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Papa Francisco

1. El gran riesgo del mundo actual es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro.

2. Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua.

3. Los gozos más bellos son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse.

4. Llegamos a ser plenamente humanos cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos.

5. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios.

6. Los evangelizadores tienen «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.

7. Que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta.

8. Como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ministerio más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización.

9. Hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida.

10. El confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor.

11. La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.

12.  «Los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio»

13. Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.

14. «No a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata.

15. Hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad será imposible erradicar la violencia.

16. El individualismo debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y desnaturaliza los vínculos familiares.

17. Nuestro dolor y vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor.

18. Algunos ambientes transmiten desconfianza hacia la Iglesia. Como consecuencia, muchos agentes pastorales terminan ahogando su alegría misionera en una obsesión por ser como todos.

19. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo.

20. El ideal cristiano siempre invitará a superar la desconfianza, el temor y las actitudes defensivas que  impone el mundo actual.

 

21. El desafío es responder a la sed de Dios. Una espiritualidad que sane, libere, llene de vida y de paz.

 

22. La mundanidad espiritual es buscar la gloria humana y el bienestar personal.

23. Esta oscura mundanidad se despliega en un funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el beneficiario no es el Pueblo de Dios.

24. Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia.

25. Varón y mujer tienen la misma dignidad. El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, no se pone en discusión, pero no se debe identificar demasiado la potestad sacramental con el poder.

26. Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas.

27. Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica.

28. Quisiera que se escuchara el grito de Dios: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.

29. La iglesia quiere cuidar con predilección a los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos.

30. Jesús quiere que toquemos la miseria humana, la carne sufriente de los demás. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser y pertenecer a un pueblo.