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METÁFORA DE LA VIDA

 

“El futbol es una metáfora de la vida”. Desde que leí esta aseveración, atribuida a Sartre, me encuentro en la situación del Caballero de la Triste Figura, que perdía el juicio tratando de entender “aquellos requiebros y cartas de desafíos, que leía en sus endiablados libros de caballerías”. En efecto, “Perdía, el pobre caballero, el juicio y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni entendiera el mesmo Aristóteles si resucitara para sólo ello” (Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar. Y ya se nos olvidó). Tal me encuentro ante esta ocurrencia del existencialista francés. Lo de “metáfora de la vida” le queda más al beisbol.

 

Otras afirmaciones hay que presentan mayor grado de dificultad; “donde termina el fut bol, comienza la poesía”, afirma Günter Grass, premio nobel y miembro que fue de las SS, recién fallecido; tal vez por eso no hay poesía porque el futbol está planetizado. Y hay quien dice que la literatura salvará al futbol. Eso ya está más difícil. Vamos a necesitar mucha literatura, y buena, y lectores; hoy, escasos ambos. Quedémonos, por lo tanto, con la afirmación sartriana. Como ve, se dan tres términos: futbol, metáfora y vida,   y por increíbe que parezca, sabemos más del futbol que de la metáfora y menos todavía de la vida. Hablemos, pues, de la metáfora, al fin y al cabo, la vida es una metáfora.

 

Consiste la metáfora en trasladar el significado de un vocablo o de un objeto a otro por la semejanza que tienen entre sí. Si bien pertenece al reino encantado de la poesía, sin ella no sería posible nuestra comunicación, o quedaría reducida a la mínima capacidad expresiva propia del infante que aprende las primeras palabras, o de algunos de nuestros jóvenes cuya capacidad descriptiva se agota en el “bien chido”, “bien padre”, “a todo dar”, “bien pirata”, o de plano, en el “no manches güey”. Pero, ¿Qué semejanza existe entre el futbol y la vida? La metáfora exige una proximidad de sentidos.

 

En rigor de términos, la metáfora realiza una síntesis de planos imaginativos, y necesita un contexto de palabras que descubran la transposicion y la síntesis. Cuando decimos: “está planchando el Diablo” estamos usando una metáfora para decir que hace un calor extraordinario; el infierno, de por sí, ha de registrar temperaturas muy elevadas, y si añadimos que donde se plancha sube la temperatura, máxime cuando las planchas eran de fierro y se calentaban en la estufa de leña, afirmamos que el calor está insoportable. Procedemos por adición: planchar, infierno, calor y Diablo. Pudimos haber despachado el asunto con un simple: está haciendo un calor de la ch., aunque, aún en este caso se trata de una metáfora, si bien, en ella, uno de los términos, – el de la ch. – es vago y escurridizo en extremo, goza de una especial polisemia y es, además, de difícil apreciación objetiva.

 

Cuando Chabuca Granda habla de “la vereda que se estremece al ritmo de sus caderas”, usa una metáfora, dado que, si bien la vereda no se estremece, su trazado marca la cadencia de la flor de la canela. “Gotas de agua que el sol resecó”, magnífica metáfora para hablar de un amor marchito, un amor que ya murió. Siempre existen, pues, dos términos que es posible unir vía la semejanza. Cuando se dice ante una taquilla: “agarre cola” se trata de una metáfora. Y más vale que usted lo entienda de ese modo; jamás en un sentido realista. Cuando R. Darío describe el tren como un dragón y la máquina – aquellas antiguas, las llamadas de vapor, las de 1910 – como un elefante con la trompa levantada, está usando una bellísima metáfora: “Los pesados carros férreos, que arrastran candentes y humeantes los aulladores elefantes de locomotoras veloces; pasarán los largos dragones con sus caudas de vagones”. Ve usted qué linda metáfora, amén del material sonoro. Nosotros, tal vez, hubiésemos despachado el asunto con un simple: ¡ay va el tren! ¡Qué chido, y que largo! La metáfora permanece siempre abierta y de esa manera le da al lenguaje duración permanente. J.R. Jiménez, maestro en la metáfora, escribe: “El amor, un león / que come corazón”.

 

En fin, no resisto citar a Reiner María Rilke que describe su vida con y como una metáfora: “Vivo mi vida en círculos que se abren sobre las cosas, anchos. Tal vez no lograré cerrar el último, pero quiero intentarlo. Giro en torno a Dios, antigua torre”. ¡Qué majestuoso!

 

Dicho lo cual, ¿cómo puede ser el futbol metáfora de la vida? No olvidemos que la metáfora se apoya en la ley de la semejanza; entonces, ¿en que se parecen el fut y la vida?, podemos preguntarnos. El fut refleja en buena parte el carácter de los pueblos, su idiosincrasia, sus cualidades, posibilidades y defectos.

 

En el futbol, como en la vida, encontramos, pues, fantasía y desilusión, pundonor, esfuerzo y lucha, y desvergüenza; conspiración y falta de compromiso, interese$ y engaño; manipulación, ocultamiento y corrupción, influyentismo y valor personal, componenda, chapuza, engaño y gozo; logros y fracasos, farsa y sueños; proyección de frustraciones históricas, ganas de vivir y suicidios, petulancia, soberbia, aciertos y objetividad, negocio, mucho negocio y negocio sucio, y tristeza. Verdad y mentira. Rivalidades añejas que se intentan ajustar. Pero sobre todo está la FIFA, el equivalente al FMI, la que dice cuánto, cómo, cuándo, a quien y por dónde.

J. Antonio Crespo, escribía: “Pero más allá del uso político (también con el fut se hace política, digo yo: mire nada más: junto a los promocionales electorales se está anunciando la final de la Champions y el juego México-Brasil), de tales comparaciones, no es descabellado pensar que la actitud mexicana, lo mismo de jugadores que de aficionados, refleja la esencia del ser nacional, sobre el cual mucho se ha reflexionado a lo largo de la historia. Las esperanzas, la ansiedad, los complejos, el optimismo, el entusiasmo desbordado, la soberbia y después el desconcierto, el desengaño y la impotencia son, de alguna forma, manifestaciones que se han repetido en nuestra historia, en diversos ámbitos”. Y encuentran en el futbol su vitrina y su válvula de escape. Batalla campal por el triunfo del Santos Laguna, cosa que no tendría nada de raro, si no hubiese tenido lugar en ¡Anapra! Desfogue orgiástico de la multitud frustrada.

 

Pero los dueños del circo están seguros que los estadios volverán a llenarse. Crespo repasa la historia mexicana para encontrar una línea idéntica que la atraviesa. Reporta el entusiasmo y el modo de razonar de los líderes mexicanos del s. XIX, durante las diferentes guerras con extranjeros; reporta el siguiente dato: “los soldados mexicanos derrotaron a los españoles, los españoles a los franceses, los mejores del mundo; por lo tanto nosotros somos los mejores del mundo. Y esto se traslada y vive en el futbol. Y termina, Crespo, citando a un bardo popular del s. XIX, que escribía: “Para la guerra no somos. Para gobernar, no sabemos. Entonces ¿para qué seremos?”. ¡Ah!, porque ha de saber Ud. que, empleando la metáfora, hay quienes dicen que tampoco el Presidente ha sabido configurar y ajustar, afinar y unificar su equipo de trabajo para lograr el tan deseado “team work”, y que tampoco ha sabido hacer los cambios que se necesitan y en el momento apropiado. ¿Residirá en ello la metáfora, la conjunción de planos, de la vida y el futbol? ¿A esto se referiría Sartre?

 

Pero la metáfora es solo una forma de expresión. La realidad es más compleja y profunda. Planeta futbol es un conjunto de canales mediante los cuales una empresa televisiva ha planetizado el futbol. Las 24 horas del día, todos los días, de todo el mundo, de todos los tiempos, se exhiben partidos de futbol. Amén del efecto enajenante, se trata de un negocio de muy grandes proporciones. Incluso, si se exhiben otros deportes, el espacio publicitario lo ocupa el futbol. Es una cadena de intereses económicos que ha quedado al descubierto en el escándalo de la fifa. La magnitud del embuste se resume en el texto siguiente:

 

“Mientras llega el futuro al Nuevo Mundo, en el Viejo Continente el balón se ha transformado en un imán para las finanzas. Entre 2005 y 2014 los bancos y aseguradoras gastaron 1.206 millones de euros en patrocinar las camisetas de sus seis principales ligas —Francia, Italia, España, Portugal, Inglaterra y Alemania— revelando que el universo financiero junto con el turismo (784 millones) son los grandes pilares del entramado del fútbol. Sin olvidarnos, claro, del dinero.

 

La máquina del balompié hay que cebarla con mucho efectivo porque de lo contrario se para. Un jugador del Real Madrid cobra de promedio 166.180 dólares (152.000 euros, al cambio actual) a la semana y uno del Barcelona 155.452 (142.800 euros), según cálculo de la consultora especializada en salarios Sportingintelligence. Esas cifras corresponden solo a la ficha. Porque algunos futbolistas son verdaderos imanes del dinero y los patrocinios. Cristiano Ronaldo trabaja con Emporio Armani, Herbalife y KFC. Además se estima que recibe 9,5 millones de dólares al año de Nike y 2,5 millones de Emirates. Otro genio del balón, Messi, hace caja con Turkish Airlines (dos millones de dólares) y Adidas (9 millones). Al tiempo abre mercado en Japón y China, donde promociona productos locales”. (El País. M. Ángel García V.).

 

Si aceptamos el aserto sartriano, tenemos que admitir que la vida es ambición y codicia desmedida, corrupción y egoísmos extremos, manipulación y abuso. Claro, una cosa es el futbol, como cualquier otro deporte, y otra, la fifa.

 

Algunos titulares internacionales pintan la situación: Blatter: “No hay sitio para la corrupción de ningún tipo”. “La corrupción espanta a los patrocinadores”. “La Federación brasileña aparta a su vicepresidente, uno de los detenidos”. “Es la organización más corrupta y deplorable sobre la Tierra (la fifa)”

Denuncias de 100 millones de dólares en sobornos por la Copa América.

El escándalo de la FIFA pone en jaque al fútbol mundial.

“Vendrán años terribles si Blatter es reelegido”. (Afortunadamente renunció y está bajo investigación). “La trama corrupta se centra en América”. El presidente de la federación española está sobre la cuerda floja.

 

La trama de sobornos funcionaba sistemáticamente de la siguiente manera. Los organizadores de los torneos ofrecen los derechos de promoción y retransmisión a compañías de márketing deportivo, que a su vez los venden a las cadenas de televisión y patrocinadores. Los directivos imputados se comprometieron a dar su apoyo a estas firmas para que se hicieran con los contratos de la FIFA, a cambio de sobornos por sus servicios. Los pagos se hacían a través de intermediarios.

 

La dimisión de Joseph Blatter, acuciado por el escándalo de corrupción en la FIFA (también se le investiga a él), debería ser un estímulo para que todos los dirigentes nacionales que le apoyaron —a pesar de que gobernó durante 17 años en lo que parece un pozo sin fondo de fraudes y sobornos— tomasen la misma decisión que el patriarca y dimitiesen de sus cargos nacionales e internacionales. O han sido cómplices de un sistema viciado o constituyen un obstáculo para la regeneración del fútbol mundial. (El País. Opinión.).

 

Solo esperamos que las elecciones nuestras de este domingo no sean metafóricas. En cuanto a la férrea ley seca, no hay problema, el sufrido pueblo, sabidor de estos avatares, ya se ha percibido al respecto. Metáfora de la vida. Triste vida.