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Lo que tenía que decirse dicho está. Se nos han dado tres días para reflexionar, – hasta donde el futbol lo permita -, sobre la trascendencia de este día, sobre la importancia de nuestra opción. Revisar las promesas, su viabilidad, su realismo, y surrealismo; tiempo en que debimos pensar que es México y su futuro lo que está en juego.

México está muy cabriado; lo admitió el presidente EPN. Es un pueblo herido, traicionado, harto de mentiras y de promesas, harto de la dictadura de los partidos, sumido en la pobreza, en la inseguridad, en la incertidumbre, y un pueblo en tales circunstancias puede hacer las opciones más descabellas e increíbles. El coraje, la decepción, el desprecio, la burla, todo contribuye a generar un panorama nebuloso tal que desperfila la realidad. Estamos frente a un momento crepuscular de nuestra historia reciente. Llegamos a este día envueltos en una espiral de violencia irracional y devastadora que ha alcanzado a aspirantes a puestos de elección. Solo la sección A del Diario, este viernes, nos ofrece la situación de una sociedad perdida.

Las elecciones de este domingo serán jugar la contra. Llegan determinadas por una sublevación generacional y popular contra la criminalidad, los partidos hegemónicos y las mafias en los poderes del Estado. Así pues, que Dios guarde a México. Que el ganador no gane como el Tri, goleado feamente y de panzazo y no tengamos que ir a una embajada a dar las ….. gracias.

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Este pasado día 29 de Junio fue el 43 aniversario de mi ordenación sacerdotal. Este aniversario lo he festejado en casa debido a una intervención quirúrgica, el reemplazo total de una rodilla; ‘con diagnóstico prequirúrgico de Gonartosis Grado IV de rodilla derecha dado el estadio clínico y la falta de respuesta al tratamiento conservador. Actualmente cursa con una evolución muy favorable, ha iniciado bipedestación y marcha; presenta una mejoría funcional destacada consiguiendo a 8 días del procedimiento un arco de Movilidad funcional en la rodilla intervenida; tolerando de forma inmejorable el protocolo de Rehabilitación temprana proporcionada por Cenit Rehabilitación Especializada, a cargo del Dr. Abraham A. Cruz Sapién’, reza el parte médico.

Gracias a Dios que es la fuente de todo bien; él es el único que da, los demás solo compartimos. Gracias a los amigos que han sabido serlo, a las comunidades de oración, fuente inagotable de valor, a los hermanos que me ha suplido en los quehaceres propios. Gracias es la palabra que lo dice todo, aunque no lo suficiente.

En este contexto, pues, llego a mi 43 aniversario sacerdotal.  A las seis de la tarde en punto de aquel 29.06.1975 inició la procesión que salía de la Basílica de S. Pedro a la gran plaza; al final, el Santo Pontífice, mínimo y dulce, pero imponente, santo y sabio, Pablo VI, hacía su aparición. (El próximo octubre será canonizado). La ceremonia dio inicio. Momentos después, también, mi sacerdocio ministerial daría inicio cuando el Santo Padre me impusiera sus manos santas. De ello, se cumplen 43 años.

Pero eso fue solo un momento cuya densidad ni siquiera teníamos la capacidad de comprender; en realidad, no sabíamos a ciencia cierta el camino que habría que recorrerse, los retos que habría que enfrentar. Si bien las palabras del Papa eran diáfanas y claras como la tarde, su significado nos parecía lejano. «Hay una palabra en la que se resume la celebración que estamos realizando: esta palabra es: misión. Lo sabemos bien, – se oía por los altavoces la voz fina, delicada pero enérgica, del Papa -. Pero ahora nos dejamos penetrar completamente por el significado, por la exigencia del sacerdocio católico. El sacerdocio no es para aquél que es investido como tal, no es una dignidad solo personal; no es un fin en sí mismo. El sacerdocio es ministerio, es servicio, es mediación entre Dios y el pueblo. El sacerdocio está destinado a la iglesia, a la comunidad a los hermanos; está destinado al mundo… El sacerdocio es ejercicio de mediación. El sacerdocio es esencialmente social, el sacerdocio es caridad. Hay de aquél que cultive la opinión de poder hacer de él un egoísmo útil. El don total de la propia vida abre ante el sacerdote generoso una nueva maravilla: el panorama de la humanidad. Si hay un servicio que exige la inmersión de quien lo ejercite en la experiencia multiforme y tumultuosa de la sociedad, todavía más que él del maestro, del médico o del hombre político, este es el servicio del ministerio sacerdotal. Ustedes son, dice el Señor, la sal de la tierra, ustedes son la luz del mundo».

¿Podíamos en realidad captar la profundidad de tal mensaje en aquellos momentos? Creo que no. La emoción es engañosa. Y es que en realidad nosotros somos hombres míseros, hombres de poca talla y caducos, pecadores, que no estamos seguros ni de nosotros mismos. Cuando recibimos el sacerdocio de manos del obispo éramos aún jóvenes y no podíamos hacernos cargo de lo que habría de venir. Lo más que podíamos hacer era confiar y esperar que era Dios quien nos llamaba con Jesucristo, que Dios lo quería y que en consecuencia él nos ayudaría en la misión, misión que supera ampliamente las fuerzas humanas. Esta sí era una certeza inamovible, de lo contrario, no hubiéramos dado ese paso. Sabíamos demasiado bien y muchas veces habíamos meditado las palabras con las que Jesús responde a Pablo deprimido y agobiado por su “debilidad”: «mi gracia te basta».

Y así nos decidimos, pobres y débiles y nos ordenamos sacerdotes para esta santa iglesia católica. No podíamos prever lo que había de venir; no conocíamos por anticipado los sucesos políticos, las profundas transformaciones sociales, las revoluciones más profundas jamás imaginadas. ¿Cómo íbamos a imaginar una confrontación con el sacerdocio católico a los niveles que alcanzó en los años 2010-2012? ¿Cuándo nos imaginamos la crisis que vive el sacerdocio, hoy? Son de esas situaciones en las que, si no está Dios, no se superan jamás. Y la ola revierte porque ahora se levanta un extraño silencio sobre los millones de niños refugiados y muriendo de hambre y sed, o sobre la crisis de los niños migrantes en la frontera entre EEUU y México, víctimas de todos los abusos y abandonados. Son los extraños caminos de Dios. Nosotros no podíamos prever nada porque el futuro jamás nos pertenece, ni siquiera en parte.

«Nos atrevemos a indicar con acento profético, continuaba diciendo Pablo VI, el panorama apostólico que está delante de cada uno de ustedes. ¡El mundo tiene necesidad de ustedes! ¡El mundo los espera! Aún en el grito hostil que el mundo lanza, tal vez, contra de ustedes, denuncia un hambre de verdad, de justicia, de renovación, que solo su ministerio podrá satisfacer. ¡Sepan acoger como una invitación el reproche mismo que tal vez, y con frecuencia injustamente, el mundo lanza contra el mensajero del evangelio! ¡Sepan escuchar el gemido del pobre, la voz cándida del niño, el grito atormentado de la juventud, el lamento del obrero fatigado, el suspiro del sufriente y la crítica del pensador! ¡Jamás tengan miedo! ha repetido el Señor. El Señor está con ustedes. Y la iglesia, madre y maestra, los asiste, los ama, y espera mediante la fidelidad de ustedes y su actividad, que Cristo continúe la edificación de su obra de salvación». Palabras en verdad proféticas y poco tranquilizadoras. Sin embargo, aquí estamos. ¡Cuántas cosas dependen del ministerio fiel del sacerdote! ¡Qué responsabilidad!

Al momento de nuestra ordenación ya había comenzado una huida, una estampida; miles y miles de sacerdotes abandonaban el sacerdocio; fue una situación terrible. Muchos sacerdotes, quemados y sin esperanza, optaron por retirarse, olvidando que en los momentos históricos el simple permanecer en el puesto ‘es ya de superhombres’, como decía A. Camus a su generación.

¿Cómo podíamos imaginarnos entonces tal escenario? Éramos jóvenes briosos y entusiasmados. Solo queríamos salir al ruedo. Hoy venimos a saber que lo que está en crisis es el hombre y no veo porque no lo esté el sacerdote. Pero, a éste, le queda un único camino de salida: la fe. la crisis del sacerdote es siempre una crisis de identidad. ¿Quién soy yo? ¿Qué es ser sacerdote en la Iglesia Católica? Más allá de todas las psicologías, el sacerdote ha de postrarse ante el Crucificado. El problema solo puede resolverse en un contexto de fe. Pero pienso que nos falta la fe en Dios, en la acción de Espíritu que nos trabaja interiormente; fe en los hombres, – desconfiamos demasiado unos de otros -, quizá porque tomamos como dato de control nuestra propia mediocridad interior; fe en la iglesia que seguirá sobreviviendo a las tempestades; fe en la fuerza de Cristo a través de los sacramentos. Nos urge a todos una reflexión profunda y personal para pulsar la profundidad, la urgencia y la esperanza de nuestra propia fe, no sea que se nos vaya diluyendo en inquietudes más o menos de fondo, o que la hayamos perdido hace tiempo y no nos hemos dado cuenta. Por eso el testimonio profético más urgente, hoy, es la fidelidad, nos decía B.XVI.

Saludo a todos los sacerdotes que en medio de las dificultades de todo tipo, están ahí, comprendidos o no, valorados o no, al pie de cañón.