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J.H. Newman. Una reflexión.

Encontré una bella reflexión de J.H. Newman muy a propósito para estos días:

Hagamos un tesoro con lo que cada día, cada hora que pasa nos enseña. Aquello que nos parece oscuro cuando nos sale al encuentro, cuando ha pasado brilla el sol de justicia. Hagámoslo de tal modo que aprendamos, al menos para el futuro, a tener fe en aquello que no vemos. No hay nada celestial en el rostro de la sociedad; nada de celestial en las noticias del día; sobre los rostros de la gente, o de los grandes y ricos, o de los hombres de negocio, no hay nada celestial. Y ni siquiera en los discursos de aquellos que saben hablar, en las acciones de los poderosos, en los consejos de los sabios, en las decisiones de los soberbios, en el lujo de los señores encontramos algún destello de lo celestial.

Sin embargo, el espíritu de Dios, por siempre bendito, está presente. La presencia del Hijo eterno, mucho más luminosa y potente que cuando, revestido de nuestra carne, habitaba sobre la tierra, esa presencia está con nosotros. No olvidemos jamás esta divina verdad: la mano de Dios, mientras más escondida, es más poderosa; mientras más silenciosa más terrible…

El Señor estaba con José, estaba con David, y en los días de su carne estaba con los apóstoles: hoy está con nosotros en el Espíritu. Y porque el Espíritu divino supera inmensamente la carne y la sangre, el Señor resucitado y glorioso es mucho más potente de cuanto aparecía bajo la figura de siervo; el Verbo eterno, que ha transfigurado en el Espíritu la propia humanidad, puede darnos fuerza, gracia, bendición y vida con mayor abundancia que cuando estaba escondido bajo la humanidad, y sometido a la tentación y al sufrimiento; la fe es más bendita que la visión; y nosotros somos ahora más altamente privilegiados, más dignos de ser llamados reyes o sacerdotes de Dios y de su Padre que los mismos discípulos que veían y tocaban a Cristo.