratega busca.

Pero la pregunta obligada es por qué en la parte contraria no pudo desmontar el sofisma. ¿Es que el pueblo americano percibe debilidad y se siente amenazado? ¿Inseguridad, desempleo? Aquí se atrincheró Trump y nadie dijo lo contrario. Parece que nomás Ford lo contradijo anunciando la apertura de plantas suyas en otros países.

Trump supo comunicarse, hacerse notar, lograr que hablaran de él y poner al mundo en jaque porque el mundo también es inseguro. Si se añade que el que hizo esto no es un político de oficio, entonces la política “tradicional” está en crisis. En la guerra todo se juzga por su resultado. Si un general pierde la batalla, no valen explicaciones. Perdió; no hay excusa. En realidad, los comunicadores de Trump aplicaron en nuestro mundo cibernético las añejas doctrinas de Maquiavelo. A lo que hizo Trump, Maquiavelo lo llama “verdad efectiva”, la verdad auténtica, aquello que ocurre en la realidad, no en palabras y teorías. (cf. R. Greene). Y los políticos de oficio aquí fallan.

Las elecciones en USA siempre importan al mundo, pero ahora el mundo se ha metido en ellas hasta donde ha sido posible, y en contra de Trump. Esto es el paroxismo de la fama. El día mismo de las elecciones, Merkel, utilizando un motivo feminista, entró al enjuague afirmando que el triunfo de Hillary permitiría un mayor acceso femenino al poder. Abanicó la brisa.

Trump derrotó, también, a su propio partido. Esto es un tema para un profundo estudio en los institutos de ciencias políticas. Hemos oído con frecuencia que los partidos están en connivencia y descrédito general. Es el momento de los independientes. Esto permite el acceso al poder por vías alternas. Trump es un inquietante ejemplo de ello. El partido ya no es tan necesario. ¡Cuidado! Los republicanos se asustaron y alejaron del Frankenstein que habían creado.

Trump derrotó a los analistas políticos, a las agencias encuestadoras y de opinión; esto nos advierte de que hemos llegado a una nueva forma de lograr el triunfo en política. Creo revela que la gente percibe muy por encima de los trust mediáticos, políticos y económicos la realidad que le afecta, a la que la política tradicional ya no responde porque se encuentra anquilosada y es víctima de la corrupción, de los vicios, añejos vicios que acaban carcomiendo a los partidos. Trump mediáticamente saturó el espacio, sumó a su campaña a sus enemigos. No sé quién hablaba más de Trump, si los amigos o los enemigos.

Hemos escuchado el primer discurso de Trump, luego de saberse ganador; otro hombre, otro rostro, otro discurso. Lo han destacado los medios en el mundo: ha tendido la mano, se ha mostrado conciliador, ha hablado de sanar las heridas abiertas y declarado el amor por su país. Que buscará una política exterior en las mismas líneas. Y si un día criticamos duramente a Peña por la famosa invitación, ahora tenemos que felicitarlo por el próximo encuentro con Trump. Así se mueven las piezas. O el destino. Igual, su encuentro con Obama, ha sido terso.

Además de la comunicación, el fenómeno Trump nos revela también la naturaleza profunda de nuestra sociedad. Salido del reality show, Trump se movió casi de la misma manera y eso es lo que nuestra sociedad bebe, es su combustible mental. No podemos menos de decir que hay en ello una fuerte dosis de superficialidad. ¿Protestas? No tienen futuro; el sistema norteamericano es fuerte y serio, no es Oaxaca.

Hay por último un caso de difícil manejo: la relación de Hillary con las iglesias cristianas y demás credos religiosos. De esta problemática relación nadie se ha ocupado. En la cena con los medios, ante la presencia del Cardenal de NY, Dolan, Trump dio un golpe en seco a Hillary que si fuera boxeo, no se levanta en veinte minutos. Delante de todos, y a su estilo, Trump le espetó en su cara, dirigiéndose a la audiencia mediática y política: “Hillary odia a los católicos”. Ella se salió por piernas, pero no rebatió la acusación. El golpe fue seco.

Para nadie es un secreto que Hillary ha sido una encarnizada defensora de las políticas de aborto. Por lo terriblemente grave y desagradable no detallo aquí lo que es el Partial birth abortion; algo escalofriante instaurado por los Clinton en su momento y que Hillary prometió activar y también abrir las clínicas para el aborto en la Unión. Católico o no, creyentes o no, simplemente humanos, esto decide un voto. Curioso, el voto femenino no la favoreció, – 40% en contra -; el techo de cristal no se rompió.

El mensaje de Trump a los católicos. Desconcertante. Lo que dice es cierto, ¡pero…! helo aquí:

“Los católicos han sido una parte importante de la historia de USA; USA se ha fortalecido con católicos que trabajan duro, desde NY a California. La historia católica es realmente extraordinaria y grandiosa. Desde custodiar los derechos civiles hasta educar a millones de niños, sirviendo a los pobres y ayudando a definir el movimiento pro-vida; sacerdotes y laicos en todo el país han hecho innumerables contribuciones a los éxitos de USA y a la historia de ese éxito.

Los políticos de Washington han sido hostiles a la Iglesia, han sido hostiles a los católicos y han sido hostiles a los miembros del catolicismo. Mi gobierno estará hombro con hombro con los católicos de USA para promover los valores que todos compartimos como católicos y estadounidenses”. Muy peligroso si se maneja equivocadamente.

¿Miedo? En absoluto. Hay que inclinarse justo en el momento de la lavativa. No antes.