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Muchas veces oímos decir: ¿La Iglesia? Es intolerante del todo. Pero, ¿es legítima esta acusación? Es muy posible que la cosa sea totalmente al revés. Las personas profundamente religiosas son comprensivas, aunque no admitan el error, y caritativas para aceptar al que está equivocado. El incrédulo suele ser fanático, incapaz de comprender al otro, y, desde luego, no admite una discusión cordial con quien piensa diferente. La Iglesia, es cierto —consciente de que guarda la verdad de Jesucristo en toda su pureza y de que el mismo Jesucristo la constituyó guardiana del depósito de la fe—, no cede ni puede ceder un punto en la doctrina; pero sabe acoger a los muchos que piensan de otra manera, y pide por ellos para que Dios los lleve a la plenitud de la verdad que ella posee.