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Is. 40,1-5. 9-11; Salmo 84; 2Pe, 3,8-14; Mc. 1,1-8

 

Síntesis

Is. 40,1-5. 9-11. Un camino dirigido.- Después de 50 años de exilio, Dios lleva de nuevo al pueblo elegido a su tierra, como un nuevo éxodo, incluso más glorioso que el primero. Miles de kilometro separan Babilonia de Jerusalén, y el camino normal significaría enorme rodeo, caminando hacia el norte para evitar el desierto. Pero Dios tiene prisa de llevar a la libertad a su pueblo y traza un camino recto a través del desierto reverdecido. Adviento: en toda miseria humana Dios viene a nosotros no para exigirnos ni condenarnos, no para hundirnos más en la desesperación, si no para salvarnos. El texto de hoy ha dado origen a la palabra «evangelio», mediante el anuncio: «he aquí, que vuestro Dios llega». Si, él viene y quiere vivir con nosotros.

 

Salmo 84. Lamentación colectiva, con oráculo de salvación.

Transposición cristiana. Todos los actos de salvación del A.T. quedan incompletos, preparando la salvación culminante, cuando en Jesús venga la gloria de Dios al mundo, y nuestra tierra germine al Justo. En ese momento se realiza el gran encuentro de la justicia con la fidelidad y la misericordia y la salvación, frutos de una tierra fecundada por el Espíritu Santo. Pero de nuevo la salvación realizada en Cristo se abre hacia la consumación, produciendo y sustentando nuestra esperanza.

 

2P.3,8-14. Algo cambiará.- Los primeros cristianos, por un error de prospectiva, creían inminente el retorno de Cristo. Pero él, antes de retornar, espera a toda la familia humana, no solo a una generación o a un pueblo, e invita a sus fieles a difundir concretamente en el mundo las condiciones para su venida. La carta del apóstol Pedro describe luego el retorno de Cristo y utilizando imágenes familiares a la literatura de la época, según las cuales el mundo será completamente rehecho, renovado. Los hombres, siempre en espera de algo nuevo serán saciados.

 

Mc.1,8. La conversión como esperanza.- Después de 20 siglos de cristianismo, el evangelio corre riesgo de aparecernos como una historia del pasado. Marcos por el contrario, lo anuncia como una perene «buena noticia», dirigida a un pueblo en espera de la realización de las propias esperanzas. El bautista anuncia el mesías al mundo de los profetas: en el desierto, donde el pueblo de Dios se forma en la prueba, «la voz» pone al desnudo las conciencias y proclama que la venida de Dios exige penitencia y conversión de los corazones. El adviento, nos invita paradójicamente a la alegría y a la penitencia, a la esperanza y a la conversión.

 

Adviento. El domingo II prosigue e intensifica el tono escatológico peculiar del Adviento. Constituye un nuevo subrayado del dogma cristiano de la Parusía o venida definitiva del Salvador Jesús. Pero acentuando la acuciante responsabilidad de la Iglesia y de la conciencia cristiana en medio de la humanidad, la cual también – consciente o inconscientemente -, está emplazada por Dios a esta “manifestación escatológica de Jesucristo” (cf. 1Cr. 1,7), en el límite entre el tiempo y la eternidad. (Serán congregadas ante él todas las naciones de la tierra. Mt. 25,32)

 

Adviento, en cuanto actitud y responsabilidad del hombre, y Parusía, como desenlace definitivo del plan salvífico de Dios, condicionan la dinámica de toda la Historia de la Salvación. Israel en el pasado, el pueblo cristiano en el presente y la humanidad íntegra en todo tiempo se encuentran emplazados irrenunciablemente para este Día del Señor. “¡Preparad los caminos para la llegada del Señor! (Is. 40,3; Mc. 1,3) es, por ello, una consigna adventual que aflora en la Revelación divina en todas sus etapas. Condicionando siempre la responsabilidad teológica de los hombres frente a su destino eterno.

 

El Segundo Isaías.

Es de notar cómo durante todo el Adviento leeremos al profeta Isaías; tanto en la liturgia de las horas y como en la liturgia de la palabra dominará completamente la escena, es decir, dominará la oración y la meditación de la comunidad, nos guiará en la celebración del misterio. El II Isaías, de modo especial, con su mensaje, – la alegría del nuevo éxodo representada en la vuelta del destierro -, está presente en toda la liturgia de Adviento y Navidad. Valdría la pena que nos diéramos tiempo, dedicando algún martes de nuestras juntas, para un acercamiento a este libro, que, según L. A. Schoekel es de los más bellos y profundos libros de la Biblia y el que más ha influido  teológicamente en el N. T. Este libro es también muy usado en Cuaresma. Ciertamente, resultaría mejor que los psicologismos.

 

 

 

«Aquí está vuestro Dios»

La primera lectura de este domingo, apertura del II Isaías, marca el camino de la esperanza; oráculo de restauración escatológica con alcance universal. Abre con una invitación: “consolad, consolad a mi pueblo, dice el Señor: hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble castigo por sus pecados”. (40,1-2) El oráculo del Señor ha de llegar al corazón de la capital, figura femenina, como palabra penetrante y amorosa, comenta L. Alonso.  La figura de Jerusalén como esposa del Señor atraviesa toda la profecía del II Isaías.

 

La razón del consuelo: Ha terminado ese vasallaje, especie de servicio militar forzado; la vida humana, según Job, es un servicio militar que se cumple. (7,1) También está pagado el crimen que fue causa de tal vasallaje forzado. Incluso, por la arrogancia del enemigo, Israel ha sufrido más de lo estrictamente debido.

 

Es conveniente leer los vv. 1-11 dado que el texto del misal suprime los vv. 6 y 8. Los primeros dos versitos son una invitación al consuelo, a la alegría, porque la deuda ha sido saldada. Los vv. 3-5 son la invitación para preparar la llegada del Señor que preside, haciendo posible que el pueblo retorne del exilio; se trata de un  nuevo éxodo,  más glorioso aún que el primero, y que, como entonces, el Señor marcha delante de su pueblo. Termina programáticamente con un texto que inspirará  la teología de Lucas: “Todos verán la salvación de nuestro Dios”. Los vv. 6-8, – suprimidos en el leccionario -, son un brevísimo diálogo que hace la función de introducción; ¿quiénes dialogan en este fragmento?, ¿quién grita y quién responde? ¿Qué se ha de gritar? En todo caso frente a la transitoriedad de lo humano, como flor campestre que se muere, como hierba que se agosta y flor que se marchita, está la Palabra de Dios que se cumple siempre. Tema: el plan de Dios que se realiza indefectiblemente: como baja la lluvia y empapa la tierra, y no vuelve a mí si haber cumplido su cometido, así es mi Palabra.

 

Los vv. 9-11 son una nueva introducción a manera de misión profética. Pero en vez de llamarse profeta, se denomina heraldo de buenas noticias; un título que el griego traducirá precisamente por evangelista, y que parece inaugurar una época nueva. Una línea de la teología del II Isaías es precisamente esa, una radical novedad. Termina con la imagen del pastor, que «apacienta, reúne, toma en  brazos, hace recostarۛ» a su rebaño, a su pueblo extenuado por el camino.

 

 

«Este era el pregón de Juan: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle la correa de sus zapatos. Yo los he bautizado con agua, el los bautizará con Espíritu Santo». (Mc.7-8).

 

El fragmento evangélico de este domingo es el inicio del relato de Marcos, los primeros 8 versitos de su evangelio. Marcos es el creador del “género literario” llamado evangelio. La buena nueva de Jesús es presentada, por primera vez, en forma de narrativa; es un relato que se extiende y versa sobre la buena noticia, que se refieren a Jesús Cristo Hijo de Dios. Él, Jesús, en el misterio de su muerte y resurrección es el contenido de ésta nueva noticia y de la narración que la presenta.

 

Esta buena noticia no es una improvisación, sino que había sido  anunciada y preparada en la historia de Israel. Marcos utiliza a Mal. 3,1 y a Is. 40,3 que se adaptan a la predicación en el desierto que lleva a cabo Juan,  predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados. A él acuden de Judea y Jerusalén para bautizarse; Juan vive de una manera austera y predicaba así: “Detrás de mí viene uno que es «más fuerte» que yo, y yo no tengo derecho de agacharme para soltarle las correas de las sandalias. Yo os bautizo con agua y él os bautizará con Espíritu Santo”.  Como podemos ver en estos versitos está contenido programáticamente todo el relato de Marcos.

 

Josef Ernst comenta así este pasaje: 1) no debemos dejarnos confundir por la imagen del  Bautista presentada en la tradicional devoción del Adviento. El que se detiene a mirar de una manera reductiva y unilateral, la figura de aquél que grita en el desierto o sobre la preparación del camino, o la imagen acética del bautista y su humilde indumentaria, y valora estos aspectos en sentido ético, falsea el texto. El fragmento  no mira a la edificación, sino al anuncio de Cristo. (El Bautista proclama un pregón, vv. 7-8).

 

2) En la intención de Marcos, Juan es el mensajero, el precursor, el que prepara el camino de Jesús el Mesías. Cualquier cosa dicha por Juan, debe ser vista bajo este aspecto: la predicación de Juan quiere preparar a los hombres, de hoy y de siempre, para la llegada de Jesucristo; la llamada a la conversión anticipa la misma llamada de Jesús al inicio de su vida pública. (1,15) La autohumillación del Bautista en la imagen de no ser digno ni de desatarle las sandalias, como también la alusión del bautismo con Espíritu Santo que Jesús administrará, tienen un objetivo cristológico: Jesús es el «Señor» anunciado por los profetas «el Hijo predilecto» (1,1), ungido con Espíritu Santo, el más fuerte, que pone a Juan, el fuerte, en segundo plano.

 

3) Juan, con su mensaje y con su exigencia, está situado al inicio del evangelio. Es el evangelio que Jesús mismo  anunciará en su forma plena, (cf. Mc. 1,14), pero que ahora está ya insinuado en la predicación del precursor. Pero es también el evangelio de Jesucristo, de su vida, de su muerte y de su resurrección. El mensaje salvífico comienza con el hombre que representa por proveniencia y exigencias al antiguo pueblo de Dios. El evangelio que tiene las raíces en la historia de Israel, es nuevo porque es el evangelio de Jesucristo y sin embargo es también antiguo porque en su inicio se encuentra Juan Bautista que pertenece a Israel.

 

4) La predicación, teniendo en cuenta el marco del Adviento, debería ampliar el concepto del inicio y de la venida de Jesús a la historia, del nacimiento de Jesús y de sus precursores, tal como lo ha hecho Lucas en su evangelio de la infancia. Muchos anunciaron la venida del Salvador, y María, IV semana del Adviento, está en la cumbre de esa espera.

 

Como quiera que sea la estructura de la liturgia de este segundo domingo nos pone en situación. La vida de la comunidad en nuestra ciudad vive una situación especial de todas conocidas. Esta situación puede ser también una oportunidad para que, viviendo la liturgia, podamos aceptar la invitación del Bautista para abrirnos a la salvación que llega. “Entonces se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres”. (Is.1,5). El Adviento nos abre a la esperanza. Hace un año, el Papa B.XVI nos regaló su encíclica “Spe Salvi” donde aborda el gran tema de la esperanza. Crisis de trascendencia o crisis de esperanza. Dime que esperas, y te diré quien eres.  Con un lenguaje teñido de Apocalipsis la 2Pe., dice así: “puesto que todo será destruido, piensen con cuanta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor”. ¿Cómo podemos nosotros «apresurar» la venida del Señor?  Tal vez mediante una vida santa marcada por la fe, la esperanza y la caridad; tal vez con una vida que sabe confiar en las promesas del Señor y esperar un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia, aún ahí donde no existen muchas razones para esperar, para tener confianza. “Por lo tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con él, sin mancha y sin reproche”.  Tal es el Adviento, seguimos necesitando con la misma urgencia que en tiempos de Jesús, el Adviento.

 

Un minuto con el Evangelio.

Marko I. Rupnik, sj

 

El evangelio se abre con una clara alusión al profeta Malaquías se anuncia un precursor  del día del Señor. En Isaías, la voz que clama para preparar los caminos al Señor. En estas dos profecías se alude plenamente a Juan el Bautista y, así, aquél que está por llegar es el Señor. Jesucristo es el Mesías esperado desde siglos. Juan el Bautista crea el escenario ideal para la venid del Mesías: predica la conversión, la penitencia y el bautismo para el perdón de los pecados.

 

Este evangelio nos llama hoy a entrar en nuestro corazón y a hacer todo lo posible para prepararnos a la venida del Señor. Prepararse significa considerar nuestra verdad, nuestra vida sin adornos, sin decoraciones. Verla como en el desierto, donde sólo hay arena, viento y sol. En un clima así, con la imagen del profeta como asceta consumido sólo por el Señor, advertiremos con más claridad la necesidad de Dios, de una mirada de misericordia, del calor del amor y del agua de la vida.