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¡Qué magníficas son tus obras, Señor! Comienzo a escribir el viernes por la mañana luego de descansar unos días en mi pueblo natal. Esos días han sido un inmersión con la belleza inmensa de la creación, con la presencia del Creador que puede hacer nuevas las cosas. Un mundo recién creado emerge de la niebla y la sinfonía de los verdes parece no tener fin; pálidos, tenues, intensos, casi oscuros en los pinos; verde sapo en la corteza del tázcate y la línea azul de la sierra al fondo.   El ocre de los pastos madurados y los lunares amarillos de los girasoles avivan la intensidad en la sabana. Las nubes envuelven los cerros y el valle del Papigochi permanece en silencio. La lluvia cae a intervalos a lo largo del día y de la noche, a momentos es intensa. Vivas y multicolores las florecitas humildes  pegadas al la tierra y bañadas de rocío salpican la pradera. Olor a  tierra mojada, intenso, y el rumiar tranquilo de las vacas en los potreros que lo ven a uno pasar, atentas y pensativas, como si estuvieran interesadas en el oscuro destino de ese misterioso ser que el hombre.

A las 5 de la mañana, los gallos despiertan el alba; canta el primero y le siguen todos los gallos del pueblo. Con unos 8 grados de temperatura y envuelto en pesadas cobijas de lana, espera uno a que el día acabe de clarear. Un buen café para terminar de despertar y salgo rumbo a las montañas que dan al oriente. No es posible seguir el libro de la oración litúrgica; la liturgia de la creación es superior y uno prefiere leer ese libro en el que Dios ha escrito su mensaje. Dios brilla en su creación, el cielo narra las maravillas de Dios. Uno se siente materialmente aplastado por tanta belleza, por esa armonía sublime que, no obstante la profanación y desacralización centenaria, emerge de cuando en cuando, como defendiéndose de la destrucción a la que el estupidez humana la ha sometido.

El jueves, antes de iniciar el regreso, (a las minas de carbón), fui a ver el río crecido, como en los viejos tiempos, dicen los lugareños; de pié en un promontorio,  al lado del puente pude ver la corriente poderosa arrastrando viejos troncos de árboles caídos, limpiando, barriendo la basura que se acumula durante el tiempo de secas. Ancho, como si fuera de veras, desperfilados los sauces y las riberas del río por la niebla que apenas se levanta sobre ellos y se enreda en los álamos, como gasa fina, corre para unirse en lo profundo de la sierra con el río Verde y, juntos, formar el río Yaqui y su valle y su riqueza, en Sonora. Los sauces llorones se dejan mesar la cabellera verde por la corriente. Contemplando esa belleza serena y profunda, y mirando el pecado de la violencia y el mal, me viene a la memoria el verso de un himno que solemos rezar: ¡Que se acabe el pecado! Mira que es desdecirte/ dejar tanta belleza/ en tanta guerra.

¿Sabemos descansar? F. N. profetizó que nuestra cultura haría de nosotros “bestias de trabajo y de placer”; trabajamos febrilmente durante la semana, – y no importa que tan “importante” sea el trabajo que tenemos que hacer ni que tan indispensable juzguemos nuestra acción -, trabajamos intensamente, unos para sobrevivir y otras para aumentar el caudal -, y el fin de semana sobreviene el derroche orgiástico del desenfreno artificial Agotados por el exceso, el lunes habrá que regresar al las minas de carbón, como seres condenados, encerrados en un círculo maldito. Modernos sísifos pequeños, condenados a la fatalidad de un destino ciego: buscar la felicidad afanosamente y destruirla cada día. Y ¿cuánto hemos mejorado? Bestias de trabajo y de placer, ignoramos la belleza, el descanso, la convivencia serena, la familia, la oración, el espíritu, el arte; todo esto nos oculta nuestra cultura, somos tan sólo pobres seres de trabajo y de placer. Y pensar que  “lo único que nuestra civilización puede darnos es un poco de confort”. (O. Wilde) Y no a todos. Nadie nos preguntamos por qué Dios, en su sabiduría infinita, nos prescribió el descanso, estableció un día de descanso para evitar que el hombre se prostituya. Él mismo descansó un día, y nuestra esperanza es participar un día en ese descanso divino.

Pero no se trata de una visión idílica. Después de todo, la realidad cambia según los ojos con los que se ve. Aún esa belleza es pasajera porque está condicionada a la bendición de la lluvia; este mes volverá a morir en espera de un invierno húmedo, igualmente lluvioso y frío. Lo que se aprecia es la feracidad de la naturaleza, su rápida respuesta al clima apropiado y la inmensidad de paisaje; ahí está el campo y su belleza, los distintos escenarios de las sierras que bordean el valle del Papigochi al oriente, y luego las llanuras de la Baja Bavícora; hacia el oeste la Sierra Madre Occidental que se extiende hasta Sonora y encierra algunos de los escenarios más hermosos de la creación. Al oriente, se sube, luego por la nueva carretera Matachic-Soto Manyes – Cruces- Buenaventura, con una secesión de paisajes cambiantes, pero siempre verdes.  Y uno se pregunta el porqué de la pobreza. El porqué se está despoblando la región y esa gente prefiere venir a hacinarse en los cinturones de miseria en las ciudades.

Porque pobreza la hay, y mucha. Faltan los servicios de salud adecuados y eficientes. Vi mucha gente vieja, enferma, aguantando la vida pegada a la tierra, sin recursos, deshechos, con problemas de nutrición y de escuela. No es posible el empleo. Faltan escuelas y más servicios médicos. Falta imaginación en política oficial. ¡Cómo ha resurgido el turismo rural en los países europeos! Y qué doloroso fue para mí, ver que los rieles del ferrocarril Juárez-Casas Grandes-Madrea-La Junta han siendo levantados y aquello quedó como la boca desdentada de un anciano, como la cicatriz de una herida enrome. A los que permitieron y los que hicieron eso, ya me referido en otro artículo, pero falta el estudio serio de los efectos de esa decisión y la aplicación de responsabilidades.

Que la ciudad es una entidad maldita lo dicen todas los relatos de creación y todas las cosmogonías. El hombre rompe con la naturaleza y se le opone agresivamente. Las fuerzas de la naturaleza agredida, a veces, responden con efectos devastadores. El hombre “despoetizado”, del que habla Heiddegger, es el hombre que ha perdido su contacto con la belleza, que ya no es capaz de sentirla ni expresarla y el hombre se pierde para sí mismo. Esto no son simples palabras. ¿Cómo explica usted los crímenes  que a diario se cometen  en nuestras ciudades?

Existe una grave enfermedad social. Y aparece la tesis de Fromm: “una sociedad enferma no puede producir individuos sanos”. Decía este psicólogo que el hombre ha perdido el binario sobre el que ha de hacer su vida: “los Mandamientos de Dios y el contacto con la naturaleza”. Ahora comprendemos que el respeto a la creación es vital para la humanidad; no es solo contemplación de la belleza, es respeto y cuidado de nuestro hábitat. Para apreciar la belleza de la creación se requiere un auténtico proceso de conversión en el sentido religioso de la palabra. La artificialidad de la vida moderna ha hecho de nosotros seres artificiales. El hombre ya no es imagen de su Creador, el hombre moderno es producto del hombre mismo. La fe, y todo lo que de ella deriva, es cada vez más difícil porque el mundo en que nos encontramos está hecho completamente por nosotros mismos y en el que, por así decirlo, Dios ha dejado de existir. El hombre se basta a sí mismo. Esta es la razón última de fracaso humano y la causa de lo oscuro del destino que nos aguarda. Y la política está en el centro de este desplazamiento.

“Vídeant Cónsules”. Y llegando y poniendo lumbre. Hasta el apartado lugar del descanso llega le incertidumbre y la escalofriante realidad de la locura humana. Un hecho perturbador en extremo, es la situación en el DF. Se trata de algo inadmisible, de algo que rebasa a todo lo que aparece en la superficie. Amén del desastre palmario de la educación, los hechos rebasan al mismo magisterio oaxaqueño. ¿Quién está detrás? ¿Quién está financiando y utilizando la criminal y añeja actitud de ese movimiento? 70 mil gentes movilizadas constituyen un ejército en pleno, ¿cuántos de ellos son maestros? Y el presupuesto destinado a esa sección del magisterio y a la educación  en México, ya los quisieran los restantes países de América. Más del 95% se gasta en sueldos.

Vídeant Cónsules, era la advertencia sobre un estado de máxima alerta que el Senado romano emitía ante un peligro grave para la república. “Fíjense los cónsules que la república no sufra ningún daño” (videant consules ne alquid detrimenti rei pueblicae caperet); los “cónsules” eran una especie de “ejecutivo”, y los senadores les autorizaban a depositar, de forma temporal y mientras el peligro subsistiera, todo el poder en un solo hombre, una especie de dictador que, al final, devolvería el poder al “senado y al pueblo de Roma”. Así sucedió cuando la rebelión de Espartaco o en guerra contra Aníbal y en otras circunstancias. Pero en las democracias débiles e incipientes como la nuestra, ¿hacia dónde dirige la mirada la República? Los “patres conscripti”, – las cámaras de hoy –  están enfrentadas y defendiendo los intereses de sus respectivos partidos, envueltos en vendettas y cosas de ese jaez. Y mientras, ¡Roma en llamas! A ese problema, el de la educación, añada el problema del crimen organizado y, entonces, México no puede estar tranquilo.

Y vuelvo a hacer público mi creo político por millonésima vez: “si se destruye la civilización, y se da muerte a la mayor parte de la humanidad dentro de los próximos 20 ó 30 años, ello no ocurrirá por las plagas ni por la peste, nos matará la política. La política se nos ha convertido, literalmente e una cuestión de vida o muerte”

Si México va camino del estancamiento, de la desunión y de la violencia; si tenemos ejemplos como el Oaxaca donde las pérdidas materiales son enormes y un millón y cuarto de niños no tienen escuela, ¿a quién le debemos semejante desatino? La violencia, la incertidumbre, la aparición de grupos armados, el secuestro de  Estados de la Unión, el secuestro de los Poderes de la Unión, ¿a quién se lo debemos? Porque, mire usted, el obligar al Presidente a cambiar la forma y la sede de su Informe y a encerrarse en Los Pinos, equivale a un secuestro. ¿Por qué en los discursos incendiarios de los representantes de los partidos no se aborda ese tema y se denuncia a quienes están detrás del conflicto, completamente artificial, pero no menos desastroso? ¿Quién pondrá coto a semejantes desmanes? Mientras los niños en Oaxaca y su padres, y todo México, esperan una solución.

En el panorama internación, estamos ante una nueva edición del guerra de Irak; allá fueron las armas de destrucción masiva, ahora, en Siria, son las armas químicas. Los autores occidentales, son los mismos. Las maniobras, iguales. Todo es la misma estupidez: la guerra como medio de reactivación económica. La venta de armas. La nueva geopolítica. Muerte y sufrimiento, mucho sufrimiento. Al final, como en Irak, quedará solo la desestabilización total; como en Irak, sobrevivirán solo los antenados diarios que siembra muerte y solo muerte. Muy después, vendrán las películas sobre la guerra en Siria hechas en Estados Unidos. Es el último eslabón de la cadena de la locura.

La visión tranquila de mi pueblo, de lo encinos y los pinos pegados a la tierra, como sus habitantes, están gravados en mi alma. Esa visita me ha permitido volver a los lugares y a las  personas con las que crecí, que ha marcado y han formado siempre parte de mi vida. Personas y lugares a los que es necesario volver siempre. Por ello hago mías las palabras de Camus :  “Jamás he podido renunciar a la luz, a la felicidad de existir, a la vida libre en que he crecido. Pero aunque esta nostalgia explique muchos de mis errores y de mis faltas, me ha ayudado sin duda a comprender mejor mi oficio, me sigue ayudando a mantenerme, ciegamente, junto a todos estos hombres silenciosos que no soportan la vida que se les hace en el mundo más que por el recuerdo o el refugio en el remanso de breves y libres felicidades”.

También podrían  ser mi epitafio.