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El miércoles iniciaremos la Cuaresma con la imposición de la ceniza, rito que expresa el reconocimiento de nuestro pecado y necesidad de volver a Dios. La institución cuaresmal sigue siendo necesaria en nuestro mundo. Es más, se trata de uno de los elementos altamente configuradores de nuestra civilización; sigue siendo necesaria en la iglesia por muchas razones por lo demás obvias. Dentro de ella, los sacerdotes somos llamados de forma especial a una revisión profunda de vida. La santa alemana Anna K. Emmerick, (1774-1824), monja agustina estigmatizada, consulta alternativa para el filme La Pasión, de Gibson, refiriéndose a los acontecimientos que vivimos, profetizó: “Llegará un momento en la iglesia será muy atacada y habrá muchos sacerdotes tibios”. La cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la vida, es el tiempo marcado por la lucha contra el mal ubicuo con sus mil rostros.

El mal puede ser el camino de la esperanza a condición de verlo desde Dios. En un momento en que el mundo mediático y la realidad parecen coincidir, resulta necesario levantar la mirada por encima de las olas y contemplar el horizonte. Tal vez alcancemos a ver la tierra prometida. Porque “si vemos sólo las cosas de este mundo, nos entristecemos”. (S. Agustín).

El mal escandaliza.

La ciudad se estremece como los seres vivos para sacudirse el mal. El mal indica, por lo general, todo lo que es reprobable, todo lo que no es como debería ser. ¿Qué mal más grande que la amenaza permanente a la vida y a la integridad de la persona, sobre todo de las más débiles? ¿Qué mal mayor que la desvalorización de la vida? ¿Qué mal mayor que la «fundamental insinceridad» con la que nos estamos manejando? Lo que acontece en nuestro mundo es reprobable; en realidad, no debería acontecer. Es el mal. Y también el odio que se desata con la furia de Satanás. Se ha hecho común, fácil, ordinario, lo que no debería ser; como si de una especie de mimetismo trágico se tratara, lo más grave como es disponer de la vida humana se convierte en “moda”, método de autoafirmación de subhumanos y descarriados. ¡Qué grave es esto! ¿Cómo hemos llegado a este extremo?

Tres millones de niñas en el mundo radical musulmán sometidas a la ablación, mutilación genital, al año; niñas secuestradas y asesinadas por el radicalismo religioso de las guerrillas musulmanas. Los niños soldados. Estamos en el centro de «la banalización del mal», cuando asesinar o robar son faltas menores, cuando el mal se convierte en algo fácil, ordinario; algo que se hace sin sentir asco, casi con una conciencia tranquila por monstruoso que sea, por antinatural que sea. Se actúa como si se tratara de una diversión. Una sociedad así no es viable. México es el primer lugar en la difusión de pornografía infantil. La fuente es El Universal. (no lo creo). Videos de violaciones a niñas, sexo entre menores, cámaras escondidas que graban actos pedófilos, todo al alcance de un clic. “Cuentan por miles, denuncias de abuso sexual (de niños) en refugios para migrantes”, esto en EE.UU. La nota es de El Diario. La abyección de la pornografía abusa, incluso, de los inocentes animales. Sí, el mal nos asusta. Los niños migrantes, la trata de personas, la pobreza, el hambre, la guerra. Por discursos no paramos. Pero el hecho se torna más oscuro si pensamos que el mal es obra del hombre. ¿No estaremos ante una cultura que se escandaliza de lo que ella misma promueve?

El mal dice relación al hombre.

Todo lo que en el hombre y en su condición existencial es equivocado, e impide que sea verdaderamente hombre, es malo. No se trata sólo de una regresión. ¿Regreso a dónde? Ni siquiera al reino de las fieras, pues la “ley de la selva” es, ante todo, un equilibrio, una contención natural; el hombre tiene la capacidad de pervertir hasta el instinto. Esta brusca interrupción de la “hominización” ha acumulado mucho dolor innecesario. Inaudito, increíble. El mal, pues, está referido a lo que hay de objetivamente equivocado y desordenado en las cosas, en las estructuras, en las condiciones existenciales y en las actitudes de los demás ante nosotros y de nosotros ante los demás.

El sufrimiento físico y moral sigue obstinándose cruelmente en ser como «un velo que cubre a todos los pueblos» (Is. 25,7). Guerras, hambres, violencias y opresiones, deudas y más pobreza en los países pobres, decaimiento espiritual y depresión económica en los países ricos, y en todas partes pecado y dolor, olvido de Dios, ignorancia y desprecio de la cruz de Cristo, (JP II); tal es el panorama del mal y es la fuente de donde dimana un cúmulo inimaginable de sufrimiento.

¿Cómo vio Jesús de Nazaret el mal?

¿De dónde brota? El mal no es un problema, es un misterio en cuento impide al hombre el camino hacia la plena realización de su ser humano. Y ponerse a investigar los fundamentos del mal tendría el mismo sentido que pretender ver la oscuridad, dice S. Agustín, (De Civ. Dei. XII, 7). Mucho más que todas las filosofías, prefiero la sencillez y claridad de Jesús tal como se aprecian en sus parábolas.

En cierta ocasión, Jesús propuso a los suyos una parábola sobre el tema mediante la parábola del trigo y la cizaña. (Mt. 13,24-30). Las parábolas en el fondo reflejan de un conocimiento muy sencillo y de gran alcance. Las parábolas las puede entender un niño. No son obras de arte, al menos en primera intención; no quieren tampoco inculcar principios generales, sino que cada una de ellas fue pronunciada en una situación concreta en la vida de Jesús, en una circunstancia única, a menudo imprevista. Las parábolas son armas de combate. Cada una de ellas exige una respuesta al instante. ¡Cuántas veces, Jesús se haría hecho esa pregunta al ver el sufrimiento de los inocentes y la ceguera y abuso de los poderosos! Dos preguntas escocen el alma: ¿de dónde brota el mal? y, ¿por qué Dios lo tolera? Ninguna de ellas admite una respuesta fácil.

La respuesta de Jesús.

El Reino de Jesús se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Dios solo tiene buena semilla. Pero la agricultura es siempre un riesgo, la acechan muchas eventualidades que pueden hacerla fracasar. La semilla sembrada es buena. Vio Dios todo lo que había hecho y vio que era bueno, dice al término de su creación. Dios no puso ningún veneno mortal en las cosas; todo es bueno y querido por Dios; él sembró buena semilla, buen trigo. Incluso, el asesino, el secuestrador, el violador, el sicario, el ladrón no salieron tales del vientre de la madre. Alguien, positiva o negativamente, les hizo daño. Pero, mientras los trabajadores dormían, un enemigo suyo sembró mala hierba en medio del trigo y se marchó. (Rudo, S. Jerónimo dice que los trabajadores dormidos son los malos pastores, los pastores descuidados). Luego, el Reino tiene enemigos que gozan en hacer el mal, que siembran mala hierba donde el dueño ha sembrado buen trigo.

Los trabajadores se van por lo fácil y acusan al dueño de no haber seleccionado la semilla. El dueño, no solo no les reprocha el que se hayan quedado dormidos, sino que, con serenidad, demuestra ser consciente del hecho; él sabe quién sembró la mala semilla, para él no hay sorpresa, no es cuestión de la semilla, ésta era buena; él sabe que tiene un enemigo que aparecerá siempre como un antidios, un antiproyecto; alguien que buscará siempre frustrar la siembra de Dios. Es algo con lo que el dueño cuenta sencillamente. El mal está ahí; no es obra de Dios. El reino tiene enemigos muy poderosos, siempre al asecho, que aparecerán siempre. El desconcierto de los trabajadores contrasta con la serenidad del dueño.

¿Qué vamos a hacer, entonces? La parábola está emparentada con el enigma, con la adivinanza. Posee una clave que hay que conocer para entrar en ella. Los trabajadores quieren arrancar inmediatamente la cizaña. No entienden la política del Reino. Quieren meter la hoz revelando su ignorancia; pero el Dueño los calma; y es mejor seguir su política. «La clave es esta: El que Dios deja subsistir la cizaña, siembra de otro, al lado de su Reino, tal es el misterio, dentro de las miras de la parábola». Jesús admite, sabiendo de la traición, a Judas en la Última Cena. Permite que un enemigo suyo siembre en su campo una simiente que no es la suya. (continuará).

+ !Vamos!, el encarte de El Diario, reporta la cartelera del Cinito Universitario”. Viene anunciada un de las grandes películas del cine mundial «La Misión». Inglesa, 1986. Escrita por Robert Bolt y dirigida por Roland Joffé. Actores: Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray McAnally, Aidan Quinn, Cherie Lunghi, and Liam Neeson. Música de Ennio Morricone, lo mejor de lo mejor. Considerada Top 50 Religious Films list. Amerita un cine fórum. Nos dice lo que la iglesia debe ser siempre, más de estructuras.