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Hace algunos años, Juan G. Bedoya causó polémica debido a la publicación que hizo después de entrevistar al Cardenal Martini (que en paz descanse).  Sin embargo, las confusiones entonces provocadas siguen siendo controversia hoy en día.

El artículo de G. Bedoya resalta la opinión del Cardenal Martini donde propone reformar la iglesia en materia sexual, pero, la doctrina propuesta está empapada de relativismo y desviación de la fe revelada.

Sobre el sacerdocio de mujeres

Aunque el Papa así lo quisiera,  no podría conferir el orden a mujeres porque el sacerdocio Cristo lo instituyó en el varón. Y aclaro que ésto no denigra a la mujer ni le quita dignidad, más bien, lo que denigra y quita dignidad a la mujer es querer hacerla igual al hombre en el sentido estricto de la palabra. No es que el hombre sea de mejor dignidad o superior a ella, sino que son DIFERENTES personas de la MISMA dignidad.

Pensar que la mujer debe ser igual al hombre es quitarle su dignidad de Mujer. La diferencia entre hombre y mujer ha quedado establecida desde el aspecto biológico; la mujer se desarrolla para dar a luz y el hombre se desarrolla para el trabajo (proteger y alimentar a su familia). Esto no tiene nada que ver con la capacidad intelectual, y potencialidad para hacer trabajos. Pero el hombre y la mujer son diferentes aunque tengan la misma dignidad. Esta diferencia se deja ver también desde la Psicología: los estudiosos han demostrado que utilizamos de manera diferente las áreas del cerebro, por lo que en el género masculino se desarrollan menos las emociones y los sentimientos. Esto no significa que el hombre sea más inteligente que la mujer, eso es un absurdo, pero revela que el hombre tiene más afinada su capacidad para calcular, que para sentir. Y cambiar estos aspectos biológicos y físicos está fuera del alcance de las personas. Por más que se desee hacer que al hombre se le desarrollen las caderas anchas y a la mujer los hombros anchos, la constitución biológica respecto de su función no lo permitirá. Así también, por más que los herejes quieran hacer a la mujer sacerdote, no se puede debido a la función ministerial instituida por Jesucristo.

Como dice San Pablo, la Iglesia es un sólo cuerpo, pero tiene diferentes miembros, es decir, diferentes ministerios. La dimensión sobrenatural está fuera de nuestro alcance, como lo está la biológica (o al menos yo nunca he escuchado de un hombre que pueda parir un hijo).

El Hombre y la mujer son de igual dignidad, pero co-dependientes. No tiene sentido decir que el hombre es superior a la mujer sólo porque puede ser ordenado sacerdote, ya que ese hombre nació de una mujer. El mismo Dios para hacerse Hombre, quiso NECESITAR de una MUJER. Esto eleva aún más la dignidad de la mujer respecto a la opinión de los herejes, siendo ellos quienes realmente denigran a la mujer.

Es como denigrar a María -que tuvo en sus entrañas la omnipotencia y divinidad, a Dios mismo en su vientre- por el hecho de no haber estado presente en la ultima cena donde el Señor dio  a sus discípulos la potestad de bajar del cielo su cuerpo y sangre. Sin embargo, ¡fue María la que dio carne y sangre a Jesucristo! Así, la mujer no es instituida para consagrar el pan y el vino y transformarlos en Jesucristo, sino para dar carne y sangre al sacerdote que actúa en la persona de Jesucristo. Sin la mujer no hay sacerdocio. Sin María no hay Dios hecho hombre, ergo no hay salvación. Porque así Dios lo quiso.

El artículo mencionado afirma que “en el nuevo testamento había Diaconisas”  y de hecho las había:

Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la iglesia de Cencreas. (Romanos 16,1)

Pero aquí se refiere no a un ministro ordenado, sino a las encargadas de asistir y predicar el evangelio a los pobres y desvalidos; por lo general era la esposa del diácono (1 Timoteo 3,11).

De hecho, la palabra griega Diakonus que San Pablo aplica a Febe, se traduce como Servidora.

Sobre el Celibato

Cabe mencionar que el celibato no es un dogma de fe o algo que no se puede quitar, sino una norma disciplinar -bien fundamentada, por cierto-, que aplica sólo al rito católico Latino. Por lo tanto se yerra si se asume que no existen ministros católicos en comunión con el Papa, ordenados y casados. Los ritos católicos orientales mantienen la doctrina del celibato opcional para sus presbíteros, pero, junto con los Ortodoxos, sus obispos son necesariamente célibes.

Sin embargo se han dado casos en que ministros ordenados fuera de la comunión con Roma, (ortodoxos o anglicanos) desean entrar a la comunión plena con la Iglesia Católica y pueden ser admitidos al ministerio siendo casados. De hecho hay varios de estos sacerdotes, que ejercen el ministerio en el Rito Latino y son casados.

La verdad es que el valor del celibato es incalculable, inestimable. La encíclica Sacerdotales Caelibatus de Pablo VI, responde a las objeciones más comunes contra esta disciplina. El punto aquí es que al Magisterio de la Iglesia le ha parecido bien mantener esta norma; y esta decisión debe ser inspirada por El espíritu Santo.

Si yo creo firmemente en la autoridad de la Iglesia y en Cristo Sumo y Eterno Sacerdote que la custodia y la protege, la asiste, entonces creo que sus pautas son lo mejor para nuestro tiempo.

Ir en contra de esto, es negar la infalibilidad de la Iglesia (1 Timoteo 3,15), y la Asistencia del Espíritu Santo en ella. Por lo tanto es negar a Cristo y dejarse guiar por las pasiones humanas.

Y que el ministro debería ser preferentemente célibe, ¡lo ha revelado Dios! Como dijo Jesús en la Escritura..

 Y él les respondió: “No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse por amor del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!” (Mateo 19, 11-12)

Y ha dicho San Pablo:

Yo quiero que ustedes vivan sin inquietudes. El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tienen mujer se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su marido. Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor. (1 Corintios 7,32-35)

Por eso, hoy, en nuestro tiempo, mientras el Espíritu Santo siga inspirando a la Iglesia para mantener el celibato, así será. Tal vez en otro tiempo, cuando el Espíritu de Dios nos diga que se puede quitar la norma, entonces así se hará. De cierto que, para la realidad y la cultura actual donde el relativismo y el desenfreno sexual están a la orden del día (y es en lo que se basan los opositores para quitar el celibato), lo mejor (y aquí se demuestra la sabiduría y la inspiración divina de la Iglesia) es mantener el celibato, que es un testimonio de amor y verdad, símbolo de castidad y contradicción para el mundo.

Sobre la homosexualidad

El artículo en cuestión afirma que el Cardenal Martini estaba de acuerdo con la homosexualidad, cita:  “entre mis conocidos hay parejas homosexuales, hombres muy estimados y sociales. Nunca se me ha pedido, ni se me habría ocurrido condenarlos”.

Me parece casi imposible creer que Martini llego a decir eso,  era cardenal y profesor en la Universidad Gregoriana. Qué diremos, si incluso Martín Lutero era Doctor en Teología. El grado académico no es garantía de sana doctrina. De cierto que la Iglesia no condena a las personas homosexuales, condena el pecado, y no es necesario ser teólogo para saberlo.

El acto de la homosexualidad, en sí mismo, es una aberración biológica, psicológica y espiritual, pero para que sea pecado, ha de haber conciencia de que es pecado, querer hacerlo, y hacerlo. El hecho de creer que “no es malo” en el ámbito espiritual, no significa que no sea algo reprobado por la biología (el organismo mismo no es apto para la homosexualidad), y por la psicología (siempre será un trastorno mental, una desviación antinatural).

Aquí tenemos una tremenda contradicción entre aquellos que rechazan el celibato (por ser “antinatural”) pero !defienden el Homosexualismo (que, de facto, es antinatural)!  Por eso dice San Pablo que la homosexualidad no puede ser admitida como sana doctrina:

adúlteros, homosexuales, traficantes de seres humanos, mentirosos, perjuros y para todo lo que se opone a la sana doctrina, (1 Timoteo 1,10)

¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, (1Corintios 6,9)

Se ama al pecador, no al pecado. Y, ¡Todos somos pecadores! no importa cuál sea nuestro pecado, TODOS necesitamos del arrepentimiento, del perdón. Algunos luchan contra la homosexualidad, otros contra la idolatría, otros contra la lujuria… lo importante es luchar, sobre todo contra nuestras propias pasiones:

Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal  (Efesios 6,12)

Decir lo contrario es ir contra la revelación misma de Dios.

Sobre la Reforma

La Reforma de la Iglesia se lleva a cabo desde dentro, no por una persona que puede ser guiada por quien sabe cuál espíritu. Y todo cambio bueno lleva tiempo, no surge de un día para otro.  Lo que estas personas intentan no es una Reforma de la Iglesia, sino una RUPTURA con ella. Nadie que se encuentre con Jesús y haga milagros en su nombre es capaz de luego hablar mal de él. Igual con la Iglesia, cuerpo Místico de Cristo, nadie puede estar en comunión con ella, amarla, seguirla, y después hablar mal de ella (Marcos 9,39).  El mencionado artículo ha hablado mal incluso de Pablo VI.

La ideología que se ha atribuido a Martini está muy en línea con el relativismo actual, y con el hereje Leonardo Boff, ya excomulgado. Me atrevería a decir que si éstos no purifican su doctrina, así sean cardenales, no tardarán en ser excomulgados, pues su fe ya no es la fe de la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

Conclusión

Cuando la Iglesia toca temas tan delicados, como el de la sexualidad, suelen dispararse las emociones y las discusiones parecen no tener fin. Sin embargo, en honor a la verdad, es necesario que tengamos un criterio y fundamento sólido sobre lo que Dios quiere para nosotros. Discernir la voluntad de Dios en nuestras vidas no tiene otra consecuencia que la felicidad plena.

Para temrinar, quisiera solo repetir lo que  ¡Dios ha dicho en la Escritura!

«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la Iglesia. Y si hasta a la Iglesia desoye, sea para ti como el gentil y el publicano» (Mateo 18,15-17).

«Al sectario (gr. hereje), después de una y otra amonestación, rehúyele» (Tito 3,10)