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¡Esta incorregible

raza humana!

(Dostoievski).

 

De todos los libros del A.T., el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable, dice L.A. Schökel. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, menudas prescripciones rituales. Sin embargo, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el hombre se enfrenta con Dios en el filo de la vida y de la muerte, de la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconsideración. El hombre se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia. (El incesto es abominable. No te acostarás con un hombre como, (si fuera), mujer. Es una abominación. La mujer no se ofrecerá a un animal para que la cubra. Es una depravación.).  Si remontamos las minucias y tomamos proporción de la distancia, descubriremos una realidad humana válida y permanente; si el hombre no se cuida, puede hundirse en la depravación total. La redacción final del Lev., aun conteniendo elementos antiquísimos, podemos situarla alrededor del siglo VI a.C.

Por razones de oficio, y del Oficio, leí el cap. 19 de este libro y quedé impresionado. ¿Qué es, realmente, el hombre? ¿Dios lo hizo así, fatalmente? ¿Son suficientes sus mandamientos para un ser tan endeble y propenso al peor de los derrumbes? Mientras el circo político tiene abiertas todas sus trágicas pistas, díjeme: voy con mis lectores a pasear por los sótanos del problema humano.

“En aquellos días, el Señor habló a Moisés”. Es el Legislador Supremo que dicta normas para que se observen y evitar el colapso.

«Di a toda la comunidad de los israelitas: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”. Tal es el ‘leit motiv’. La moral bíblica es relacional, nunca un ley seca, impersonal, fría; relación con Dios y con el prójimo.

“Respetad a vuestros padres”. Cuando cumplo este mandamiento, honro mi procedencia. El Mandamiento de honrar al padre y a la madre no se dirige a niños y personas que están creciendo, sino a hombres y mujeres adultos. No está pensado ni mucho menos como instrumento educativo; pues persigue otro fin totalmente distinto”, (Limbeck). Honrar a los padres quiere decir participar de su sabiduría y experiencia. Y significa respetar las raíces de la propia existencia.

«Y guardad mis sábados». Dios no cuida en este mandamiento de que lo honren y le den culto, sino de los seres humanos y su libertad y liberación, Dios quiere crear para las personas un tiempo regular de descanso. Se trata de nuestro descanso. Dios quiere crear un espacio de ocio para la gente, quiere darnos un respiro. Es bueno que nos distanciemos de nuestras obras, de lo contrario, nos aplastan. Dios deshace la base de una sociedad de esclavos, incluso de toda sociedad de clases. La celebración dominical comunitaria-democrática de la fiesta de la liberación por Dios, también conducirá a otra convivencia semanal más sana. Se trata de evitar, incluso, la autoexplotación, la ‘sociedad del cansancio’.

«No acudáis a ídolos ni os hagáis dioses de fundición». Es ídolo es cualquier cosa hechura de nuestras manos: ‘Nuestros dioses son las máquinas y la idea de eficacia’ (Fromm).

«Cuando ofrezcáis al Señor sacrificio de comunión, hacedlo de manera que le seáis gratos».

«Cuando seguéis la mies de vuestras tierras, no la siegues hasta el borde del campo, no espigues después de segar. Tampoco harás el rebusco de tu viña, ni recogerás de tu huerto los frutos caídos. Se los dejarás al pobre y al forastero». De niño llamábamos a esta operación ‘rastrojear’; luego que los piscadores terminaban, los niños – y adultos – íbamos a recoger lo que se había quedado en la milpa. El mandamiento procura con ello aliviar la pobreza del indigente. Obliga a compartir de aquello que Dios nos da. Es sabiduría.

«No robaréis ni defraudaréis ni engañaréis a ninguno de vuestro pueblo. No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios». Sin mayor comentario. Robo, fraude, engaño, pa’qué queremos más.

«No explotarás a tu prójimo ni lo despojarás. No dormirá contigo hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo, ni pondrás tropiezos al ciego. Respeta a tu Dios». Se condenan sin cortapisas el abuso y prepotencia. El abuso contra los indefensos es condenable; los populismos y las manipulaciones, las políticas de los salarios mínimos, la explotación, todo está condenado. “Por el grito del pobre me levantaré yo, dice el Señor”.

«No darás sentencias injustas, ni por favorecer al pobre, ni por honrar al rico. Juzga siempre con justicia a tu prójimo. No andarás con chismes de aquí para allá, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo».  ¿No radica en la violación a este mandamiento uno de males más sentidos de nuestro hoy? Vea el caso ‘los porkys’. Y eso de los ‘chismes’, ¿no dice algo al mundo de los medios?

«No guardarás odio a tu hermano, pero lo reprenderás abiertamente para que no cargues con pecado por su causa. No serás vengativo ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor». A una sociedad afectada gravemente por la enfermedad de la violencia, ¡cuánto nos dicen esta ‘palabras!

«No acudáis a nigromantes ni consultéis adivinos, pues quedaréis impuros». La gravedad de este pecado consiste en el desplazamiento de la confianza; es tanto como ‘tener otros dioses delante de mí’.

«Ponte de pie ante las canas y honra al anciano». Alguna vez se nos inculcó mucho el respeto a los mayores, como una extensión del IV mandamiento.

«Cuando un forastero se establezca con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis. Será para vosotros como un compatriota: lo amarás como a ti mismo, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto». Esto haría mucho bien meditarlo a un mundo xenófobo, racista, constructor de muros, excluyente e (/&$#.

«No cometáis injusticias en los juicios, ni hagáis fraude en pesos y medidas. Tened balanzas exactas, pesas justas y medidas precisas». O sea, litros de a litro, kilos de a kilo, y precios justos. No inyectar agua a las naranjas para el jugo ni al pollo para vender agua a precio de pollo ni aumentar precios no más porque sí, etc., etc.

«No entregues a tu hijo a Moloc; el que lo haga es reo de muerte». El Moloc, dios sanguinario, es hoy el vicio, el abandono, la orfandad religiosa de la actual generación. Las drogas. La muerte. ¡Cuántos hijos sacrificados a este dios!

La advertencia final: «Cumplid todas mis leyes y normas, poniéndolas por obra. Yo soy el Seño». (Lev.19,1-18. 31-37).

Dice el señor Frankl, el “El hombre doliente”, que la dimensión espiritual es la que permite al hombre “vivir con sentido”. Le permite descubrir “un sentido por cumplir, ir hacia un semejante que sale al encuentro; en todo caso el ser humano es realmente humano en la medida que se disuelve en el servicio por una causa o en el amor a una persona; cabe afirmar que el hombre es realmente él mismo, y se realiza a sí mismo, en la medida en que se pasa por alto y se olvida de sí mismo con la entrega a una misión o a un semejante” (p. 210). Lo dicho arriba, salva la dimensión espiritual del hombre, es decir, lo humano del hombre.

Cuando nos olvidamos de esta verdad, lo único que hacemos es chismes y cocteles con tanta porquería como hay. Pero la redención se aleja cada vez más.