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Santo Padre. Venerables padres. Venerables hermanos y hermanas en Cristo.

Se me ha solicitado preparar una ayuda para la meditación sobre la misericordia en la vida cotidiana.

Dios se revela en su modo de relacionarse.

1.- Pavel Florenski, un pensador genial, cristiano, de vida santa y mártir, siempre repetía que la vida es un tejido relacional; que la vida se desarrolla a través de las relaciones y que en las relaciones de la vida relacional el hombre se revela a sí mismo, revela su contenido. Y hay dos posibilidades, según él. El individuo se revela a sí mismo, la persona, como sabemos, teológicamente, revela a otro, dentro de un rostro cristiano hay siempre otro, dentro del cristiano vive la iglesia porque participamos de aquel que dijo: “el que me ve a mí ve al Padre”. Por lo tanto, el desarrollo de la historia es el lugar del conocimiento de la persona; esto vale para el hombre, porque la historia es un misterio, y vale también para Dios, a Dios lo conocemos en y por la historia.

En el éxodo Dios se presenta así: “Yo experimento una visceral conmoción por el hombre”. Y desde las primeras páginas de la biblia, vemos a Dios que se encamina tras las huellas del hombre. Y todo este libro, la biblia, es el relato de esta búsqueda.

Entre el hombre y Dios hay una distancia infranqueable, no solo al nivel del ser, sino a causa del pecado: «El pecado ha cavado un abismo entre mi pueblo y yo», dice Isaías. Y Dios es el único que puede cubrir la distancia que separa al hombre perdido, pecador, muerto, del Dios viviente; el hombre por sí solo no puede abarcar esta distancia porque significaría que podría abarcar el pecado y la muerte. Y esto no puede hacerlo. Y esta capacidad de Dios para cubrir tal distancia y alcanzarnos, es la identidad de Dios hacia nosotros y hacia la creación. A esto nos referimos cuando hablamos de la misericordia divina.

En el Oficio Maronita del Sábado Santo:

Buen Pastor
para buscar tu oveja
te has rebajado;
fuiste elevado sobre la cruz
y desde ahí, de arriba,
viste que se había
convertido en polvo.
Ahora, descendiste al lado de él,
al gran sheol;
te inclinaste sobre el polvo,
la has llamado con tu voz,
la has resucitado,
la pusiste sobre tus hombres
y la has hecho
subir al cielo contigo.

Esta misma imagen que, de hecho, se encuentra en el logo del Jubileo, lo encontramos también en este bellísimo himno de San Efrén Sirio:

El pastor de todo
ha bajado
a buscar a Adán,
la oveja que se había perdido;
sobre su espalda la ha levantado
alzándola.
Él era una oferta
para el dueño del rebaño;
bendita su bajada.
Tú has descendido
al hades
para buscar tu imagen destruida
como un pobre;
como un mortal
tú has descendido
y has bajado la escalinata
del abismo de los muertos.
Tu misericordia
se ha reconfortado

viendo a Adán
reintegrado al redil.

Misericordia y comunión, propiedades solo de Dios.

2.- La misericordia es como la comunión; en sentido estricto, la comunión
es solo la vida de Dios; y la misericordia es nombre solo de Dios. Estas dos cosas, el hombre no puede ni inventarlas ni realizarlas más que cuando es alcanzado por la misericordia y empieza a participar de la vida que es comunión. Entonces, ambas cosas no son obra nuestra. Cuando el hombre
se esfuerza por realizar la comunión, confundiéndola, por ejemplo, con la  comunidad, que es simplemente el lugar donde se realiza la comunión, antes o después, el hombre se cansa porque la comunión se realiza en modo pascual.

-El hombre, lugar de /a revelación de la misericordia.

Estas dos cosas no las podemos hacer, podemos solo revelarlas. Pienso que debemos estar muy atentos porque en un clima donde impera un fuerte antropocentrismo, donde el individuo que hace todo, se pone a hacer también obras de misericordia. No, el hombre se convierte en lugar de la revelación de la misericordia porque comienza a vivir según la vida de Dios, es decir, incluyendo al otro. La existencia de Dios, como decían los antiguos padres griegos, en su modo de ser, que es su modo íntimo, el Padre es comunión, existe ya incluyendo al otro, al Hijo, etc., la existencia de Dios es incluyente, implica, y cuando el hombre recibe esta vida, comienza a vivir así, se convierte en una revelación. Tales son la «obras buenas» (Mt.5,16), que “los hombres deben ver” para que den gloria al Padre.

-El padre nos poda y purifica para dar fruto.

Para poder ver mejor como el hombre puede revelar su realidad, su
contenido, y cuál es el verdadero contenido que el hombre, en la historia,
puede revelar como iglesia, podemos referirnos a algunos pasajes bíblicos, tan bien conocidos que ni siquiera hace falta leerlos.

Por ejemplo Jn.15, cuando dice Cristo: Yo soy la vid verdadera y mi Padre
es el viñador. Todo sarmiento mío que no da fruto lo corta. Los que dan
fruto los limpia para que den más fruto. Y ustedes están limpios por lapalabra que les he dado. Permanezcan en mí. Para dar fruto, es necesario permanecer en Cristo.

La primera cosa interesante es que, el Padre que es el viñador, poda, corta. Nosotros estamos siempre bajo el riesgo de comenzar a ajustarnos, (a arreglarnos, perfeccionarnos por nosotros mismos), a nosotros mismos; una vez bajo una idea, una moda, otra según una corriente cultural, pero siempre nosotros que nos hacemos a nosotros mismos. Es muy bello. Pero no. El Padre es quien corta, poda; y el Padre nos purifica.

Y nosotros sabemos que hay dos podas; la primera es aquella que corta las ramas, que es muy delicada porque si uno no sabe hacer una poda, con toda seguridad va a destruir la vid. Podar una vid es arte y conocimiento. Pero la segunda poda es más delicada, porque ya han nacido los primeros botones de la vid, y un podador que no sepa su trabajo, seguramente va a cortar también esos pequeños frutos que están naciendo. Por esta razón, Juan emplea la palabra «purificar» no podar: «Los que dan fruto los purifica para que den más». Solo así se dará más fruto; y solo el viñador, solo el Padre sabe cuál es el fruto verdadero que debe dar una persona. Porque la historia exigirá a la persona cómo debe revelarse; pero si uno comienza a ajustarse, a arreglarse y busca ser, por ejemplo, pensemos en una persona enfocada, decidida, fuerte, enérgica que después comienza a organizarse para convertirse en una persona tranquila, humilde, buena, casi flemática; está bien, pero quizá ha arruinado su verdadera misión porque tal vez lo llame a ser una persona fuerte, enérgica, decidida. Dios sabe cuál es el fruto. Y para dar más fruto es muy curioso, porque, fíjense, el fruto de la vid no es la uva sino el vino; no nos podemos enamorar de fa uva. Es necesario ver el vino y el viñador sabe cómo podar para que las uvas que permanecen den más y mejor vino.

Ahora veamos una segunda cosa curiosa. No nos podemos detener en las primeras etapas de la vida, cuando uno crea, propone, realiza, es necesario el paso de la prensa. del mosto, hasta llegar al vino. Y para la pascua, ninguno se prepara por sí solo. Son otros los que nos la preparan, con frecuencia, los más vecinos. Como para Cristo, sus discípulos fueron a prepararle la pascua. Pero el amor tiene que madurar de modo pascual, de otra manera, no da el fruto que permanece.

Pero hay todavía una cosa más curiosa, el tronco de la vid, el profeta Ezequiel, en el capítulo 15 nos dice: “¿En qué gana la vid a los demás arbustos silvestres? ¿Sacan de ella madera para cualquier labor? ¿Sacan acaso clavos para colgar la vajilla? Se la echa a la lumbre y el fuego le devora las puntas, y el centro se quema. ¿Para qué servirá entonces, si cuando estaba entera no servía para nada?, cuando la queme el fuego y la devore, menos”. Recuerdo cuando era pequeño, nací en los Alpes, en las montañas, donde hay solo nieve y no crece nada y la gente comerciaba con las regiones vecinas más cálidas, los vecinos hacían jabón y decían: a aquellas regiones donde hay vides no hay que llevar jabón, porque contaminan las cenizas con las que se abona el viñedo. Porque el tronco, el leño de la vid, no sirve absolutamente para nada, solo para el vino.

Cuando pasa el agua a través de este tronco de la vid, solo este leño tiene las características que deja correr esta savia, que es capaz de producir el racimo de la uva, el mosto a través de la prensa, y el vino. Es un leño único que contiene todo aquello que es necesario para producir el vino.

Entonces, ¿a qué se refiere Cristo con esta vid, con este tronco?, es la humanidad. Si la humanidad no es atravesada por la vida filial, la vida divina, termina trágicamente corno todo ser de la creación. El hombre, solo es hombre si es divino-humano. Si es de Cristo, si es la divina humanidad de Cristo. Si a través de nuestra naturaleza humana no corre un principio personalizante, personal, filial, con una vida que tiene su fuente en el Padre, terminaremos, – podemos realizar grandes obras, pero la tumba y los gusanos serán la última estación.

Por el contrario, si pasa a través de nosotros la vida de Dios, el hombre será capaz de dar el fruto que permanece, es capaz de envolver su trabajo en el amor que permanece para siempre, porque regresa al Padre. Por lo tanto, ver que lo que el hombre puede revelar es su divina humanidad en Cristo.

Las tinajas de piedra y vacías.

Para ver este bello contenido de la divina humanidad, a la manera como un rayo de luz que atraviesa el agua, así Cristo atraviesa la naturaleza humana, volviéndola filial, podemos verlo hermosamente en otro pasaje que conocemos muy bien, se trata de Jn. 2, Caná de Galilea; pero ahí hay un riesgo, porque se trata de una boda; las bodas son imagen del amor entre Dios y el hombre, como se ve en el Cantar, pero la figura central de este pasaje son las seis tinajas de piedra y vacías; y toda la tradición patrística ha visto en estas seis tinajas la ley que ha degenerado en un legalismo, en un moralismo, que se ha marchitado y no sirve ya para la purificación, porque ya no tiene nada dentro, están vacías. Y cuando María dice “ya no tienen vino”, ¿qué quiere decir? Aquello que en los libros sapienciales significa el vino: “el sentido de la vida”. Sirácide: ¿qué es la vida del hombre sin vino? El amor en el Cantar, el sabor, el gusto por la vida. Entonces, ¿para qué se casan si no hay amor? Una religión que finaliza en un moralismo legalista, marchito, no sirve ya. De hecho, como sabemos, en el inicio del evangelio de Juan, Cristo sustituye una serie de cosas: aquí sustituye la alianza. Una nueva relación entre el hombre y Dios, basada en el amor, basada en el cumplimiento de la alianza; cuando sea levantado expirará, dará su aliento, y la humanidad tomó este aliento y comenzó a vivir una vida filial. Se abre el costado, y de esta herida brota la humanidad regenerada (la iglesia nace del costado abierto de Cristo, S, Agustín). Hemos sido generados por una herida.

Al tercer día.

Ahora, el tercer día, que era muy conocido ya en el A.T, – podemos verlo en Éxodo 19 -, cuando Dios entregó la ley a Moisés, se convierte en el día de la nueva alianza, de la resurrección de Cristo, de una relación fundada en el amor entre el Padre y el Hijo, entre Dios que es Padre y nosotros, que en Cristo se nos abre el camino de la filiación, de llegar a ser verdaderamente hijos de Dios. Y esto no es el resultado de una conquista, sino de una acogida. “Al que lo recibe se le ha dado el poder de llegar a ser hijos de Dios”. (Jn.1,12). No ya como resultado de un esfuerzo, sino con una acogida.

Insatisfacción de una falsa religión.

De hecho, fijémonos en este sistema de la religión que ha degenerado en una ley estéril, se ve muy bien en otro pasaje, en el evangelio de Marcos capítulo 10. Encontramos a este joven que corre ante Cristo y se postra ante él con una pregunta explícita. Ahora sabemos que en el Medio Oriente no se corre. De hecho, en el evangelio de Marcos corren solamente dos; este hombre (uno, dice el relato), se acerca con dignidad; pero cuando se está aplastado, oprimido. por algo, que se ha postrado en tierra, la cosa es diferente; pero extraño porque era un hombre rico y muy religioso, muy
observante, observaba todos los mandamientos, está escrito; pero no era feliz, tenía miedo de la muerte, quería vivir, pero sabía que iba a morir.

Las ovejas necesitan libertad.

Entonces, fijémonos, podemos ver una especie de decadencia de la religión como un conjunto de prácticas, doctrinas, preceptos, mandamientos, ejercicios, que el hombre debe hacer para atraer la benevolencia divina sobre si, para conquistarse un estado, un premio, y si no la hace, al final será castigado. Pero fijémonos bien, de esto, precisamente, Cristo ha venido a salvarnos. Hay tantos ejemplos de ello en el evangelio, el más clamoroso es aquel de „In. 10, cuando Cristo saca las ovejas del templo. Precisamente, en el capítulo 9, el ciego es expulsado del templo, pero ha entrado a través de la puerta, que es Cristo, a una verdadera casa propia, donde es libre de entrar y salir. Y fíjense, en el capítulo 10, Cristo empuja hacia afuera a las ovejas (v.4), y ciertamente sobrepone dos imágenes, el redil en el campamento y el afuera, que es una imagen de la Tienda del Encuentro (Ex,33,7ss.), y después el atrio del templo, las saca afuera y esta es la razón por la que se han enfurecido; si se tratara de sacarlas a un redil no se hubieran enojado, pero había que llevarlas fuera, liberar de la opresión religiosa a esas ovejas, y esto los hace enrabiarse en tal forma que dicen: este debe morir, porque ha declarado la falsedad de este modo de vivir la religión, es decir, la alianza, que la han hecho decaer en cualquier otra cosa. Sin más, sabemos cómo continúa: en el capítulo 11, él llama a la oveja, Lázaro, que viene afuera mientras que Cristo va hacia la tumba. Para librarnos de la muerte, ha entrado él a la tumba. Y también, en Mt. 11,28, donde dice: “venid a mí todo los que estáis rendidos y abrumados que yo los restauraré”, la exégesis moderna, casi unánimemente, dice que se refiere a los oprimidos, a los aplastados por un cierto modo de vivir la religión, que se convierte en un fardo insoportable.

Para ser libres nos liberó Cristo.

Pablo a los gálatas, en modo muy fuerte, por no decir enojado, advierte cuán grande es el peligro, incluso para los que estamos en Cristo, al interno de este espacio libre, este camino vivo y abierto, como dice Hb. 10, este camino abierto y viviente, hacia el santuario, hacia el trono de la gracia y la misericordia, al interno de esta libertad, de esta apertura, podemos construir, de nuevo, modos de hacer y de vivir la fe, que degenera en la observancia de las cosas, convenciéndonos que podemos hacer tales y cuales cosas para obtener méritos. Y Pablo se enoja en serio como lo sabemos por la carta a los gálatas. Y es que esto no se debe hacer.

La gratuidad de la justificación.

La relación con Dios se justifica gratuitamente, no lo podemos hacer nosotros. Y entonces existe una verdadera tentación de volver a poner al centro mi empeño, mi esfuerzo, mi ganancia, mi conquista, mi mérito, para tener después a cambio cualquier cosa. Cristos Sianaras ha hecho estudios muy interesantes como, de hecho, se han marchitado grandes realidades de la iglesia a través de este modo de vivir, de hacer decaer a la fe, que es una acogida de una realidad nueva, de una humanidad vivida, en una vida que es comunión personal, reduciéndola a un simple compromiso de las prácticas religiosas. Incluso me atreveré a decir que en la iglesia, el demonio solo puede entrar a través de la religión, de otra manera, seria inmediatamente reconocido, pero entra haciéndonos creer que debemos hacer cualquier cosa, una religión que es capaz de encontrar siempre algo que te falta y “se debe”, por lo tanto, purificarse, comprometerse en complicados procesos religiosos. Y esto cansa a la comunidad, y vemos cuánta gente ya no la hace.

Esta es la gran tentación de sub-entender y de equivocarse; y entonces, qué puede revelar una persona así; puede revelar su perfección, formalmente impecable, sin embargo, no, se revelará siempre a sí mismo, pero le faltará siempre una cosa fundamental: no puede revelar la vida como comunión, como inclusión del otro, como el rostro de uno que te incluye, que te acepta, porque no lo tiene, lo que no tienes no lo puedes revelar. Es necesario acoger. Acogida.

Una religión que sustituye a otra.

Alexander Schmemann, igual que Cristos Sianaras, hace ver cómo ha sucedido una especie de institucionalización religiosa de la fe a través de los siglos, debido a la convivencia con el Imperio, de hecho. en los museos vaticanos, en la Stanza di Raffaelo, hay un fresco de Laureti que testimonia precisamente esta realidad. Nos hemos comprendido como una religión que ha sustituido a una religión pagana. Este fresco testimonia precisamente esto. Pero esto es un error trágico. El cristianismo no puede ser entendido como un sustituto de ninguna religión pagana, hemos quitado un dios y hemos puesto a Cristo; no, no; porque ninguna religión ni ninguna ley entendida de este modo, puede hacer una constitución del hombre nuevo. No se trata de ajustar un poco al hombre, sino de hacerlo renacer, de hacerlo resurgir, de hacerlo nuevo, de hacerlo filial, y para hacerte filial, alguno te tiene que generar. No hay alternativa.

Nuestra fe es la acogida de una vida, y esta es la misión de la iglesia. Como dice Pablo a los efesios: Manifestar de qué gracia, de qué bondad hemos sido destinatarios, de hacer ver al mundo lo que Dios ha hecho de nosotros, qué hace Dios cuando se escurre dentro de la humanidad.

Y veamos en el retiro de la Curia sobre el jubileo, y no de la Curia Romana sino de cualquier curia, corre el riesgo de adquirir un carácter un poco paraestatal, paraimperial, como lo sabemos del tiempo pasado. Y es una tentación tremenda porque esto pone en el corazón la función, la estructura, la institución, el individuo, el individuo que está en función de. Pero el individuo no puede revelar otra cosa más que a sí mismo. Por lo tanto, se puede abrir una puerta para dejar entrar todas las patologías del mundo exactamente dentro de nosotros. Y esto sería muy grave porque esto es propiamente el escándalo que nosotros podemos ser ante el mundo. De hacer ver que vivimos el cristianismo como una realidad individual. No. Si hemos tenido siglos de espiritualidad que ponen en el centro la perfección del individuo; tú entras en el seminario e inmediatamente comienza un trabajo de autoperfección, y todo iría bien. Pero, afortunadamente, ya terminó, pero no será fácil felicitarnos por ello. Alguien diría que el demonio de la perfección individual es la ruina de la eclesialidad, del cuerpo, de la comunión. Como dice Schmemann, el cristianismo no puede prometer a nadie que arribará a una perfección ideal, sino que puede prometerle la vida eterna en comunión con el cuerpo de Cristo.

Conclusión.

Quisiera concluir con un gran maestro, mi padre espiritual, el cardenal Apidlik, que me hizo ver, hace muchos años, Vladimir Soloviov, que según
Balthasar, es el más grande pensador del segundo milenio, decía que la
perfección de la iglesia es en la organización. Imagínense ustedes. Para nosotros, esto significa poner, inmediatamente, las comisiones en acto; no, no. Soloviov dice que la perfección de la iglesia es en la organización, es decir, que la iglesia pueda llevar en el mundo una transfiguración de la sociedad porque hace y organiza la vida a la manera de la sinergia trinitaria, a la manifestación de la divina humanidad de Cristo. Preparando la nueva venida de Cristo, liberando al hombre en la iglesia de una dinámica que, al principio es necesaria, pero que después de ser superada, ¿cuál? Pecado-redención. Esta es la primera etapa, pero después, es la etapa pneumática, es decir, del Espíritu Santo, de la creatividad, Liberar a la humanidad que llega a ser teofánica, que revela el amor de Dios, que revela este modo de ser incluyente, que incluye al otro y lo implica.

Y yo pienso, si esto, en esta sociedad fracturada, si podemos sugerir cualquier cosa a las instituciones civiles, sería muy bello si pudiéramos sugerirle esto. Un modo de estructurarse, de gobernar, de gestionar, de dirigir, que es comunional, que es incluyente, que incluye y que es una manifestación de una realidad más profunda, a fin de que suscitemos el apetito en el mundo. Estamos llamados a suscitar el apetito, el deseo de una vida así, que el mundo, cuando nos vea, diga ¡qué belio! Tras una iglesia poderosa no se encaminará ninguno, a lo sumo nos darán un aplauso y basta. Pero tras una iglesia bella, que dentro de sí, de sus gestos, de su mirada, palabras, puede emerger Otro, el Hijo, y más aún, el Padre, porque estamos movidos por aquel Espíritu Santo que es la vida como comunión.

Ahora veamos qué bello; el hombre se convierte en el lugar, lugar de la vida como comunión y misericordia, el hombre como el lugar de la iglesia, el hombre como el lugar de la eclesialidad. Qué bello es cuando oyes que uno que ha tenido que tratar asuntos en cualquier curia, dice: sabes, he tratado con personas libres, libres de sí mismos, viven como ofrenda, disponibles, generosos, que abren, qué bello y hay muchos, y esto es necesario hacerlo emerger y todo cambiará.

Bien, esto es lo que quería compartirles.

Traducción realizada del italiano por el Pbro. Hesiquio Trevizo Bencomo, a partir de la conferencia en video.