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Misericordia quiero…

‘El estilo cristiano es la misericordia’, (en adelante: M), dijo este jueves el papa. La iglesia no puede olvidar su auténtica vocación, ser el signo de la M divina. Y de muchas maneras lo vive. Pero no está por demás refrescar la memoria, por aquello de por sabido se calla y por callado se olvida. Francisco ha dispuesto, pues, la celebración de un Año Jubilar extraordinario, con el tema de la M, (08.12.15 – 20.11.16), porque «Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la M. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. M: es la palabra que revela el misterio de Dios. M: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. M: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. M: es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado», afirma el papa. Pero tal verdad puede quedar soterrada.

1.«Misericordia quiero…..». Hay expresiones que sintetizan el querer de Dios, ese querer tantas veces opacado por «las tradiciones humanas». Ustedes se las ingenian muy bien para despreciar “el mandamiento divino” y observar las tradiciones que ustedes mismos se han hecho, es la denuncia de Jesús. Son muy hábiles para burlar el mandamiento divino y crear una falsa seguridad con sus ritos.

Tan antigua como el homo religiosus, esta tentación intenta apoderase de todo egoístamente, disponer de todo, reglamentar todo según gustos e interés personales. Trata de abolir el misterio, volverlo inteligible, manejable, intrascendente. Los ritos nos lo permiten. El profetismo de Israel, en su totalidad, fue una lucha sin cuartel contra la tendencia clerical a absolutizar “sus tradiciones” a expensas del mandato de Dios. Jesús de Nazaret va a enfrentar, de una manera radical, sin retorno, hasta morir por ello, dicha mentalidad. Y solo que apoyará en la auténtica tradición religiosa de su pueblo.

En el siglo VIII, a.C., el profeta Oseas había denunciado insuperablemente ese abuso, el abuso de convertir la religión en un mecanismo de opresión y de prebendas, de falsas seguridades ritualistas, olvidando la M. (6,1-6). Ante un intento hipócrita de conversión, de retorno al Señor, el profeta interviene de una forma decisiva. “Vamos a volver al Señor”, dice el pueblo, más que con un deseo de conversión, con actitud de cálculo; la razón, en definitiva, es que Dios es el responsable de todo: “él nos despedazó y nos sanará, nos hirió y nos vendará la herida”. Más que de una conversión sincera y entregada, se trata de un cálculo, de una seguridad arrogante que proyecta ritmos y módulos cósmicos y vegetales sobre la acción del Señor. «En dos días nos hará revivir, al tercer día nos reestablecerá y viviremos en su presencia» tal es la seguridad. Tan seguro es, como que el sol sale cada mañana y las estaciones se suceden ritmo invariable.

Dios conoce el sofisma. No se trata de una verdadera conversión, sino del intento blasfemo de manejar también a Dios, de engañarlo, de imponerle el propio capricho, de convertirlo en un ídolo previsible y manejable, que esté siempre a disposición del querer y los intereses particulares. «¿Qué haré de ti, pueblo mío?, tu lealtad es como una nube mañanera, rocío que se evapora al alba», es decir, algo insustancial, sin consistencia, que no da frutos, que no ofrece resultados, que se diluye en el aire al toque del sol.

¿Que le molestan los pecados? Luego se le pasará el enojo, no importa; es cuestión de un par de días y un par de ritos y todo volverá a la normalidad. Casi podríamos comentar: «tiempo de pecar y tiempo de arrepentirse». De ahí, que con una ampliación repetitiva, el profeta remache la idea: “Misericordia quiero y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. Y es que ofrecer sacrificios y holocaustos es fácil, compadecernos de la miseria humana, hasta hacerla propia, es más difícil.

2.Un día, Jesús tomará la frase del profeta Oseas, ocho siglos vieja: “Vayan y aprendan lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6); porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores” (Mt. 9,9-13). Lo hará para enfrentar una situación “nueva”. Él ha llamado a su servicio, para apóstol y evangelista, a un indeseable, a un recaudador de impuestos, para quien los judíos reservaban una especial animadversión por entreguistas. Mateo responde inmediatamente al llamado, abandona su mesa de recaudador y sigue a Jesús. Esto es motivo de alegría y organiza una comida para celebrarlo. «Al ver aquello, los fariseos preguntaron a los discípulos: ¿Por qué razón su maestro come con los recaudadores y los incrédulos?». En ese contexto Jesús usa la frase citada. Dios requiere el amor al hombre antes que su propio culto. Esto invierte las categorías de los fariseos, – especie inextinguible -, que cifraban su fidelidad a Dios en el cumplimiento exacto de la Ley, pero condenaban severamente a quienes no la cumplían.

Por eso la frase de Jesús tiene un sabor de ironía. Los justos, que no van a ser llamados por él, son los que creen que no necesitan la salvación. Los pecadores, por tanto, son aquellos que no están conformes con su propia situación, que desean la salvación. Los justos son los satisfechos, los orgullosos, los que están seguros en sus ritos; los pecadores, los pobres y los humildes, son aquellos que saben que necesitan a Dios.

3.Jesús, traza el programa y resumen de su reino: «sean misericordiosos como su Padre celestial es misericordioso». Y en la parábola del buen samaritano, nos dice que el cristianismo no conoce otra santidad que la compasión, (padecer con), y que esto vale más que todos los legalismos. De tal manera que, si al ir a dejar tu ofrenda en el altar, ahí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja la ofrenda, ve antes a reconciliarte con tu hermano y, luego, ven a dejar tu ofrenda. Lo contario es un falseamiento abominable. Pero, la iglesia, ¿puede olvidar esta verdad esencial? Si la iglesia olvida la M, y hay muchas formas de hacerlo, ¿qué podemos esperar en nuestra cultura?

4.- La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la M y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la M. La palabra y el concepto de «M» parecen producir una cierta desazón en el hombre; el dominio tecnológico sobre el mundo y el hombre, parece no dejar espacio a la M. «De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y lo peor, pues tiene abierto el camino para optar por la libertad y la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o salvarle». (JP. II. 30.11.1980). La M es el amor en acción, operativo; es el amor. Y, como tal, la única posibilidad que tiene el cristianismo de conectar con el mundo. Se trata de lo esencialmente cristiano en el cristianismo. (von Balthasar).

5.Francisco recuerda las palabras encendidas y exigentes de Juan XXIII, al inicio del Concilio: «En nuestro tiempo, la iglesia prefiere usar la medicina de la M y no empuñar las armas de la severidad… La Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio la antorcha de la verdad católica, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de M y de bondad para con los hijos separados de ella».

Al final del Concilio, Pablo VI decía: « Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro Concilio ha sido principalmente el amor… La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos el amor que la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas. Otra cosa debemos destacar aún: toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades».

6.Semejante misión no puede olvidarse, pasar a un segundo lugar. Se trata de un reto inmenso y del único camino para ser creíbles ante un mundo, en parte hostil, que vive en la duda o en franco rechazo. Esta verdad-necesidad está detrás de los gestos altamente simbólicos de papa Francisco y quieren marcarnos un camino. En Lampedusa, se acerca al mar para lanzar una corona de flores en memoria de los miles de migrantes muertos en los naufragios, se ha mostrado sensible y cercano a los miserables de este mundo que habitan en el amplio abanico de la miseria. Ha pedido que las estructuras eclesiales tengan en cuenta al hombre, se ha despojado del rígido esquema protocolario, así lo hemos visto en una óptica, como cualquier ‘hombre de la calle’, advirtiendo, “no quiero gastar mucho”. Se ha abierto a todos sin condenar a nadie y sin traicionar la exigencia de la verdad.

Eco especial ha suscitado el otorgar a todos los sacerdotes la facultad de perdonar el pecado de aborto, durante el año jubilar. La razón del papa es interesante: «Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza.

El perdón de Dios no se puede negar a quien se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre». Pero, mire usted, el obispo Talamás C., nos dio de forma permanente, dicha facultad.

Otro punto ha sido la reforma del proceso de nulidad matrimonial, mucho muy importante. Los puntos fundamentales de la reforma son: – una sola sentencia en favor de la nulidad ejecutiva; – el juez único bajo responsabilidad del obispo; – el mismo obispo es juez; – el proceso es más breve. Y gratuito. Se trata de procesos de nulidad, no de anulación. Esto es solo una parte del problema.

La reforma de la nulidad matrimonial se produce justo luego de que el papa, adelantándose al Sínodo de la Familia que se celebrará en octubre, advirtiese de que los divorciados no están excomulgados y siguen siendo parte de la Iglesia. Alertó de las repercusiones que para la comunidad cristiana puede acarrear desentenderse de los divorciados: “¿Cómo podemos pedirles a estos padres educar a sus hijos en la vida cristiana si están alejados de la vida de la comunidad?” (El 14.08.15, en este espacio escribí: “Las preocupaciones de Francisco”, donde abordo en amplitud este problema).

Por último, ha respondido con prontitud y acierto ante el reto humanitario de migración en Europa. Mientras las “potencias occidentales” arrecian el bombardeo, la sociedad civil trata de responder al desastre humanitario. El papa ha pedido que cada comunidad religiosa y cada parroquia, en Europa, acoja una familia.

Entre nosotros, el tráfico de personas Mex-EE.UU., reditúa 6 billones dd., al año. 12 mil niños han sido detenidos en los primeros 5 meses de este año. Más de 6 mil viajan solos. Fluctúan entre 12 y 17 años. De oct. 2014 a abril de este año, México detuvo, 92,889 migrantes; EE.UU., en el mismo tiempo, 70, 222. ¿Cuántos lograron pasar? El drama migratorio, aquí, es descomunal. ¿Qué hacemos, al respecto? Sin ignorar el colapso humanitario de Medio Oriente, aquí tenemos mucho qué hacer.

Conclusión. ¿Existirá, todavía, la M en el corazón humano? « Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la M para poder ser también nosotros signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes». Tal es el programa de papa Francisco. ¿Lo seguirá el mundo? ¿Lo seguirá la iglesia?