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DOMINGO XVII T. O. C
Ge. 18,20-32; Sal. 137; 1 Col.2,12-14, Lc. 11,1-13

«Señor, enséñanos a orar». Los apóstoles se dirigen a Jesús como al único maestro de oración, es más, la oración es siempre un don. Quieren que les revele su secreto. Igual nosotros debemos dejarnos impresionar por la forma cómo Jesús hace oración porque «no sabemos orar, ni siquiera pedir lo que nos conviene» (Rom. 8,26). Oigamos, por lo tanto, qué cosa nos dice el Señor al respecto: «Pedid… buscad… tocad…».

Orar no significa imponer a Dios nuestra voluntad, sino pedirle y hacernos disponibles a la suya, a su proyecto de salvación para el mundo. Orar no es pretender cambiar a Dios, sino pedirle que nos transforme, que despierte en nosotros un espíritu filial. Si perseveramos un poco, estemos seguros de obtener, de encontrar, de ver que la puerta se abre. La oración es en primer lugar “una larga paciencia” (S. Benito).

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Ge. 18,20-32 – La salvación de los justos – ¿Los malos arrastrarán a los buenos a su ruina, o serán salvados por ellos? Éste relato quiere responder a la pregunta: ¿serían suficientes algunos justos y un hombre de fe como Abraham para salvar a todos? También Ezequiel (22,30), y Jeremías (5,1) proclamarán que un solo justo bastará para salvar la ciudad. Isaías (53) anuncia en su tiempo que un solo «siervo» podrá rescatar a toda una nación. De hecho, Jesús sólo redimirá con su oración y su sacrificio a la humanidad entera.

Sal. 137 – Canto de acción de gracias, que concluye en súplica confiada. vv. 1-2a. Introducción. La eucaristía o acción de gracias arranca del corazón, y se va expresando hacia fuera: en las palabras, en el canto, en el acompañamiento de instrumentos, en el gesto corporal. Así el culto es sincero y entrañable. Esto sucede en el templo, lugar de la presencia del Señor, donde asiste su corte de «ángeles». vv. 2b-3. Expone la razón y el tema del canto: de un modo algo genérico. El salmista ha experimentado en su propia vida esa cualidad universal de Dios: la misericordia. vv. 4-6. La acción de gracias personal no basta, la invitación se extiende a los reyes de la tierra, que escuchan las palabras de Dios. El motivo del canto se hace más concreto, y tiene una punta de amonestación para los grandes de la tierra. v. 7. Repite la experiencia personal, que adquiere un valor permanente, como indica el estilo sentencioso. La síntesis de dicha experiencia es «tu derecha me salva». v. 8. Apoyado en esta experiencia, puede mirar confiado al futuro, y formular esa última súplica admirable: toda mi vida es obra de Dios, él la ha comenzado, que él la concluya.

Transposición cristiana del Salmo. El salmo expresa ese punto que define y articula el movimiento de la gracia: Acción de gracias por la gracia recibida – reposo, conclusión -, súplica confiada de gracia continuada – comienzo, dinamismo -. Así es fácil transponer el salmo a nuestra eucaristía: En la que nos volvemos a Dios para darle gracias dignamente, y recibimos de Dios toda gracia.

Con frecuencia leemos en la oración sobre las ofrendas o en la oración después de la comunión esa idea del P. L. Alonso: te ofrecemos de tus propios dones,… Tú nos has devuelto, convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los dones que te ofrecimos… etc.

1 Col.2,12-14 – El significado del bautismo – La fe está expuesta a múltiples mistificaciones: la fe, no pocas veces, corre el riesgo de ser reducida a una ideología, a una moral, a una religión. Se puede, incluso, hacer del bautismo lo que la circuncisión era para los judíos: se convierte entonces en un rito, en una selección, que separa a unos de otros, para colocar a algunos en una posición de privilegio. Al contrario, el bautismo significa hundirnos completamente en la existencia humana. Ser bautizados quiere decir seguir a Cristo en su abandono hasta la muerte, en su fe en un Dios capaz de mostrarse en la aniquilación de la muerte y el mal. No se trata de ponernos al resguardo, de un modo casi mágico, del riesgo de la vida, sino de apoyar la entera existencia en la fe en Cristo Jesús, abandonándonos al amor y perdón de Dios.

Lc. 11,1-13 – La verdadera oración – Sobre la oración, nos da este testimonio: cuando ora, no le pide a su Padre lo que los hombres no pueden darle. Busca solo la comunión con él en el Reino, y el perdón que lo expresa y lo permite: un alimento cotidiano. Desde que un Hombre ha orado de esta forma, debimos haber comprendido que Dios no es un jefe de estado omnipotente, que distribuye a cada uno de sus cortesanos las gracias que le piden. Nosotros podemos solamente hablarle a corazón abierto y esperar de su amistad que él apague las necesidades del hombre con el don de su Espíritu.

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1.- LA ORACION. El tema de este domingo es la oración. Se trata de un tema muy querido para Lucas. Los evangelios, y Lucas en especial, nos muestran a Jesús que hace oración siempre, sobre todo en los momentos decisivos, que busca el silencio de la noche o los lugares solitarios para hacer oración, para platicar con su Padre. Jesús está siempre en oración. Es un tema, pues, de primera importancia en la vida cristiana.

LA ORACION DE INTERCESION. Existen diversas formas de oración: la bendición y la adoración; la oración de petición y la de intercesión, la oración de acción de gracias y la de alabanza. La 1ª lectura de hoy es una hermosa oración de intercesión. En sus catequesis sobre la oración, BXVI dedicó una bella reflexión sobre esta oración de Abraham, como un bello ejemplo de oración. La oración, signo de intimidad. No podemos olvidar la primera lectura. “El Padre de los creyentes, Abrahán, aparece envuelto siempre en un clima de intimidad dialogante con el Señor, como una consecuencia de su vocación y de la Alianza. El relato de su oración intercesora, en el encinar de Mambré, y ante el desastre inminente de las ciudades malditas, es de un realismo catequético encantador.

La intimidad se hecha de ver en el diálogo; luego que los hombres que él había agasajado en su tienda, se levantaron y se dirigieron a Sodoma, el Señor dijo: No puedo ocultarle a Abrahán lo que voy a hacer. La denuncia contra Sodoma y Gomorra es seria y su pecado es gravísimo, dice la Escritura. La sentencia está dictada, esas cinco ciudades dominadas por gravísimos desordenes sexuales van a ser destruidas y el señor no quiere ocultarle a Abrahán su decisión. En este contexto tiene lugar la enternecedora intercesión de Abrahán en la búsqueda de un solo justo. “Cuando termino de hablar con Abrahán, el Señor se marchó y Abrahán volvió a su lugar, termina el relato. Ya no quedaba nada por hacer.

Oremos también nosotros, y mucho e insistentemente, por nuestra ciudad, por nuestra sociedad, por las familias, por nuestros/as jóvenes y niños; el Señor, sin duda, nos escucha. El CIC dice al respecto:

2634 La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. El es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de “salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros… y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27).

2635 Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca “no su propio interés sino el de los demás” (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal (recuérdese a Esteban rogando por sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60; Lc 23, 28. 34).

2636 Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El Apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él intercede también por ellas (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por todos los constituidos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1).

El Padre nuestro.
Alois Stöger inicia su comentario a este pasaje diciendo: “Por lo regular ora Jesús en la soledad, en un monte, (6,12; 9,28.29), separado de sus discípulos (9,18). No se nos dice cuándo y dónde oró Jesús en el caso presente; la mirada no debe distraerse de lo esencial: la doctrina sobre la oración.

Juan Bautista había enseñado a orar a sus discípulos. La oración había de corresponder a la novedad de su predicación, había de ser un distintivo que uniera a sus discípulos entre sí y los separara de los demás. También los discípulos de Jesús quieren poseer una oración que fluya de la proclamación del Reino de Dios y esté marcada por el hecho salvífico, cuyos testigos han venido a ser ellos. La palabra de Jesús abría nuevas perspectivas, creaba nuevas esperanzas, anunciaba una nueva ley. ¿No deberá también transformar la oración? La oración es la expresión de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la auténtica vida religiosa”.

El relato tiene cuatro momentos: 1.- Jesús orando. 2.- Los discípulos que desean aprender a orar. 3.- Jesús, en respuesta, les enseña el Padre Nuestro, y 4.- les muestra las características de la oración, la perseverancia y la confianza, enfatizadas con ejemplos tomados de la vida cotidiana y familiar que hace más digerible la enseñanza. Y yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y encontraran, llamen y se les abrirá. Debemos orar con la confianza que el Padre nos concederá lo que le pidamos y debemos hacerlo con insistencia, “mi Padre les concederá lo que le pidan en mi nombre (Jn. 16,24); Si ustedes, con lo malo que son, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más su Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan. S. Teresa de Ávila, que sabía mucho al respecto, dice que “que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. En estas parábolas aparecen el amigo en una y el padre de familia en otra, que saben servir al amigo o dar cosas buenas a sus hijos, (el Espíritu Santo)

Heinz Schürmann, en su incomparable comentario al Padre Nuestro, escribe: el anuncio de Jesús ha de esclarecer el Padre Nuestro, y el Padre Nuestro es la clave para comprender el anuncio de Jesús.

-El anuncio de Jesús ha de esclarecer el Padre Nuestro: así suena nuestro principio interpretativo fundamental. En efecto, solo el que permite que su vida sea determinada por la palabra de Jesús podrá comprender la oración de Jesús. ¿Y quién podrá recitar verdaderamente la oración de Jesús? Ciertamente solo aquel que haya hecho íntimamente propias loas exigencias centrales de Jesús, que haya oído antes el anunció de Jesús y que haya sido atrapado por él a tal punto que ahora en adelante ese anuncio determine su pensamiento y sus deseos.

Resulta claro que el Padre Nuestro es una oración para los apóstoles, dada en primer lugar y sobre todo a aquellos que han dejado casa, familia y profesión y se han puesto al seguimiento de Jesús sin ninguna reserva (9,57-62), para escuchar día a día su palabra y dejarse enviar por él a predicar (cf. Mc. 3,14), que por lo tanto «buscan» el Reino de Dios con toda su vida (Lc-12,31) y han hecho de él el valor absoluto de su vida. En nuestros días, por lo tanto, podrán rezarlo solo aquellos que se esfuerzan en llevar un vida como aquella de los primeros apóstoles en el seguimiento de Jesús, a ejemplo de María, la hermana de Marta, que “ha elegido lo mejor y no le será quitado”.

-El Padre nuestro es la clave del anuncio de Jesús. Porque si queremos conocer los más caros deseos, los intereses más centrales de un hombre y cuánto más santamente lleva en su corazón, debemos poder conocer su oración. Así, pues, si queremos conocer los verdaderos deseos y las últimas intenciones de Jesús, lo mejor es fijarnos atentamente en su oración: esta nos revelará más que el anuncio mismo. Mas si queremos aprender de la oración de Jesús, se nos ofrecen nos solo algunas breves indicaciones, sino, sobre todo, la oración central: el Padre Nuestro. (Das Gebet des Herr). El CIC, hablando de la oración, dice:

¿Qué es la oración?
2558. Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría (Santa Teresa del Niño Jesús, ms autob. C 25r).