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Un miembro de la orden rosacruz me decía que ellos tenían secretos que sólo los iniciados podían conocer, y que poseyendo estos secretos entraban en niveles más profundos de espiritualidad, para alcanzar la salvación. Es decir, alcanzar la cumbre del conocimiento o la salvación no era para todos, sino sólo para los que entraran en contacto con estos secretos…. Rosacruces, masones y otros grupos mistéricos se jactan de ser depositarios de ciertas doctrinas para alcanzar la inmortalidad. 

En las religiones mistéricas de la antigüedad los adeptos pretendían lograr la inmortalidad. Para ello debían seguir ciertas reglas y, de esa manera, ir subiendo en el escalafón de los misterios, adquiriendo cada vez más “conocimiento”. Es decir, la salvación estaba fuera del alcance de los tontos. La salvación era para éste o aquél, pero no para todos. 

En cambio en la Revelación del Dios de la Biblia, hombres, mujeres, niños, todos pueden escalar las alturas de la salvación. De ahí que nuestra cultura católica admire a los débiles que resultan ser fuertes, a aquellos que son los menos y logran vencer a los más: Juana de Arco, Francisco de Asís, Teresa de Calcuta… Toda nuestra tradición cultural ha sido influida por esta idea de victoria abierta para todos los que sigan a Jesucristo.