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Francisco en Juárez (3).

El momento de Juárez.
La atención a los medios de comunicación, nacionales e internacionales, me ha permitido comprobar que, todavía, sobrevive una imagen negativa de nuestra ciudad. Se expresa una inquietud muy extendida sobre la seguridad. Algunos medios preguntan abiertamente si pueden decir a sus seguidores que pueden visitar a nuestra ciudad con ocasión de la visita papal.
Esto debe importarnos. La presencia de Papa Francisco en nuestra ciudad constituye el momento privilegiado para que los juarenses demos la respuesta a tales inquietudes, pensemos seriamente en quiénes somos, quiénes queremos ser, dejemos de pensar en una clave egoísta y abandonar actitudes centradas en los propios intereses. Ninguna otra sede que visitará el papa ha suscitado el interés mediático internacional en tal medida. El Papa no viene a maquillar, sino a iluminar nuestra realidad con la luz del Evangelio. No viene a acusar, a señalar, a herir, sino a proponer un proceso de sanación interior, de sanación del recuerdo; el suyo será un llamado al diálogo, al encuentro, a la misericordia, a la paz. Una invitación a superar los desniveles sociales para elevar nuestro nivel de convivencia de todos. Es nuestra oportunidad.
Pedro, hoy.
El Pedro de nuestros días – consiente de la misión universal que Cristo le ha confiado – la realiza incansablemente, recorriendo todos los caminos de la tierra, no solo en el sentido geográfico sino también social y problemático. Papa Francisco, como sus antecesores, a partir de Pablo VI, desea alcanzar con el mensaje salvífico de Cristo todos los ambientes de la vida del hombre: católicos, creyentes y no creyentes, a los hombres de la cultura, de la ciencia, de la política, a niños y jóvenes, a las familias, al hombre que trabaja y sufre; todos son destinatarios del mensaje del cual el Papa es solo servidor: el mensaje de Cristo.
Se pone ante el hombre de este convulso tiempo, el hombre disgregado, alienado, solitario, atrapado en su sin-sentido, que ha creado sus nuevos dioses, agotado en sus egoísmos, es más, lo busca para alcanzarlo con el mensaje del amor universal de Dios, anunciando la buena nueva de Jesucristo, crucificado y resucitado. Papa Francisco, en su fervor apostólico no descuida ninguno de los problemas del hombre y de la sociedad de nuestros días iluminándolos con la luz del Evangelio. Sus viajes no son giras artísticas ni despliegue ostentoso de seguridades, en todo caso, se trata de viajes apostólicos para alcanzar al mundo, como ahora a nuestra ciudad, en su circunstancia y pronunciar, allí, “la verdad siempre antigua y siempre nueva” del Evangelio.
El Papa trabaja incansablemente por la paz y la concordia entre los pueblos y con indefectible empeño indica a todos los hombres de buena voluntad el camino justo para realizar los principios de la solidaridad y de la justicia, del diálogo y el encuentro, de la reconciliación y la misericordia, de la paz y la belleza, anhelos profundos del alma humana. El hombre, ha dicho, no es descartable. Ha “globalizado” la palabra ‘descarte’. El hombre en ninguno de los momentos de su existencia es un producto, por lo tanto no es desechable. Y hoy el hombre, en esta terrible cultura, marcada por la indiferencia, es desechable; la cultura del pañuelo desechable, dicen los sociólogos.
Su estilo de vida austero, alegre, cercano, impregnado de amor por el hombre, lo hace creíble testigo de Cristo Señor, único salvador del hombre. Esta es la razón por la que Papa Francisco se ha convertido en un fenómeno impresionante de masas, aceptado, recibido, esperado y querido. Todos admiran su fuerza moral, su valentía, su testimonio de fe, el servicio que presta a la humanidad, a sus ¡79 años! Estos son los líderes de nuestro mundo. Robándole la frase a J.V. diría que “cualquiera que no tenga hiel en vez de sangre en las venas”, no podrá menos que reconocer la grandeza de estos hombres, hombres al servicio del hombre, y, por lo tanto, creíbles. ¿Por qué viene el papa Juárez? He aquí alguna de las razones:
Nota introductoria.
“Ciudad Juárez y el Valle de Juárez en el estado mexicano de Chihuahua han conocido en carne propia el horror de una violencia criminal nunca antes vista en lo que es la comunidad fronteriza más habitada del mundo (Juárez-El Paso), parte de la frontera más grande del mundo entre dos estados nacionales. Según la apreciación y datos difundidos, la ciudad fue calificada, injustamente, como la ciudad más violenta del mundo. Su situación geográfica es el centro de la región fronteriza de México con el país más poderoso del planeta, una situación que históricamente es el dibujo de los contrastes más duros que se conozcan en la historia política y social de los estados soberanos.
Antes de entrar en consideraciones de la especificidad de la frontera de México con Estados Unidos y de la muy singular frontera de Ciudad Juárez, el autor alude a la experiencia de Polonia y el factor JP.II: “No tengan miedo”, dijo, JP.II a los polacos. La visita de Juan Pablo II a Polonia fue el abrevadero de paz y negociación para transitar de la dictadura comunista a un régimen liberal y democrático. Pero más importante aún: la fe católica tuvo un renacimiento que fue la base para la elección pacífica de los gobernantes. “No tengan miedo a hablar, a negociar. . . ”
Utilizo este ejemplo sólo para ilustrar lo que el liderazgo moral que el Papa Francisco I puede representar para dar el alivio que está necesitando Ciudad Juárez, luego del infierno de violencia generalizada, de dispersión de los vínculos de cohesión comunitaria y de la huida de los miles de familias de esta ciudad fronteriza hacia cualquier parte.
La gente huyó de México para encontrar “un lugar aparte”; en la ciudad la gente pudo ganarse el pan de cada día, formar familia, enorgullecerse de haber salido de la nada existencial de sus pueblos y comunidades. Al cabo del tiempo, Ciudad Juárez se convirtió en un “non luogo”.
Quinta.
La Iglesia católica ha jugado un incesante papel evangelizador en un fuego cruzado entre las organizaciones criminales y unas autoridades impotentes –muchas veces cómplices– de unos u otros criminales. Ciudad Juárez no presenta un escenario urbano atractivo. La ciudad le ha ganado territorio al desierto y el desierto le ha ganado territorio a la ciudad.
La realidad es que las causas fundamentales de la violencia y el peligro de volver a los peores años, late en la vida de la frontera, pues la migración es un monstruo de miles de cabezas que la frontera con Estados Unidos representa y representará como el espacio ideal para traficar con productos ilegales y con personas. Hoy por hoy, el tráfico de seres humanos (niños y mujeres primero) es una condena para miles de familias que desde el sur del país y de Centro y Sur América intentan llegar a Estados Unidos, donde los espera un infierno tal vez peor: humillación, cárcel, muerte, deportación. La crisis humanitaria de los migrantes en suelo estadounidense es un asunto de primera importancia para ambos países y para la civilización cristiana.
Sexta
En menos de tres años miles de viviendas fueron abandonadas por las familias que dejaron todo y huyeron a cualquier parte. La ciudad desolada ha recobrado su vida laboral y la normalidad parece natural. Pero es aparente. Late en la conciencia y en la sub-conciencia una memoria oculta que no ha sido redimida por una sacudida espiritual, religiosa, psicológica, moral y política.
Se ha recobrado en buena medida la vida pública (2014), pero la fragilidad del bien nada puede frente a la poderosa maldad de la ambición, el desenfreno y la violencia como medios para ganar el sustento o hacer grandes negocios.
A ello se agrega que los servicios básicos son de ínfima calidad y que los recursos son nada frente a la necesidades de dignificar los espacios públicos y de recobrar la dignidad de una vida familiar y comunitaria normales.
Si algún derecho tienen los habitantes de la región fronteriza de Juárez es el derecho a la vida cotidiana. Aun en la aparente normalidad de los seis años recientes, en la frontera se respira miedo, pero no hay un proyecto de redención que horade la conciencia colectiva y trascienda la época vivida.
En el subsuelo del alma de los habitantes, el miedo es real; se disimula con un ambiente festivo propio de una comunidad dispersa que se expresa en júbilos ilusorios y paraísos artificiales.
Pero es justo decir que los habitantes de Ciudad Juárez (los nativos y los que residen hace varios años) son los más amables y hospitalarios que uno pueda encontrar en el país. Es una expresión de humanidad que nos enseña que en la tragedia se refuerza una vitalidad moral que se observa en la ciudad. Sin embargo, el espectro de las zonas desastradas por la pobreza extrema y la exclusión, sombrea la normalidad de amplias regiones del valle de Juárez”.
La presencia y la voz de papa Francisco, puede ser ese “proyecto de redención que horade la conciencia colectiva y trascienda la época vivida”.
Enero ha sido seriamente violento; el desprecio a la vida se ve, incluso, en la cantidad y gravedad de los accidentes viales, mortales y trágicos, muchos de ellos.