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La originalidad del relato lucano.

 

Cuando Cristo comienza su enseñanza en Nazareth, toma las palabras del profeta Isaías para «proclamar el año de gracia del Señor» (4,18-19). Este año de gracia es un año de misericordia que se manifestará en su persona y por los gestos y palabras.

 

1.- Los rasgos de la misericordia.

 

  1. a) La misericordia restaura la dignidad de hombre y de hijo.

La parábola del Hijo pródigo nos habla de la restauración de la dignidad de hombres y de hijos. El hijo es la imagen del hombre de todos los tiempos. Tras haber considerado el pecado desde el punto de vista exterior (la partida, las consecuencias y el fracaso del hijo menor), la parábola interioriza uno de los bienes perdidos: su dignidad de hijo en la casa paterna. La misericordia paterna hará revivir la conciencia de hijo en el camino hacia el Padre que le recordará lo que se jugó en su partida y en su retorno. El drama toca su dignidad humana y su calidad de hijo. «De entrada, él, (el hijo pródigo), sentía instintivamente que más que un trabajador, que esperaba ser, él seguirá siendo hijo. El que ha sido hijo una vez, lo es para siempre. En el momento mismo en que el hijo perdido se reconcilia con sus escombros, él está ya en su casa, en la casa de su Padre». (A. Louf). Volver como trabajador es una medida de justicia o de sobrevivencia. Recobrar la calidad de hijo es una medida de misericordia gratuita que puede ser presentida, pero nunca merecida. Los bienes dilapidados están perdidos para el hijo, lo mismo que para el padre. La dignidad de hijo puede reencontrarse y puede ser dada de nuevo. El hijo reencuentra esa dignidad, el padre se la concede de nuevo: es la sustancia de los reencuentros. Esto es lo que explica la alegría del padre: saber que un bien fundamental ha sido salvado: la humanidad de su hijo.

 

El padre, figura del Padre eterno, es fiel a su paternidad, fiel al amor con el que cubre a su Hijo. Tal misericordia se expresa por la alegría de los reencuentros, por la fiesta en su honor, por los movimientos de emoción afectiva que le impulsan hacia el Hijo tal cual es: «Su padre lo vio de lejos y se estremeció; salió corriendo, se le echó al cuello y lo cubrió de besos» (15,20) La misericordia ve en el hombre que regresa la bondad de su humanidad y la grandeza de su filiación. Esta mirada divina, define la misericordia. «Era necesario hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido encontrado». (15.32). La alegría de la misericordia no es materia solamente de una angustia que se calma, la alegría brota de la admiración de un don restaurado, renovado. El pecado del hijo menor encuentra ésta consideración sobre la misericordia. Estar cerca del padre sin tomar conciencia de su dignidad de hijo, sería renegar de sí mismo y pecar. La misericordia del padre revela, igualmente, al hijo menor, cuál es su verdadera condición: ser hijo cerca del padre.

 

Lucas nos muestra así la fidelidad de la misericordia divina: revelar al hombre que la había perdido, que la había rechazado o de la que no tenía conciencia, su dignidad fundamental de ser humano, hijo de Dios, a imagen del padre creador y restaurador. El amor que brota de la paternidad impulsa al padre a preocuparse de la dignidad de su hijo. La misericordia tiene el poder de regenerar al hombre en aquello que él es sustancialmente. Y lo hace de una manera específica:

«Este amor es capaz de inclinarse sobre cada hijo pródigo, sobre cada miseria humana, y sobre todo, sobre cada miseria moral, sobre el pecado. Siendo así, el que es objeto de misericordia no se siente humillado, sino reencontrado, revalorizado. El padre le manifiesta ante todo su alegría porque él ha sido encontrado, porque ha vuelto a la vida. Esta alegría manifiesta que ese bien permanece intacto: un hijo, incluso pródigo, no cesa de ser realmente hijo de su padre; esta alegría es también la señal de un bien reencontrado, que en el caso del hijo pródigo ha sido el retorno a la verdad de él mismo. (J.P.II. DM 6)

 

Si el hijo no lo puede hacer por sí mismo, la gracia paterna y divina lo realizará. Así, la misericordia aparece como aquello que valoriza, fortifica y promueve el bien fundamental del hombre: su propio ser. Su poder es tal que ella puede sacar bien de todas las formas de mal que existen en el mundo y en el corazón del hombre.