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Creo que también la política debe ser sometida a un proceso de desmitificación para quitarle su carácter de divinidad. En todas partes la gente siente a diario el efecto de las decisiones que emanan de la política. Invaden nuestras conversaciones diarias y al mundo mediático casi en su totalidad. Obvio, no es un conocimiento de la naturaleza de la política, sino más bien el tema es la truculencia y los escándalos. Pero cuando vemos el binomio política-gobierno comprendemos que la política es algo mucho más complejo a grado de llegar a afectar la salud mental y física de los ciudadanos. Este síntoma nosotros lo vemos en nuestra indiferencia ante las cifras acumuladas de asesinatos, de tumbas clandestinas, de niños y jóvenes obligados a incorporarse a la delincuencia. La desaparición de personas, (60,000) y el asesinato de mujeres y niños es un horror. El incremento en el consumo de drogas letales es, además de revelador, infernal, mientras se discute su legalización.

Basta leer a Frankl, (pe. El hombre doliente), para saber que tal diagnóstico no se da en una sociedad sana; pero, además, esto no puede no afectar a la sociedad en su conjunto. En The Sane Society, (¡1955!), Fromm analiza las condiciones de la existencia propiamente humana del hombre. Titula el cap. I: “Estamos sanos”. Ud. ya adivinó la respuesta. El autor gasta papel y tinta para decirnos que los sistemas políticos y económicos han sido incapaces de satisfacer las necesidades propiamente humanas que hacen del hombre un ser mentalmente sano. «La salud mental se caracteriza por la capacidad de amar y de creer, por la liberación de los vínculos incestuosos con el clan y el suelo, por un sentimiento de identidad basado en el sentimiento de sí mismo como sujeto y agente de sus propias capacidades, por la captación de la realidad interior y exterior, es decir, por el desarrollo de la objetividad y de la razón». Como los estamentos económicos y políticos nunca ha podido con un problema de tal complejidad, lo que se ha producido es «la enajenación», concepto bacilar en el pensamiento de Fromm. Entendemos por enajenación un modo de experiencia en que la persona se siente a sí misma como un extraño. Podría decirse que ha sido enajenada de sí misma. Ya no se pertenece y acaba «llamando dioses a las obras de sus manos» (Os.14,3). Termina en la idolatría-enajenación. «Nuestros dioses son las máquinas y la idea de eficacia», denunció en ¡1955! Y la obra de nuestras manos son ídolos: la política, el partido, la religión, (no la fe), el líder, la idea de raza, la teoría económica, la tecnología etc. Fromm está en la línea de los profetas que vieron la sociedad que se iba gestando. Nietzsche lo vio claro: «hoy consagramos a la política las mismas fuerzas, la misma pasión que antes consagrábamos a la religión”.

¿Cómo podemos leer lo que sucede hoy mismo en la atormentada Venezuela, en Bolivia?, He oído lo dicho por Encinas acerca de las tumbas clandestinas en México, de los desaparecidos y la leva de niños, ¿somos una sociedad sana? Ante todo esto ¿cuál es la respuesta del ente político-gobierno? De nuevo Nietzsche: «la política se preocupa del ‘bienestar’ del hombre, no del hombre». Desmitificar la política es devolverle su calidad de simple e impotente creación humana, mera causa instrumental, aunque necesaria.

El incremento del poder del estado es uno de los aspectos más penosos de nuestra época. Esto queda claro al ver el avispero en que se ha convertido la ya de por sí inestable zona del Medio Oriente. Todo afecta a todos, el mundo más inestable, más zozobra, más miedo, incrementos, discursos, ansiedad, restricciones a la libertad.

Los profetas lo vieron hace tiempo. El pronóstico de la decadencia y la barbarie en la que se hundiría el s. XX fue profetizada por personas de las más diversas opiniones, Burckhardt, Dostoievski, Tolstoi, Proudhon y sobre todo Nietzsche; En “El malestar de la cultura” (1930), Freud indaga en el efecto que sobre las pulsiones del individuo ha tenido el desarrollo de la civilización como modeladora pero también represora del comportamiento humano. ¡Cuántas de las instituciones de nuestro hoy caben en esta función de modelación, aun de los defectos, y de represión! El resultado es la “neurosis universal”.  J. Burckhardt escribió en ¡1872!: “…. Hay la perspectiva de una sumisión larga y voluntaria a líderes y usurpadores. La gente ya no cree en los principios, pero es probable que creerá periódicamente en salvadores. (¡!). A causa de esto, la autoridad volverá a levantar cabeza en el delicioso s. XX, y será una cabeza espantosa”.

El ensayo de Lee Siegel, ¿Por qué Estados Unidos está tan deprimido?, al que aludía el domingo pasado, me ha inspirado para escribir el presente.  Comparto solo lo siguiente: «Cada quien tiene su propia definición de crisis política. La mía es cuando nuestra salud mental colectiva comienza a tener un profundo efecto en nuestra política, y viceversa.

No puede ser una simple coincidencia que las dos hayan decaído al mismo tiempo. La Asociación Americana de Psiquiatría informó que del 2016 al 2017, el número de adultos que se describieron a sí mismos como más ansiosos que el año anterior aumentó en un 36 por ciento. En el 2017, más de 17 millones de adultos estadounidenses tuvieron un nuevo diagnóstico de un trastorno depresivo mayor, así como tres millones de adolescentes de 12 a 17 años. Cuarenta millones de adultos ahora sufren de un trastorno de ansiedad, casi el 20 por ciento de la población adulta. Los informes más tristes tienen que ver con el suicidio, un 33 % entre 1999 y el 2017.

Toda esta carnicería mental está ocurriendo en un momento en que décadas de división social y política se han enfrentado entre sí. Más allá de los amargos antagonismos sociales, el país está atormentado por los tiroteos masivos, los peligros alucinantes del Internet, las revelaciones de depredación sexual generalizada, los efectos más severos del cambio climático, la competencia virulenta, el espectro de bacterias resistentes a los antibióticos, la deuda de los estudiantes y la crisis en la vivienda, salud y educación superior. El entorno aterrador ayuda a causar depresión, la depresión provoca un pensamiento catastrófico y el pensamiento catastrófico hace que el entorno parezca aún más aterrador de lo que es.

De esta oscura mentalidad surgió el hambre de una figura fuerte y vengativa cuya llegada ha enviado ondas de choque aún más desgarradoras a la sociedad. Si Trump es realmente un enfermo mental, como afirman muchos de sus críticos, puede ser el líder más representativo que hayamos tenido». Tal vez por ello «En 1977, Jimmy Carter estableció la Comisión de Salud Mental del Presidente, que dio lugar al Decreto de Sistemas de Salud Mental de 1980».

«No me habría sentado a escribir esto si no hubiera sido atormentado en los últimos años por mis propios desafíos individuales, incluidos los frecuentes pensamientos de suicidio. Incluso hoy, la idea de saltar de un puente o tragar una cantidad letal de píldoras entra en mi mente y me apresa con sus garras». El autor de profesor Columbia U.

A nosotros, un país con más de la mitad de su población en la pobreza y pobreza extrema, desempleo y violencia, solo nos que el recurso del desdén perfecto. ¿Elecciones? El que sea, todos son iguales. Para ellos, este lumpen es solo voto. Aunque seamos el hermano mayor.

 En definitiva, “Si Dios es borrado del mundo a grado tal que su imagen sea cancelada de la mente humana, dejaremos de ser humanos y nos convertiríamos en animales muy astutos, muy hábiles; y nuestro destino sería demasiado horrible para contemplarlo”. (K. Rahner. sj.). es la realidad subyacente en última instancia.  ¿llegaremos a ese punto? Claro que no. Pero,mientras tanto, cuánto sufrimiento inútil y evitable,

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En Mendoza, los habitantes en masa están protestado por las minas que, debido al uso del cianuro, han puesto en peligro los viñedos donde se produce el mejor vino argentino. Samalayuca es un hermoso capricho de la geología, testigo de eras muy lejanas. “Preservará E.U. los tesoros naturales de White Sands. 600 mil visitantes. 31 millones de Dlrs.”. (ver: El Diario. 24.12.19). Hagamos algo semejante.