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 Lo peorcito del mundo…

El papa reforzó el perfil

de líder mundial.

(El País).

 

“En ese momento, (en la pasión), el Señor está experimentando en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así́, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo» que nos separa y nos enfrenta, de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera”. (En el Parque del Bicentenario. Quito.).

Más allá del mensaje trascendental del papa, está la cantidad de signos, de gestos, de acciones y reacciones. Si no tenemos en las venas hiel, si el odio y el prejuicio no nublan la mente, tendremos que reconocer algo de misterioso en la presencia y las palabras de los papas que han compartido la dolorosa historia reciente de la humanidad. Recordemos, tan solo, la historia de los papas, de Pío XII hasta Francisco, y comprobaremos que Dios no ha abandonado a la humanidad.

“Un millón de argentinos viaja a Paraguay para ver al Pontífice”. El Ejecutivo argentino pronosticó que un millón y medio de personas que viajarán para asistir a las dos misas que celebrará el Papa. Nunca antes tantas personas han cruzado la frontera de ambos países en tan pocas horas, pero Jorge Bergoglio, que careció de tanto poder de convocatoria durante sus 15 años como arzobispo de Buenos Aires, está revolucionando la fe de sus coterráneos. “Los Gobiernos respectivos han facilitado el tránsito. La propia Fernández, que antes mantenía una relación distante con Bergoglio por temas como el matrimonio gay y la corrupción, viajará a Paraguay a encontrarse con él por sexta vez desde que es Francisco, desde que sus críticas a la corrupción se escuchan en todo el mundo. Ningún otro jefe de Estado lo ha visto tanto como ella”.

No es un despliegue de fuerzas, o triunfalismos necios; de hecho, no existe el acarreo. La espontaneidad de las multitudes debería hacer pensar a nuestro mundo, al mundo de la política, sobre todo, y al mundo de la tecnología y la economía. Pero la pregunta más de fondo es, ¿por qué su mensaje se pierde en el silencio y la soledad del desierto? “Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo”, sentencia Tomás de Aquino. Recuerdo al viejo obispo Talamás, que decía: “si el diablo me dice una verdad, tengo que admitirla”. Pero, a nada se le teme más que a la verdad. Sí, la presencia multitudinaria, donde quiera que el papa se presenta, más allá de las restringidas barreras religiosas, es un signo inequívoco de la sed de verdad que hay en la gente, sobre todo en los sencillos, en los humildes de la tierra, de los mansos. Los pobres serán pobres, pero no tontos.

Los mensajes de Francisco en viaje a Sudamérica, son un testimonio que obrará en contra de nuestra generación. Nosotros vivimos un sismo social y político con la fuga del Chapo. Se ha dicho todo, memes incluidos -, pero, tal vez, no lo más importante. ¿Seguridad nacional? No sé. Lo que sí afecta la seguridad nacional es la corrupción «que es la polilla, la gangrena de los pueblos». “Desvían gobiernos (estatales) 8mmdp”: Federación. Y Pemex se pone a la venta cuando el producto no vale. Fracaso. Grave situación espera a México.

El Papa visita el infierno de Bolivia.

Francisco acude en Santa Cruz a una de las prisiones más peligrosas de Latinoamérica y denuncia la lentitud de la Justicia. El 84% de los presos de Bolivia aún está a la espera de ser juzgado –desde hace más de una década en algunos casos–, y las 53 cárceles del país sobrepasan en un 300% su capacidad. Las condiciones de descontrol, peligrosidad y hacinamiento son tan terribles que uno de los reclusos de la prisión de Palmasola se las describió así al papa Francisco: “Cuando llegué, esto me pareció Sodoma y Gomorra”. Este es el infierno, también en México. ¿Por qué es así?

 

Si Francisco reforzó el jueves su perfil de líder mundial durante la reunión con los movimientos populares, el viernes fue, simplemente, un pastor que se acerca a reconfortar a las ovejas más heridas del rebaño. Los escuchó primero cuando, por boca de una reclusa, le dijeron: “Admitimos nuestras culpas por los delitos que cometimos, pero como mujeres sufrimos el abuso de poder, imploramos en tu nombre justicia. Que tú seas nuestro intermediario para que se cumpla en Bolivia un indulto para las mujeres embarazadas y para las mujeres que tienen que descontar 30 años y ya han vivido un tercio de su pena”. Este grito, ¿no se oye en México? Sin ningún sentimiento de superioridad, les dijo el papa: «Ustedes podrían preguntarse que quién está ante ustedes, y a mí me gustaría responderles a esa pregunta con una certeza que ha marcado mi vida para siempre: el que está ante ustedes es un hombre perdonado”». Francisco se asume como “un hombre perdonado”; no se presenta como un hombre moralmente superior. Y es que todos somos, y solo en esa medida seremos hombres, pobre seres perdonados. O somos perdonados, o no existimos.

Cuando tomó la palabra, Bergoglio dijo ser consciente de las duras condiciones de vida de los reclusos. “Yo sé bien que son muchos los elementos que juegan en contra en este lugar. El hacinamiento, la lentitud de la justicia, la falta de terapias ocupacionales y de políticas de rehabilitación, la violencia…”. Y de ahí que les hiciera dos propuestas. Primero, como Papa: “Si en algún momento están tristes, mal, bajoneados, (rebajados), miren el rostro de Jesucristo. En sus llagas, encuentran lugar nuestras llagas. Él murió por vos, por mí, para darnos su mano y levantarnos”. El segundo, como amigo: “No pueden dar todo por perdido. La convivencia depende en parte de ustedes. Ayúdense entre ustedes. No tengan miedo de ayudarse entre ustedes. El demonio busca la rivalidad, la división, los bandos. Luchen por salir adelante”. Cuando se pueden oír tales palabras, no estamos, ya, en el infierno.

El futuro está en sus manos. ¡No se achiquen!”.

En un pasaje que puso la emoción a flor de piel, Bergoglio quiso hacer protagonistas de la salvación del mundo a los más humildes: “¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora, frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas?”. (La política de los políticos es mantener la pobreza alimentada con promesas y limosnas. Hiere la foto de Cristina y Dila, abrazadas y sonrientes).

 

A continuación, el Papa, entre aplausos, contestó su propia pregunta: “¡Mucho! Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra). ¡No se achiquen!”.

La familia, un milagro.

El tema familia es longitudinal en la visita papal. Ante los representantes de la vida social, política y económica, el papa propone una recomposición de la vida familiar, primera célula de la sociedad y escuela de las virtudes cívicas. Si estos segmentos sociales olvidan el ser familiar, no se trabaja sobre algo sólido. Resulta muy interesante el hecho de que el papa, al hablar al mundo de la economía, de la política y la cultura, hable del rol esencial que la familia juega en la composición de la sociedad. Es más importante que la política y la economía; en todo caso, éstas deben estar al servicio de la familia. Ese discurso es de lectura obligada. (Discurso a los representantes de la vida social, política y económica. Quito. 08.07.15).

 

El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos servidores por amor los unos de los otros. Allí en la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño, cuando nos peleamos, porque en todas las familias hay peleas. El problema es después pedir perdón. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213). La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí para que se cure. La primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos. En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y que tanto aporta al bien común de todos.

El liderazgo papal.

Lo dicho son botones de muestra. El hecho desconcertante para los analistas serios es las multitudes que se reúnen en torno al papa en todas partes. ¿Qué significa esto? El 2005 escribí lo siguiente: “Timothy Garton Ash, historiador británico, profesor en Oxford y especialista en asuntos europeos, que se confiesa agnóstico y liberal, ha resumido acertadamente el acontecimiento que nos ha ocupado esta semana: la agonía y la muerte de Juan Pablo II. El mundo ha vivido su muerte, dice el historiador británico. Ha sido un calvario de dimensión mundial. Personas de todos los rincones de la tierra se reunieron en la Plaza de San Pedro para vigilar las dos ventanas del aposento Papal, iluminados de forma antinatural contra el cielo nocturno. Cristianos, judíos y musulmanes de los Cinco Continentes rezaron por él.

 

¿Qué nos dice esto? Se pregunta Garton. “Que el Papa Juan Pablo II fue el primer líder mundial. Hablamos de Bush, de Blair o de Hu Jintao y los llamamos líderes mundiales, pero no son más que dirigentes nacionales que ejercen un impacto mundial, nunca llegan a la categoría de líderes mundiales Estamos, pues, ante un fenómeno extraordinario sobre el que habrá de reflexionarse por mucho tiempo; la cercanía de los acontecimientos no nos permite todavía digerir el significado.

Este liderazgo, según Garton, se debía a que “Juan Pablo II era el único que reunía tres condiciones: durante más de un cuarto de siglo fue Jefe de la mayor organización humana supranacional del mundo (Naciones Unidas es una organización de estados, y la umma islámica no es una organización). Tenía absoluta convicción de que su mensaje era universal y destinado por igual a cada hombre, cada mujer y cada niño, tanto católico como no católico. En resumen, convirtió el mundo en su parroquia. No lo había hecho nadie anteriormente. Nadie podía hacerlo. Como agnóstico liberal, no me siento capacitado para valorar lo que supuso para la iglesia católica. Pero creo que sí puedo juzgar lo que significó para el mundo. Juan Pablo II fue, sencillamente, el principal actor político del último cuarto de siglo”.

Otro tanto podemos decir de los papas que precedieron y de los que siguieron a JP.II. Lo vemos con claridad en este pontificado tan especial. Papa Francisco regresó al Paraguay donde se decidió la suerte de la América Latina. (s. XVII). Me refiero a las “Reducciones jesuitas del Paraguay”. De haber triunfado este modelo social, EE.UU. no existiría como potencia hegemónica, decía JV.