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(San Gregorio de Nisa. 335?-394)

 Hermanos, advertidos del milagro, vayamos como Moisés a ver esta cosa extraordinaria: en María, la zarza ardiendo no se consume; la Virgen da a luz sin sufrir menoscabo. Con esta buena nueva, hermanos, vayamos a Belén a fin de contemplar el misterio del pesebre: un niño recién nacido envuelto en pañales descansa en un establo. Virgen después del parto, la Madre incorruptible abraza a su Hijo. Repitamos con los pastores las palabras del profeta: Lo que habíamos oído lo hemos visto en la ciudad de nuestro Dios.

 Pero, ¿por qué el Señor busca refugio en esta cueva de Belén? ¿Por qué dor4mir en un establo? ¿Por qué mezclarse con los del censo de Israel? Hermanos, el que trae la liberación al mundo viene a nacer en nuestra esclavitud de muerte. Viene a nacer en esta cueva para mostrarse a los hombres inmersos en tinieblas y sombras de muerte. Está acostado en un establo porque él es aquél que hace crecer la hierba para el ganado, es el Pan de vida que alimenta al hombre con un alimento espiritual para que también viva en el Espíritu. ¿ES que hay una fiesta más dichosa que la de hoy? Cristo, el Sol de justicia, viene a iluminar nuestra noche. Se levanta lo que estaba caído, el que estaba vencido es liberado, el que estaba muerto vuelve a la vida. Cantemos hoy todos a una sola voz sobre toda la tierra. Por un hombre, Adán, vino la muerte; por un hombre, hoy viene la salvación.