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La lectura parcial, manipulada, moralizante y peyorativamente religiosa, nos ha impedido “leer” el Evangelio de una manera significativa, entender el mensaje para el hombre de todos los tiempos en sus circunstancias siempre cambiantes, amenazadoras unas veces, de bonanza otras; el evangelio viviente, Jesús, después de todo se presenta como luz que brilla en la tiniebla de este mundo. Y la luz es lo que se necesita para llegar a donde queremos y tenemos que llegar. Por eso él es luz. ¿Bajo qué luz hacemos las opciones operativas de nuestra vida, personal y social? ¿Cómo elegimos a nuestros gobernantes? ¿Con que criterios de valor? “Se nombran reyes sin contar conmigo, han nombrado príncipes sin saberlo yo. … yo no los he escogido; cuando nombran a sus príncipes, nunca me lo dicen”. (Oseas 8,4. s. VIII aC.). No; no piense mal. No alego un régimen teocrático. Jamás el cristianismo ha impuesto una legislación la Estado. Pero ello no impide que esa Sabiduría revelada y acumulada por milenios simplemente se ignore, se desconozca y dejemos a merced de nuestra luz corta, de nuestro caos mental y moral decisiones gravísimas.

Hay un fragmento en Lucas, “los signos del tiempo”, (12,54-57) que tiene una singular importancia. Tema rico y de permanente actualidad. ¿Sabemos discernir lo que realmente conviene hacer ahora, teniendo en cuenta los acontecimientos de nuestro presente? Jesús denuncia sin medias tintas la hipocresía de aquellas gentes refugiadas en sus seguridades religiosas, que sabían muy bien interpretar los signos meteorológicos y no sabían interpretar el gran signo de su presencia. Nosotros hoy sabemos leer muy bien los signos materiales de nuestro tiempo; somos muy sensibles a las oportunidades económicas, gozamos de un buen olfato político, (que siempre nos falla); oteamos bien los movimientos bursátiles, en fin, a todas esas cosas que tejen la materialidad de nuestra vida. Solemos tener buen olfato para las cosas de este mundo, pero no sabemos leer, bajo la luz de Jesucristo, los signos amenazantes, ominosos y desgarradores de nuestros tiempos violentos.

La violencia de nuestra ciudad, los asesinatos entre los jóvenes, los que matan y mueren, el narcotráfico, las perturbadas relaciones internacionales, la insensibilidad y deshumanización de nuestra cultura, la insolidaridad de los poderosos, los signos del “vaciamiento de la política” que amenazan la estabilidad del país, nada de esto sabemos interpretarlo a la luz del evangelio. No tenemos ya la capacidad de hacer una lectura teológica de la historia y todo queda reducido a la anécdota, al amarillismo, al refrito. Es solo material noticioso. Hoy, México necesita un periodismo valiente y comprometido con la verdad. La noticia está al alcance de todos, lo difícil es interpretarla. ¿Qué está, ahí, en el fondo? ¿Por qué sucede algo tan inhumano de forma tan natural? ¿Cómo leemos el hecho de que jovencitos, una jovencita entre ellos, descuarticen, trasladen en maletas esos mismos restos descuartizados y confiesen que en la casa hay más? Ella aconseja a su hermano destruir el móvil para que no les descubran todo el desmadre que traen. ¿Dónde nos perdimos? Lo digo con inmensa tristeza. No acuso. Diría Vargas Llosa, ¿cuándo se jodió Perú? ¿Cuándo se desmoronó todo esto? ¿Quién no alcanza a ver que la solución no es ya un asunto meramente policíaco, de corporaciones que cambian solo de nombre cada sexenio? Porque ser mejor padre, mejor ciudadano no es cuestión de policías. ¿Cómo radiografiar el horrendo y desestabilizador asesinato de esa tres hermosas e inocentes niñas? Y los más grave es que «nadie vido nada». Todo sigue igual.

Papa Francisco en su visita a nuestra Ciudad nos dejó material suficiente para meditar. El Papa en el penal ejemplificó lo que es una sociedad de descartes. “La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos como sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y omisiones que han provocado una cultura de descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos”. Luego, habló de dónde comienza la reinserción: “La misericordia nos recuerda que la reinserción no comienza acá en estas paredes; sino que comienza antes, comienza “afuera”, en las calles de la ciudad. La reinserción o rehabilitación comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social”. Ahí está el problema. Fromm lo dejó claro: “una sociedad enferma no puede producir ciudadanos sanos”. ¿No es nuestro caso?

En la homilía de la misa en el Punto, dijo: ““La misericordia rechaza siempre la maldad, tomando muy en serio al ser humano. Apela siempre a la bondad dormida, anestesiada, de cada persona. Lejos de aniquilar, como muchas veces pretendemos o queremos hacerlo nosotros, la misericordia se acerca a toda situación para transformarla desde adentro. Ese es precisamente el misterio de la misericordia divina. Se acerca e invita a la conversión, invita al arrepentimiento; invita a ver el daño que a todos los niveles está causando (el mal). La misericordia siempre entra en el mal para transformarlo”.

El Papa también dijo en su homilía que siempre hay posibilidad de cambio, que estamos a tiempo de reaccionar y modificar aquello que nos destruye como pueblo y lo que nos degrada como humanidad. “La misericordia nos alienta a mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que late en cada corazón. La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza”. Y ¡qué mayor degradación que todo esto que estamos viviendo! Saliéndose del texto dijo: “ahorita que venía a esta Misa, por la calle me presentaban a los niños para que los bendijera. Sentí ganas de llorar. ¿Qué futuro espera a estos niños?, me pregunté”. Lo que estamos viendo, ¿será el futuro que queremos dejar a nuestros niños: violencia, crimen, drogas, degeneración, olvido de Dios? De manera semejante se dirigió al mundo del trabajo y a los empresarios. Entonces, Dios no nos ha abandonado; nosotros no queremos oír, ni convertirnos ni ser salvados. Por ello dejamos todo en manos de los políticos y sus estrategias, por demás erráticas. “Pidamos el don de lágrimas”, dijo; la capacidad de llorar por nuestros jóvenes arrebatados por el torbellino, por las personas del Noroeste del Estado a merced dela pobreza y la delincuencia, territorio de excepción.

No de manera diferente habló al mundo del trabajo: “¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría podemos coincidir. Este es precisamente nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar. Siempre es bueno pensar qué me gustaría dejarles a mis hijos; y también es una buena medida para pensar en los hijos de los demás.

¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Claro, eso cuesta”.

El niño con cáncer que habla al presidente en un vídeo ha sacudido la burocracia anestesiada; la protesta de los padres de los niños enfermos del hospital Federico Gómez ha descubierto la insensatez burocrática y si todos los niños y demás adultos enfermos de cáncer que no pueden cubrir el coste del medicamento protestaran, México se paralizaría. Por lo pronto lo que si cae hecho añicos es ese discurso triunfalista, esa propaganda de que vamos requetebién, de que todos están equivocados y todas las instituciones de todas partes no son más que neoliberales.

El ataque a un bar que ha dejado al menos 29 muertos, 10 son mujeres, y 11 heridos en la ciudad portuaria de Coatzacoalcos y exhibe el pleito entre las autoridades, que traspira descoordinación e ineficacia mientras se presume la condena de la OEA del abominable crimen de mexicanos y americanos en El Paso, Tex. Y ¿aquí, señor Canciller?

¿Qué nos quiere decir Dios a través de tantos signos perturbadores que se acumulan en nuestro cielo?

Porqué, señor Presidente, no escuchamos el evangelio, que Ud. cita con frecuencia, cuando dice: “Y ¿por qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer? (Lc. 12, 57). Bajo su luz, claro.

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Pd. Negocio millonario de las quemas en la Amazonia: prenderle fuego a un área de 1.000 hectáreas vale cerca unos 220.000 euros en el mercado negro.