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Más bien, quienes sí se han rebelado, son los estados de Oaxaca y, por contagio, sus vecinos a la manera del hongo de la uña del pie que, infectada, acaba contagiando a las otras.

Suprimiendo la figura retórica, diremos que los curas no tienen ni tiempo ni ganas de “rebelarse”. ¡Hay tanto que hacer, tanta miseria que atender, tanto dolor que socorrer, tantos muertos que enterrar, tantos niños que educar en la fe, tantos jóvenes que orientar! Y la vida no alcanza para tanto. Hace unos días tuvo lugar la ejecución de dos personas; el velorio se dio en el patio de una casa misérrima, un patiecillo lleno de tiliches, bajo el sol ardiente; unas láminas hacían sombra a los cuerpos; y el cura ahí estaba, con los deudos desolados compartiendo su dolor y su impotencia. Las rebeliones son lujo de ociosidad en tales circunstancias.

Sin embargo, a la manera de las réplicas que siguen a un gran sismo, siguen dándose explicaciones sobre los resultados de las elecciones pasadas. Y de ello es que quiero ocuparme.

Luis Pablo Beauregard, (El País. 14.06.16), ha escrito: “La agenda progresista de Enrique Peña Nieto ha agitado a la ultraderecha mexicana. Organizaciones de católicos laicos buscan un papel protagónico en la política para defender a la familia tradicional y oponerse a los matrimonios gays, el aborto, la eutanasia y la legalización de la amapola y marihuana. El PRI y el Gobierno se preguntan hasta qué punto este tipo de organizaciones influyeron en la derrota del tricolor en cuatro bastiones en las elecciones del 5 de junio”. Pero aclara que se trata de la ultraderecha. Y tales grupos existen, y existen en todas partes como el británico que ha asesinado a la congresista inglesa Jo Cox, así como el asesino de Orlando. Lo único más peligroso que la ultraizquierda es la ultraderecha porque esta se piensa como la defensora de Dios a grado de que si ella desaparece o no hace su tarea, Dios desaparecerá también. En la historia reciente hemos visto lo que son estos ultras, en Stalin o en Hitler.

Riva Palacio ha escrito un artículo titulado “La rebelión de las sotanas”. Se trata de un artículo cuyo presupuesto no comparto del todo. Mi percepción es que, al menos aquí, no ha habido ninguna injerencia eclesiástica en las elecciones pasadas, por ningún motivo. Una vez más el análisis que según los editorialistas hace el sistema político mexicano, debe ser más bien hacia adentro. En un crucero por donde paso varias veces al día hay un muchacho que vende semillas, El Diario y el PM. Hemos llegado a ser muy correspondidos amigos. Este jueves, a medio día, me preguntó a bocajarro: ¿Por qué perdimos, pues, Padre? Resultaba difícil por la premura del tráfico, el calor y la calidad de mi interlocutor, detenerme a dilucidar el problema. Me limité a decirle: no lo sé, y me dijo: ¿no sería por las declaraciones de Peña Nieto? Y puede usted estar seguro que aquí no hubo ninguna sotana de por medio.

Ciertamente, la iglesia, si no estamos bajo el régimen del discurso único, ha de proponer la doctrina, pero una doctrina que no es suya, sino que, según nuestra fe, es de Dios. El matrimonio y la familia, tal como las conoce nuestra fe, son un proyecto divino anterior a las religiones y que en última instancia radican en la naturaleza natural del hombre. Es un error grave hablar de la familia y del matrimonio “según la iglesia”; lo que ha de quedar claro es que la iglesia no tiene ninguna facultad para cambiar algo que es de institución divina. Y la familia y el matrimonio lo son. Esto concuerda, además, con la ley natural. Y punto.

De aquí a posiciones ultras y a insultos inadmisibles, hay un abismo. Yo he leído con verdadera vergüenza, considerándolo no solamente lamentable, sino francamente insultante, las palabras del obispo Jonás Guerrero: «¿No será que el Presidente anda buscando gavioto en lugar de gaviota?» Una persona que habla así no está capacitada para hablar al frente de una comunidad católica, o, ¿quién está de acuerdo con semejantes palabras? Espero que a estas alturas haya habido una rectificación y solicitado disculpas y perdón. Al afirmar esto tenemos que aclarar la fuente.

Pero si llama la atención el hecho de que un priísta “pura sangre”, como Labastida haya dicho que él jamás hubiera firmado esas iniciativas en tales circunstancias, si fuera el secretario; antes habría renunciado. También es cierto que en una sociedad pluralista, compleja y laica, en el sentido más positivo de la palabra, el presidente lo es también de los que no piensan de forma católica.

Pero en esa búsqueda de las causas, las cosas podrían ser bastante más sencillas. Un joven y eminente médico va a instalar su consultorio, cosa por lo demás muy buena y saludable. En la banqueta necesita hacer un pequeño acceso para los discapacitados, que llegan en sus sillas de rueda o andadores. Recorrió todas las instancias municipales habidas y por hacer, palancas incluidas, para lograr el permiso y hacer tal acceso a los discapacitados que llegarán a su consultorio. Un calvario, todas las dependencias, hasta el departamento de estacionamientos y demás, para concluir que lo tendría que hacer él, pero que tendría que pagar tres mil pesos por el permiso y mil pesos mensuales. Llegado el momento, las personas así tratadas y francamente obstaculizadas, ¿por quién votarán?

Y aquí no hay sotanas de por medio.