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DOMINGO II Adviento  A. (Dic. 8,2013)

Is. 11,1-10; Sal. 71; Rom. 15,4-9; Mt, 3,1-12

 

El Libro de Isaías, Libro del Adviento.

El tema central del Adviento es el tema de la esperanza. (cf. 1ª. Lect.). Esperanza es una virtud que suele tornarse extremadamente difícil porque hay que echar mano de ella o desarrollar todas sus potencialidades precisamente en los momentos menos propicios para dicha virtud. “Esperanza es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes fe y esperanza parecen intercambiables” (Spe Salvi .1).

 

No es raro  entonces que el Libro de Isaías ocupe un lugar central en la espiritualidad del Adviento dado que  todo él es un canto a la esperanza, a la fe-confianza en el Dios que lleva adelante un proyecto,  proyecto que se asemeja mucho a una frustración dado que  enfrenta dificultades y retrocesos.

 

Isaías, (el Dante del A.T.), conforme a doctrina común, es una obra que abarca varios siglos; en realidad se trata de tres libros que guardan un estrecho parentesco y que han sido escritos  en ese vaivén de esperanza y desesperanza, escritos los tres en circunstancias difíciles para el pueblo de Israel, en momentos en que la esperanza, y el pueblo, parecían llegar a punto muerto, pero que, sin embargo, resurgía de sus cenizas afianzando su esperanza en el Dios que es siempre fiel y misericordioso. De tal manera, como lo vemos en el segundo Isaías, el Libro adquiere tonalidades insuperables sobre el tema de la esperanza. Este es el libro que más ha influido en el N.T.

 

El Isaías histórico vivió hacia los años 767-698 aprox y ejerció su ministerio en medio de una crisis política internacional que a la postre acabaría muy mal para el pueblo de Dios.(Is.1-39). El Segundo Isaías se escribió muy probablemente entre los años 553-539, esto es, durante el destierro en Babilonia, «”Donde nos sentábamos junto a  los canales y colgábamos nuestras cítaras en los sauces”». El segundo Isaías abarca los capítulos 40-55 y es uno de los Libros más bellos, mejor logrados artísticamente, según el P. L. Alonso, y uno de los Libros del A.T. que más ha influido en el N.T.  Por su parte el Tercer Isaías, caps. 56-66, escrito según E.P. Bonnard entre los años 537-520, refleja el retorno del pueblo a Jerusalén; algunos de los desterrados ya se encuentran en la ciudad Santa, en su tierra, pero van a enfrentar dificultades múltiples con los judíos que no fueron desterrados y habrá tensiones muy graves entre ellos. Es el tiempo de la reconstrucción del Templo, de Esdras y Nehemías. Todo el libro está traspasado, pues, por esa fluctuación en la que alternan la posesión de la tierra,  la alegría y  la paz para luego desaparecer bajo conflictos sucesivos. Sin embargo, el libro todo está atravesado por el profundo deseo del retorno del Señor de una vez por todas. Dicho retorno exigirá un proceso de conversión y una decidida práctica de la justicia social. Para leer este libro se requiere un buen conocimiento  de la historia de Israel y de su entorno geográfico-político.

 

Primera lectura.

La sociedad perfecta. Isaías nos presenta con bellas  imágenes  una sociedad perfecta: un pueblo feliz y santo, donde las necesidades  de cada individuo y de la colectividad se realizan concretamente y permiten la convivencia en armonía.  Isaías es un poeta consumado que como pocos sabe usar el lenguaje imaginativo para expresar su mensaje. Al centro de estas exigencias está la paz; la paz es posible obtenerla y sostenerla mediante la justicia, y la justicia viene del Espíritu de Dios que es amor, y llenará la tierra.

 

La sociedad perfecta puede parecernos una utopía, pero Cristo la ha ratificado con su propia sangre rechazando ser el Dios del “templo”, es decir, al servicio exclusivo de una casta o de un pueblo, y asumiendo en pleno el drama de la humanidad para transformarla en “una novedad”, en una justicia perfecta que los hombres creen imposible porque no saben renunciar a su “templo”, es decir, a su egoísmo, a su individualismo clasista.

 

Esta paz y esta justicia que nosotros no podemos construir será posible porque “en aquél día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el Espíritu del Señor, Espíritu de Sabiduría e Inteligencia, Espíritu de Consejo y Fortaleza, Espíritu de Piedad y Temor de Dios. Esta acción que, nosotros lo sabemos ahora, se realiza plenamente en Jesús y no en uno de los reyes de la dinastía de David, refleja  la característica divina esencial: El amor y la fidelidad.  También hoy, la paz será posible si acogemos el evangelio; Pablo habla del evangelio de paz.

 

Salmo 71.La aclamación del salmo responsorial nos pone en perspectiva adventual: ¡Ven, Señor, rey de justicia y de paz! El anhelo más profundo, la necesidad más vital que brota en nuestro entorno es precisamente el deseo de justicia y de paz, sea en nuestro corazón o en nuestras familias, sea en la sociedad o en su conjunto. Hasta las guerras se hacen para obtener la paz!, tal es la paradoja del ser humano. Queremos la paz manteniendo las injusticias de todo tipo, dejándolas incólumes. “No podemos hablar de paz con las armas en la manos” (Pablo VI en la ONU). Esta mistificación  facilita muchas manifestaciones sociales a favor de la paz, porque dichas manifestaciones no me obliguen a cambiar mi propio corazón, a renunciar a mi incredulidad y a mis injusticias. No exigen la conversión del corazón.

 

Este salmo canta al rey mesiánico. El Padre L. Alonso hace la siguiente trasposición cristiana: Si pensamos en el minúsculo rey de Palestina, soberano por algunas generaciones de insignificantes reyes vecinos, este salmo suena a sueño utópico, a adulación cortesana, a fantasía oriental. Salmos como éste, rezados sinceramente por generaciones, han alimentado y ensanchado la esperanza, han cultivado el sentido universalista, han hecho comprender el puesto de un salvador personal. Rezados por el rey presente, eran súplica; rezados por el rey futuro, iban siendo profecía y expectación. Solamente en Cristo alcanza el salmo la plenitud de sentido.

 

Segunda lectura.

Cristianismo como comunión. Pablo, en este pasaje hace alusión a conflictos vividos en la iglesia primitiva; es un fragmento parenético, y propone el ejemplo y mandato de Cristo de ser hombres nuevos en el amor, los cristianos de todo tiempo son propensos a olvidar la comunión fraterna,  han hecho derivar su fe en algo intimista, individualista, en expresión egoísta de una necesidad, como si pudiéramos entendernos con Dios al margen de los hermanos. Sin embargo, no hay otro modo de ser cristianos si no es dando testimonio de la benevolencia de Dios en la comunidad. Por lo tanto, acójanse unos a otros como Cristo los acogió a ustedes para gloria de Dios. Quiero decir con esto, que Cristo se puso al servicio (diaconía) del pueblo judío para demostrar la fidelidad de Dios….

 

Dios ha entrado en comunión con los hombres sin traicionar su personalidad; así también el hombre, puede y debel amar a todos aunque tenga que luchar contra el mal y permaneciendo siempre fiel a la verdad.

 

Evangelio.

Un baño de fuego.  El Mesías largamente esperado está por llegar. El Jordán, donde Juan bautiza a la multitud, no es una piscina milagrosa. Muchos de los turistas que todavía hoy visitan el Jordan suelen incluso traer agua para bautizar a sus vástagos y no pocos suelen tomarla con efectos devastadores para su estómago, otorgándole efectos milagrosos, no obstante la contaminación. No, el Jordán no es eso; el Jordán es el lugar donde Juan exige una rectificación de la vida, una actitud de penitencia, arrepentimiento y conversión, como únicas actitudes coherentes, ante la inminencia del reino que llega.

 

Someterse al rito de la purificación sin desear una renovación de la propia vida y de la propia comunidad, es algo que no tiene sentido. Ni la fe tradicional, ni las obras bastarían para justificar al fariseo. Juan tiene ante sus ojos a grupos de personas que no van con la intención de convertirse sino de espiar, contradecir, y en su momento, agredir. Son raza de víboras que ponen su confianza en las tradiciones, en la raza, en la sangre, en el templo.  Eso ya no sirve de nada; hay que entrar por un camino nuevo, algo radical está por comenzar y ante el vino nuevo hay que poner odres nuevos. Nada de falsas seguridades. No puede haber bautismo (vida nueva) sin un cambio de mentalidad. Nuestro propio bautismo – al cual debemos continuar sometiéndonos – nos debe renovar en el Espíritu de Dios y hacer arder en su fuego.  Después de todo, el Bautista lo que menos hace es despertar falsas ilusiones u ofrecer atajos; él bautiza con agua pero luego viene Otro que bautizará con fuego y Espíritu Santo, es decir, realizará la nueva creación.

 

El Adviento debe meternos en esta dinámica de conversión, arrepentimiento y renovación interior.  

 

La Exhortación del papa Francisco contiene material valioso para nuestro adviento; sobre todo, el tema de la alegría.

 

Sugerencias para la homilía.

En el desierto, el lugar tradicional del retorno a Dios, donde numerosas sectas, en aquel tiempo, multiplicaban los ritos de purificación, Juan impone únicamente un bautismo, antes del juicio. Con la lucidez del profeta, ve el hacha que ya comienza a golpear los fundamentos del mundo.

 

Jesús continuará la misma proclamación, la misma llamada ante el mismo auditorio. Predicando la venida de reino, el Bautista anuncia una crisis muy cercana, que no se podrá enfrentar más que a través de la penitencia que produzca frutos de conversión. Él no es ninguno de los profetas. Entre sus oyentes hay muchos que pertenecen a la clase dirigente, religiosa y social que pondrá muchos obstáculos a él, y después a Jesús.

 

Este profeta, puro y austero, nos “jala el tapete”. Su predicación proclama el juicio terrible de Dios sobre el mundo; Juan anuncia la urgencia del tiempo. Ahora es cuando tenemos que hacer las opciones que las circunstancias exigen. Jesús nunca bajará el tono aunque cambie de registro. Jesus mismo es la crisis del mundo. Lo hemos leído la semana pasada.   El Bautista nos invita a no tomar a la ligera el amor de Dios por nosotros. Su anuncio resuena en un clima de adviento y nos impulsa a mirar hacia adelante: hacia la aparición del Rey que en el último día, y ya desde ahora, separa la paja del grano. Nos invita, el Bautista, a tomar en serio las cosas. Seriedad con las cosas, como aconseja Urs von Balthasar