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Domingo XIX T.O.C

Sab. 18,6-9; Sal 32; Heb.11,1-2.8-19; Lc.12,32-48.

A mi juicio, el tema de este domingo, presente en todas las lecturas, es el tema de la fe-confianza en el amor providente de Dios nuestro Padre. Así parecen avalarlo la primera lectura que nos habla de la salvación que Dios realiza a favor de su pueblo y que, éste, deberá recordar en la liturgia pascual; el salmo nos habla de un pueblo que se siente dichoso porque sabe que Dios lo ha escogido, tema fundamental de la teología del A.T. la 2ª lectura medita sobre el vocación y la respuesta del Patriarca y demás personajes que son ejemplo de fe.

El fragmento lucano nos dice, que aún en la oscuridad de la fe, incluso cuando las tinieblas del ateísmo parecen dilatarse en el mundo, y el «pequeño rebaño» parece disminuir a ojos vistas, es necesario vigilar activamente y sin miedo en la esperanza y en la espera del Señor que vendrá a nuestra mesa a servirnos.

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Sab. 18,6-9 – La promesa de Dios – El autor vive en Egipto, donde sus padres han sufrido persecución, pero es un hombre libre. Él celebra la noche pascual; sentándose a la mesa para partir el pan en su casa, no puede pedir que los egipcios sean aniquilados; su gozosa certeza de formar parte del pueblo de la alianza, el aleluya de los comensales y el sacrificio de la cena pascual le demuestran que la promesa de Dios se ha mantenido. También hoy, los cristianos participan del bien y del mal del país donde viven, ellos habitan ahí pero como testigos de la llamada de Dios y, cada vez que la comunión los reúne, Dios les ofrece pan y libertad.

Sal. 32 – Himno, con la estructura típica: introducción, motivos, conclusión. El salmo canta esa misma certeza de la elección Divina: dichoso el pueblo elegido por Dios. vv. 1-3. Invitación a alabanza con acompañamiento musical. Los «buenos» o «justos» son la comunidad litúrgica del pueblo escogido. Alabanza y acción de gracias se encuentran con frecuencia unidas. vv. 10-12. El plan de Dios frente a los planes humanos: es un plan de salvación, que se realiza en la elección de un pueblo y no tiene término. vv. 16-19. La salvación: referida a la situación bélica y al peligro mortal del hambre. vv. 20-22. Conclusión del himno, añadiendo el tema de la confianza y una breve súplica final.

Transposición Cristiana del Salmo: “El plan de Dios es un plan de salvación que no pueden frustrar los planes humanos adversos; que incorpora en su realización las acciones de los hombres, conocidas por Dios. La confianza, como enlace del hombre con el plan de Dios, se convierte en factor histórico activo, para encarnarse en la historia de la salvación. Como el plan de salvación de Dios no tiene límites de espacio o de tiempo, así este salmo queda abierto hacia el desarrollo futuro y pleno de dicha salvación, queda disponible para expresar la confianza de cuantos esperan en la misericordia de Dios.

San Pablo nos habla del maravilloso plan de Dios, que desea salvar a todos los hombres por Cristo: «A mí, el más insignificante de todo el pueblo santo, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo… Según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro»”. (Ef 3,8.9.11).

Heb.11, 1-2.8-19 – El ejemplo de Abraham – Inspirado por Dios, Abraham parte sin saber a dónde llegará. Todo un pueblo se reconocerá en él; la raza de aquellos que las promesas de Dios ponen en marcha; ellos creen realmente que Dios no los hace caminar en vano. La raza de aquellos que saben por qué parten y no les importan los peligros; al término del camino, está el hogar, la casa, el país donde se puede finalmente depositar la mochila de viaje. En la caravana humana, ¿los creyentes serán aquellos que ofrecen el gusto de ir adelante y la esperanza de llegar? El psicólogo moderno nos ha definido como la sociedad “que ha perdido el sentido”, la orientación. Ya no sabe a dónde va ni por qué tiene que caminar. La única alternativa para el hombre moderno es la angustia.

Lc.12, 32-48 – El coraje de las rupturas – Las parábolas del siervo que está a la puerta a la espera de la llegada de su amo y del ladrón que llegará de improviso tuvieron un gran éxito en las comunidades cristianas primitivas a grado que en ellas han descubierto su espera del fin de los tiempos. Jesús dirigía, probablemente, estas parábolas a los escribas de entonces, empantanados en sus problemas económicos, invitándolos a no dormirse en el momento de la crisis religiosa decisiva, que anuncia los últimos tiempos. Era, para Jesús, un modo de proclamar el fracaso de una cierta teología, incapaz de leer los signos del tiempo y de llegar a la conclusión que son necesarias ciertas rupturas, aún con las cosas aparentemente “sacras”, como las tradiciones religiosas, para ser verdaderamente fieles al Señor que viene.

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La primera lectura, que debemos comenzar a leer en el v.5 para entender mejor el contraste, pone de manifiesto que Dios sale en defensa de Israel, su hijo primogénito, castigando a los egipcios, principalmente por la muerte de los primogénitos. Este episodio se une al desastre del mar rojo donde el ejército del faraón fue destruido. Es un breve repaso del hecho fundante del pueblo. Y todo esto se convierte en una liturgia. Aquella noche, la noche de la liberación, queda estipulada como liturgia en la que el pueblo celebrará y hará presente de nuevo y  por todas las edades, los portentos de Dios en favor de su pueblo. A partir de ese momento queda formado el pueblo y empezaron ya a entonar los himnos de los padres. Nosotros, en la Santa Eucaristía, que hunde sus raíces en esa pascua, en los sucesos de aquella noche, de la liberación, de la pascua, celebramos también la más grande maravilla que Dios haya realizado, no ya a favor de un pueblo solo, sino de toda la humanidad: El Misterio Pascual de Cristo. La pascua antigua era figura de la nueva pascua que realiza Cristo; Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado, de Pablo. Para nosotros, también, en la liturgia es el donde nos alcanza Cristo con su poder salvador, sobre todo en la eucaristía.

Segunda lectura. Al final comparto contigo un fragmento de la Carta Encíclica Spe Salvi, que es un magnifico comentario sobre el tema de este domingo, y un análisis del tema fe-confianza-salvación, en Heb., tema central de la Encíclica, genial como todo lo de B. XVI.

La lectura de Hb., abre con la siguiente frase: “la fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores”. Y el fragmento evangélico se abre con esa tierna y firme invitación a la confianza: “no temas pequeño rebaño mío porque tu Padre a tenido a bien darte el reino”.(12.32). De esta certeza brota una confianza total, completa; ya no tenemos porqué poner el corazón en otras cosas; ya no existen otros tesoros, no se tiene necesidad de ellos. De ahí la capacidad del discípulo para renunciar a todo, de renunciar a la búsqueda de cualquier otra forma de apoyo, y la capacidad, “de dar los bienes en limosna”.(12.33-35). Dos temas más conforman el relato evangélico: vigilancia y fidelidad de todos los discípulos (12.36-40); y la especial fidelidad que se exige, y de la que habrán de dar cuenta, los encargados y los responsables de las comunidades, (12.41-48).

Evangelio. La unidad, 12, 29-34, cierra una  unidad mayor que podemos titular: la confianza en el Padre, y va de los vv: 12, 22-34;  es una continuación del tema del domingo pasado, una especie de cierre. Si podemos llamar a Dios ¡Abba!, no podemos poner nuestra confianza en el dinero, en los bienes de este mundo (cf. 12, 22-28). Ahora, Jesús nos dice: No temas, pequeño rebaño: que vuestro padre ha tenido a bien daros el Reino.(v.32). El grupo de los discípulos es un pequeño rebaño. El pueblo de Dios siempre se ha comparado con un rebaño. A pesar de su pequeñez, de su insignificancia, como de su impotencia y de su pobreza, Dios ha tenido a bien darle el Reino, como el poder y el señorío sobre todos los pueblo. Porque es el pueblo del Altísimo (Dn.7, 27). Este pequeño rebaño vive del amor de Dios que es su padre. Por el designio de Dios que tiene su razón última en  el beneplácito divino, este pequeño rebaño está llamado a ser grande. Y de aquí brota su única seguridad, y han de desaparecer todos los miedos y preocupaciones, la búsqueda inútil de seguridades alternas. ¡No temas!, es la imitación de Jesús a los suyos. Hoy también tenemos necesidad de esta certeza, cuando  parece que todo se hunde, que no hay punto fijo, que vamos al garete. ¡No temas pequeño rebañito mío!, es la invitación que, también nosotros necesitamos oír hoy. La oímos, de hecho, pero ¿creemos en ello o buscamos otros apoyos?

De aquí brota la capacidad del desprendimiento y la generosidad. Lo único importante es el Reino; lo demás se nos dará por añadidura. A veces nos afanamos por las añadiduras y olvidamos el Reino. No necesitamos otras certezas ni hay cosa más importante que el Reino. Ante la certeza que brota de Dios es ridículo y además una falta de confianza, la búsqueda de otros tesoros. El único y verdadero tesoro del discípulo es Dios mismo. Lo contrario sería muy peligroso porqué sería un desplazamiento del punto  central de apoyo; sería apoyarnos en otras cosas que nos son Dios. Dios pasaría a ser otro apoyo como cualquiera. Esto queda claro en al sentencia de Jesús: porque donde esta tu tesoro ahí estará también tu corazón.   Corazón indica la totalidad de hombre.

Vigilancia y fidelidad. (12, 35 – 48). El discípulo de Jesús tiene la mirada puesta en la venida de su Señor. Cuano Lucas escribía en su evangelio, los cristianos no esperaban, ya, venida de Jesús como algo inminente, sino que contaban ya con un espacio de tiempo más largo. Ya había corrido un buen número de años. Entre el tiempo de la acción salvífica de Jesús y su venida gloriosa transcurre el tiempo de la iglesia. Los cristianos que viven en este tiempo de la iglesia miran en retrospectiva  la vida de Jesús  en la tierra, y, al mismo tiempo, en prospectiva, a su futura manifestación. Las preocupaciones fundamentales del tiempo final del cristiano que aguarda la pronta venida de Cristo, no deben faltar tampoco al cristiano que vive en el tiempo de la iglesia, puesto que nadie sabe cuando vendrá el señor. El cristiano vive el aquí y el ahora, pero sabe que es peregrino. Peregrino del Absoluto, como llama, L. Bloy, al hombre. Lucas habla de algunas de estas actitudes fundamentales, como la vigilancia (12,35-40); en particular, los dirigentes de la iglesia son exhortados a la fidelidad, a cumplir con esmero el encargo de su señor. (12,41-48). Como el tiempo de la primera venida de Cristo fue un tiempo de decisión, así también el cristiano debe conseguir su vida como una opción  por la voluntad de Dios (12,49-53).

Roland Meynet, comenta nuestro pasaje de la manera siguiente: ¿A quién está dirigida esta parábola? La doble parábola no esta dirigida a todos  los discípulos, sino a los Servidores del Señor, a los que el ha encargado de vigilar su casa, a los que les ha confiado el poder de abrir la puerta al Maestro y ver que este cerrada para los ladrones. Luego de la pregunta de Pedro, la parábola precisa, el rol interno del discípulo, que no debe cuidar las cosas exteriores, sino la administración de los bienes y las personas del interior: no debe solamente cuidar la casa de los ladrones que quisieran penetrar en ella, sino que es necesario también vigilar para que él mismo no se convierta en un ladrón que utilizaría para su provecho los bienes destinados a la gente de su casa, sirviéndose él mismo, comiendo, bebiendo, embriagándose. Pedro a quien le ha sido confiada la administración suprema queda advertido: la bendición y la maldición están delante de él, según que él haya sabido o no utilizar el poder de las llaves que le ha sido confiado, y de merecer o no el título de «siervo de los siervos de Dios».

Señor y servidor. El discípulo es servidor de su Señor Jesús, y, si en ausencia de su Señor, él recibe la administración de sus bienes y de su casa, él se convierte por delegación en señor de la casa,  no debe olvidar su estatuto de servidor, está llamado a ser un señor bueno y fiel a imagen de su Señor. Si él actúa así, vigilando y sirviendo, el Señor, cuando regrese, confirmará su misión: servidor, será servido por su Señor y su administración se extenderá a todos los bienes de la casa. De tal manera que no existe más poder que el poder de servir, y el servicio, el más radical, da la más grande libertad, y de igual manera la autoridad más absoluta. Sólo el que sirve es libre y tiene poder, el que no sirve para servir no sirve para nada. (L´ Evangile Selon Saint Luc)

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Un minuto con el Evangelio

Marko I. Rupnik, SJ

 

Cristo nos invita a velar y a esperar su llegada. La tradición encontraba en estos textos distintos significados. El primero más inmediato es el de la llegada del Señor en la hora de nuestra muerte: de ahí la invitación a llevar una vida sobria para estar listos para el encuentro definitivo. Otro significado revela la espera de la segunda venida del Señor. Esta espera resalta la actitud apropiada hacia la historia. Contemplar la historia y la vida misma de los hombres en la clave de la parusía, del cumplimiento de todo en Cristo, y de su amor. Pero el significado más inmediatamente espiritual, que os santos padres encontraban en estos textos, es esa atención del corazón para discernir los pensamientos y acoger los que son de inspiración espiritual, es decir, valorar y seguir esos pensamientos que orientan nuestra vida hacia Cristo, que hacen que nuestra vida sea mucho más parecida a él, más suya.