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La razón es el factor político esencial, porque debe conformar las bases de la comunidad general en el Estado y en las instituciones. La Ciudad, las instituciones y el Estado – segmentos constitutivos de la comunidad humana – deben estar dominados por la razón.

Para Karl Jaspers, la razón viene a ser una instancia ética superior rectora a la que debe someterse, no únicamente la vida privada, sino la vida en común de los ciudadanos; a la razón deben someterse las instituciones políticas, civiles y religiosas, si quieren servir de verdad al hombre.

Al usar la palabra razón en lugar de la palabra “ética” a secas, Jaspers acentúa la relación  existente entre la ética y la razón. Una vida vivida al margen de la ética es, a fin de cuentas, una vida irracional. No auténtica, diría Heidegger. El problema más grave de la humanidad es la pérdida de la dimensión racional de la existencia. Desde sus respectivos sistemas, saltándonos a Nietzsche, todos los filósofos coinciden en la necesidad de la moralidad del individuo y, como consecuencia, de la sociedad. Como esto no puede negarse de entrada, entonces hay que recurrir al sofisma, al mecanismo de  justificación, al subjetivismo, al relativismo, y a expresiones tan vagas como  seguridad o interés nacional, razón histórica, razón de Estado o destino manifiesto. Filosofías han habido pensadas para servir de apoyo doctrinal a la opresión, al colonialismo voraz y al genocidio, como ciertas corrientes  inglesas.

 

Jaspers, (1883-1968), fue un filósofo existencialista en el sentido que le importaba la “existencia” concreta del hombre, y la “existencia es una sintonía de vida y espíritu y sólo se esclarece mediante la razón”. Formó grupo con Max Weber, Ernst Bloch, Emil Lask, Georg Simmel, and Lukács; el suyo, fue un sistema influenciado por el noekantismo; de ahí que sea un  entusiasta de la “razón”. Desde luego, Jaspers no era un racionalista, ni es kantiano, sino alguien que estaba impresionado de imbecilidad humana que floreció en las dos guerras europeas ,y que le tocó vivirlas. Hubiera sido muy interesante que Jaspers hubiese podido escuchar el mensaje de B.XVI en el Bundestag: “Nosotros, los alemanes, sabemos muy bien lo que sucede cuando se separa la razón de la fe.  Sabemos a dónde nos lleva la sola razón”.

 

La razón esclarece la existencia, fue el lema de la filosofía de Jaspers, y quiso iluminar el futuro con este pensamiento en los momentos difíciles que siguieron a al II Guerra Mundial. Pero su pensamiento va más allá de esos momentos. Esclarecimiento de la existencia es un llamamiento a las posibilidades de uno mismo, es dejar que afloren las tensiones entre el espíritu y la vida para impedir la instalación paralizante, la rutina, la falta de novedad y el aburrimiento. Nunca detenerse, siempre avanzar. Y la razón es el factor de ese proceso.

 

La razón – siempre según Jaspers – es mucho más que la mera inteligencia. Esto se ve claro con un ejemplo sencillo: las bandas de asaltantes de bancos, de secuestradores o de sicarios, son entes que gozan del don de la inteligencia, y bien entrenada, además, pero son seres irracionales en la medida en que ellos mismos son destruidos por sus actos,  a la vez que destruyen la convivencia social.

 

De ahí que la meta, si queremos garantizar el futuro, sea la de formar “la comunidad de los hombres razonables”. Trabajo lento que se va dando conforme los hombres razonables se unen silenciosamente y sin proyecto aparente. “La comunidad de la razón es al principio la comunidad de los individuos aislados que confluyen y, sin pactos, sin organización, sin expresión siquiera, realizan la silenciosa solidaridad de la razón”, afirma nuestro filósofo. ¡Qué sugestiva la expresión: “solidaridad de la razón”! Y la razón es la que estamos perdiendo. Juzgue usted mismo la realidad toda en la que estamos metidos, no ya desde las categorías bueno/malo, sino ateniéndose a la categoría fundamental de lo racional o irracional de la situación; ¿Cree usted que nuestra vida particular y social esté bajo el imperio de la razón? ¿Es razonable nuestra organización social? ¿Es razonable el problema educativo en nuestro país? ¿Es razonable el coste de la política nacional ante la situación de pobreza? Entonces, el afán recaudatorio ha de dispararse como solución inmediata. ¿Es razonable el ecocidio planetario? ¿Es racional la situación del Medio Oriente? ¿Son razonables las relaciones entre los Poderes de la Unión en nuestro país? ¿No habrá demasiado personalismo, egoísmo, revanchismo y protagonismo, en el manejo de la política nacional? A mi parecer, existe demasiada irracionalidad en nuestro ambiente. Jaspers contempla esto a nivel histórico universal, de ahí que pugne por la formación de la “comunidad de los hombres razonables” para conjurar el peligro de la destrucción planetaria.

 

Todas las fuerzas posibles deberían estar en función de dicha comunidad; pero es indiscutible que la política ocupe en esta tarea un papel preponderante. En nuestro tiempo hemos hecho de la política una realidad totalizante. El otro poder, que también hemos hecho nosotros, situado frente al poder político, es él de los medios de comunicación y con esto no contaba Jaspers. Menos con las ‘redes’, tras las que está desapareciendo la cultura,  hasta como palabra.  Hacer converger estos dos poderes en un propósito común de racionalidad es en extremo difícil. Por ello el viejo profesor de Heidelrberg  encomienda la tarea a la política. Pero la política es el reino natural de lo provisorio, del arreglo y la componenda; de ahí que la razón deba tomar distancias. “La comunidad de la razón reviste carácter suprapolítico. Debe intervenir en política, si ésta ha de encausarse por la vía de la organización y de la permanencia. No le es dado incluirse en política. Es y aspira a más que la política cuando ésta se convierte en causa apasionadamente defendida”. La política ha de dejarse penetrar por la razón si no quiere ser el origen de muchos males. (Y no nada más la política) “Esto debe convertirse en tarea particular de todo ser humano. Todos los grandes filósofos, y aun los grandes místicos, fueron pensadores políticos”, concluye Jaspers.

 

Manuel Castells, escritor y periodista, ha publicado, en el País, un estupendo artículo, La Crisis de la Política, en el que pinta el horizonte amenazador abierto por el sistema de elecciones en diferentes países,  es decir, lo irracional del hecho: “Las elecciones presidenciales en cualquier país, marcan un punto de inflexión de la crisis de legitimidad política que afecta al resto del mundo”, dice el autor. Luego de pintar a grandes rasgos la situación del mundo, de Africa a Venezuela y Argentina, de Medio Oriente a Colombia; del terrorismo y su antídoto, el terrorismo norteamericano, concluye: “Lo que ocurre en la escena política expresa lo que dicen las encuestas de opinión en todos los países: los ciudadanos no se sientes representados por sus gobiernos (en proporción de 2 a 3  en el ámbito  mundial, según la ONU), tienen una pésima opinión de la honestidad y sentido del servicio público y de los políticos y votan más en contra de lo que temen que lo que esperan”. ¿Se siente usted representado por nuestros diputados? Las elecciones y triunfos políticos en los estados de sureste mexicano, son, a mi juicio,  una ilustración de la irracionalidad, no importa que, ésta, sea democrática. Después de todo, Nietzsche decía que la democracia es la dictadura de la estupidez. Y Mirabeau no se expresaba mejor cuando decía que, debido a la democracia, estamos peor que las mansas reses que llevan al rastro, pues nosotros escogemos a nuestros verdugos. Eso sí, democráticamente.

 

Frente a la razón – siempre según nuestro autor – está la “inteligencia planificadora”. “La razón puede convertirse en factor político si persuade a la inteligencia planificadora para que limite su actividad a los aspectos reales y posibles y si la obliga a incluir en todo plan la posibilidad de que los hombres racionales se encuentren y actúen, y lleguen a desarrollarse”. De lo contrario surge el “aparato”, el aparato de gobierno, el aparato burocrático, el partido, el sindicato y, peor aún, la casta. “En verdad, la razón sólo puede existir en el hombre. Cuando ella no existe, surge un aparato mecánico formado por hombres que sólo tienen inteligencia. El conjunto funciona como una máquina. Crea las condiciones de una existencia indigna del hombre y lógicamente desemboca en la destrucción. Toda institución fundada sobre el hombre debe, si ha de conservar el carácter humano, incluir en sus cálculos al hombre mismo, dentro de lo posible en su carácter de hombre razonable. Sólo cuando se aliente la esperanza de la razón, ésta puede acercarse a nosotros”. Papa Francisco se enfrena a un aparato tremendo; su lucha es humanizarlo, hacerlo “racional”,  y luego, cristiano.

 

El pueblo va logrando, cada vez más, una mejor comprensión del hecho político; cada vez resulta más difícil engañarlo. Tal vez la solidaridad de la razón triunfe y pueda ayudarnos en el trazo del camino a seguir. Nosotros tendremos la oportunidad de expresar nuestra voluntad en las elecciones que se avecinan, para las que ya se calientan motores y se destinan millones y millones a discreción; las urnas serán el lugar donde podremos decidir lo que queremos. Si somos “racionales”. Ojalá que, en tales ocasiones, se note la presencia de “la comunidad de los hombres y mujeres razonables”, en las que se exprese y triunfe la solidaridad de la razón, y nos veamos en la triste condición descrita por Mirabeau. O tengamos que padecer la desafortunada condición descrita por Nietzsche.

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Los nuevos y repetidos escándalos acorralan al papa, – los mismos viejos lobos -, son absolutamente irracionales; e irracional es la traición cobarde. Cierto, la iglesia está formada por hombres, pero, además, el centro está en Italia. Hace falta un nuevo Aviñón.

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Muy racional era Séneca cuando escribía: «El honor y la decencia prohíben acciones que la ley tolera». (¡!)