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Mensaje de Cuaresma

(B. XVI. Mensaje 2011)

 

Nota aclaratoria. El mensaje de Cuaresma del papa B. XVI, (2011), contiene una breve síntesis de la liturgia de la Palabra de los domingos de Cuaresma. (Ciclo A). El papa Benedicto es uno de los grandes homiletas de nuestro tiempo y un gran analista de textos. Sus breves reflexiones son una visión certera que nos permite ver el camino cuaresmal, en especial en este ciclo. Tengo el placer de compartirlo contigo; creo que, incluso, pueden constituir el tema para unos ejercicios de Cuaresma. Aunque corregido, el presente lo escribí en la cuaresma del 2011; ello explica el desfase de ciertos datos.

 

La liturgia es un don de Dios para su pueblo. Mediante la liturgia el pueblo de Dios renueva constantemente las maravillas que Dios ha realizado en la historia en su favor.  El pueblo de Dios no existe sin liturgia. La liturgia constituye, incluso, el auténtico sitz im Leben de la Palabra de Dios. Muchos de los textos escriturísticos nacieron en un ambiente litúrgico y la liturgia constituye, igualmente, el lugar natural  de la lectura,  interpretación e interiorización de la Palabra.

 

El Nuevo Diccionario de la Liturgia nos habla de la Cuaresma de la siguiente manera: “La cuaresma no es un residuo arqueológico de prácticas ascéticas de otros tiempos, sino el tiempo de una experiencia más sentida de la participación en el misterio pascual de Cristo: “padecemos juntamente con él, para ser también juntamente glorificados” (Rom. 8,17). Esta es la ley de la cuaresma. De aquí su carácter sacramental: un tiempo en el que Cristo purifica a su esposa, la iglesia (cf. Ef. 5,25-27). El acento se pone, pues, no tanto en las prácticas ascéticas cuanto en la acción purificadora y santificadora del Señor. Las obras  penitenciales son el signo de la participación en el misterio de Cristo, que hizo penitencia por nosotros ayunando en el desierto. La iglesia, al comenzar el camino cuaresmal, tiene conciencia de que el Señor mismo da eficacia a la penitencia de sus fieles, por lo que esta penitencia adquiere el valor de acción litúrgica, o sea, acción de Cristo y de su iglesia”.

 

Si la cuaresma nació como una preparación inmediata e intensa de los catecúmenos para recibir el bautismo la noche Pascual, conserva para nosotros el valor de una revisión de nuestra vida de bautizados. Ya el Papa S. León Magno, en su sermón 6 sobre la Cuaresma (cf. Of. de Lectura. Jueves después de Ceniza),  hacía notar este dato: “también para nosotros los ya bautizados, la cuaresma reviste una gran importancia bautismal. Como si fuéramos a ser bautizados en la noche de Pascua, como si nos preparáramos para ser cristianos, es el verdadero espíritu de la cuaresma”. A veces he expresado esta imagen en mis catequesis: a la manera como algunas agencias de automóviles llaman a revisión un determinado modelo dado que presenta defectos de fábrica y reviste un problema de seguridad para sus conductores, la iglesia ha de llamar de nuevo a todos los bautizados para comunicarles que ha habido “un defecto de fábrica”, es decir, que se realizó el sacramento del bautismo sin la debida catequesis  de preparación ni del acompañamiento que ha de seguirlo. Por ahí hemos oído decir que la iglesia está formada por muchísimos bautizados no evangelizados. La cuaresma con su espiritualidad y práctica constituye una magnífica oportunidad para revisar el compromiso bautismal. Una catequesis sobre los sacramentos de la iniciación cristiana, simplemente como aparecen en el Catecismo de la Iglesia Católica, darían tema más que suficiente para nuestro trabajo cuaresmal.  Cuando no se tiene el cuidado de una catequesis adecuada, igual que la preocupación de un acompañamiento, – mistagogia, lo llamaban los Padres -, encontraremos un amplio sector de “cristianos” que nos dirán: soy creyente pero no practicante.  Esto reviste una contraditio in términis. El diablo es un creyente no practicante.

 

El Mensaje del Papa BXVI para la Cuaresma del 2011, “A”, resaltan con especial intensidad la dimensión bautismal de la cuaresma.  En la Audiencia del 9 de marzo resumió el tema en su Mensaje. Te envío ambos documentos con la esperanza de que te sirvan para el trabajo de Cuaresma, tanto en la homilía dominical como en un temario de ejercicios.  Obviamente tenemos también el Mensaje del Papa Francisco para esta cuaresma que viene puesto bajo la cita de Pablo, “Cristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”. ( 2 Cor 8, 9)

 

Mensaje de Cuaresma 2011

2.- Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf.Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia. (B. XVI. Mensaje 2011).

 

“Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él. (Mensaje 2).

 

En su Mensaje, el Papa nos propone un breve comentario de las lecturas de los domingos y su connotación bautismal. Comparto contigo, debidamente separadas, las partes que conforman la catequesis del Papa. Ojalá te ayuden en tu trabajo.

 

El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

 

El Evangelio de la Transfiguración, segundo domingo,  del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

 

Tercer domingo. La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.

 

El Cuarto domingo, el episodio del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».

 

Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.

 

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos”. (B. XVI. Mensaje 2011).