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Querido hermano y amigo, te envío este comentario al himno de Col., que solemos leer en la Liturgia de las Horas. Dicen los estudiosos que el Himno resume el contenido de la carta o bien, que la carta desglosa el himno. Hoy comenzamos a leer este escrito estupendo, ahora retenido por auténtico, luego de dos siglos de rechazo y de sospecha sobre su autenticidad.

Saludos.

Himno de Colosenses 1, 12-20

El Breviario recoge aquí un himno con su introducción o empalme, sea que el himno original comenzase en el v.15 o en el 13. Lo que leemos aquí consta de una sección introductoria sobre la liberación y dos estrofas o secciones construidas con cierto paralelismo formal. El tema es Cristo redentor del hombre y Señor del universo.

12-14. El esquema subyacente a estos versos es el clásico de la liberación, que tiene como modelo el éxodo: Dios saca de Egipto, de la esclavitud, conduce por el desierto, somete a prueba, introduce en la tierra para el reparto y la posesión. En el presente texto entran los símbolos de la luz y las tinieblas (pecado-muerte / gracia-vida): Dios libra del poder o tiranía de la tiniebla y conduce al reino de la luz. En él todos los consagrados comparten una heredad y a cada uno le toca en suerte una porción o lote. Cristo será el rey de ese reino, que es una tierra prometida y un pueblo consagrado.

El momento de la liberación se realiza en forma de rescate o perdón de los pecados. La correlación o identificación de ambos elementos se basa en el esquema jurídico del A.T: cuando un ciudadano había caído en deudas que no podía pagar, se entregaba como esclavo hasta redimir con su trabajo la deuda o hasta ser rescatado por un familiar «rescatador» (go’el); en este caso la deuda se cancelaba por el pago de los bienes o su equivalencia en trabajo. Pero había otra instancia: cada siente años el Señor proclamaba una condonación o remisión universal de deudas, con lo cual, al no ser ya deudor, el esclavo recobraba la libertad. Dios ejercitaba el oficio de go’el, no pagando, sino decretando una remisión en virtud de su poder soberano. La segunda figura se aplica al caso presente: por medio de Jesucristo rescata a los esclavos y deudores promulgando un perdón universal (Rom. 3,21-22).

15-17. Recogiendo ideas sueltas de la filosofía y la especulación religiosa de la época y al mismo tiempo utilizando datos del A.T. sobre la Sabiduría, el himno presenta a Jesucristo como Señor de todo lo creado. Es primogénito de todos los seres creados, sin ser uno más de ellos; pues queda fuera y por encima como causa eficiente, instrumental y final de todo: por él, por su medio, todo ha sido creado para él y todo encuentra en él su consistencia. Como imagen revela al Dios invisible, que nadie puede ver (Jn. 1,18): no en su calidad humana como cualquier otro (según Gn. 1,26s), sino de manera única y distinta. Todos los poderes celestes o sobrehumanos que pueda descubrir o imaginar el hombre, y a los cuales se siente sometido, son en realidad criaturas del Mesías y le están sometidas. Como en el A.T. sol, luna y estrellas recibían un poder subordinado, eran huestes o ejército de Dios, así lo son de Cristo los señores y soberanías.

18-20. Ha de quedar claro que el señorío de Cristo no se ha de entender ni exclusiva ni primariamente en términos cosmológicos, porque Cristo es ante todo el salvador del hombre y de la historia. El tema comienza con el v.18, que ocupa una posición intermedia. Él es cabeza o jefe de un cuerpo o corporación, que se llama también Iglesia o congregación (qahal): se trata de una relación más estrecha que la de puro señorío extrínseco. A continuación explica y amplía el enunciado, sin respetar el orden cronológico, para mantener la semejanza formal.

A pesar del orden de la creación del señorío radical de Cristo, la armonía del universo y la amistad de los hombres con Dios habían quedado rotos por el pecado, que es fuente de división, discordia, hostilidad, y que por el hombre afecta al universo. Él, derramando su sangre en la cruz, restablece la paz, reconcilia al hombre con Dios y restaura la armonía del universo. Así inaugura un nuevo reinado, a cuyo título tiene derecho por ser el primogénito de los resucitados: en un reino que marcará la victoria definitiva sobre la muerte y el desorden = corrupción será rey el primero que ha vencido la muerte y ha hecho posible la victoria de los demás. ¿Cómo es posible que un ajusticiado triunfe muriendo y resucitando? Porque Dios ha querido poner en él toda plenitud (Jn. 1,14): en el tempo del A.T. residía la gloria o esplendor del Dios invisible, en Jesús reside la plenitud de Dios. Por ella es imagen que revela (v.15) y posee fuerza para pacificar. La iglesia es como un anticipo y un ejemplo en la historia de la victoria y señorío de Jesucristo, que se han de ir realizando en la historia, camino de su realización plena.