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Is.5, 1-7; Sal. 79; Fil. 4,6-9; Mt. 21,33-43.

 

Is.5, 1-7. La viña que no desilusiona. Plantada en las colinas del mundo, la iglesia es la viña del Señor. Todos los días viene el viñador en el rostro de las personas que buscan aliento para vivir. ¿Qué encontrarán?  ¿Qué cosa dará nuestra uva, – vida cristiana -, al torbellino de la vida moderna: un vino que da vida y alegra, o vinagre? La única cepa que no defrauda, la vid verdadera, es Jesús Cristo, que fue exprimido en la cruz para que florezca la alegría y la vida entre los hombres. Él es quien ha rendido abundantes frutos para el Dueño, él es la Vid verdadera. Israel no lo fue, ¿lo seremos nosotros? Solo unidos a él, la Vid verdadera, daremos fruto. 

 

Salmo responsorial (79). La viña en toda la biblia es un símbolo transparente de Israel y de su historia. (Sal.79). Esta historia, con su trama de mal y de bien, de fidelidad e infidelidad, la vemos puntualizada en las escenas paralelas del Canto a la Viña (1ª Lec), y la parábola de los de los viñadores homicidas (2ª Lec).

 

El salmo es una lamentación publica: invasión militar. El estribillo señala el tono, ensanchando cada vez más el nombre divino. La imagen de la Vid la asume Cristo en el NT, como concentración del pueblo de Dios, Jn. 15,5, y después se pasa a la iglesia. Como Cristo, también la iglesia es pisoteada y entregada a las contiendas y burlas de los enemigos y a la infidelidad, escándalos y defecciones de sus hijos. Como Cristo la iglesia invoca la ayuda de Dios, y en Cristo contempla la iglesia el rostro de Dios que brilla con poder y clemencia.

 

2ª Lectura. (Fil. 4,6-9). Una certeza que da paz. ¿Qué hacen los cristianos de manera diferente a los que no lo son? Nada especial. Ninguna cosa inédita. Los cristianos buscan como los otros “lo que es verdadero, justo, noble, puro, amale, honrado, lo que es virtuoso y merece alabanza; que todo eso sea objeto de vuestros pensamientos”. ¿Qué cosa hacen o tienen los cristianos respectos a los que no lo son? La motivación; la certeza de una paz que el mundo no puede dar, “que sobrepasa todo razonamiento” y que custodia nuestra mente y nuestros pensamientos. El v. 6, de hecho, comienza con una llamada a la confianza: Una certeza: «El Señor está cerca».  La cercanía del Señor, la paz que solo él puede dar, más allá de una ética fría, de un imperativo categórico, de una mística sin Dios, eso determina los valores, el «estad siempre alegres». ¡Que diferencia hay entre uno que cree y uno que no cree? Creo que la esperanza, decía Mons. Cerfeaux. Hacemos lo mismo, pero de diferente manera. El motivo que inspira es Cristo.

 

Evangelio. (Mt. 21,33-43). Viñadores, no dueños. Todo es nuestro, nosotros somos de Cristo y Cristo es de Dios. Se nos ha dado el mundo, pero no como posesión. Nos han sido confiados los talentos del tesoro del Reino. Pero no para que nos apoderemos de él con golpe de estado. Somos, más bien, prolongación de afecto amoroso del Padre por su viña. No somos los dueños de la viña. Somos trabajadores en la viña del Señor llamados a dar frutos, no a ganar fruto.  El da, tiene. El pierde, encuentra. El que se despoja de sus egoísmos, de sus celos y envidias, ese recibirá en su manto una medida rebosante, bien sacudida y apretada.

 

Tema dominical. ¿Cómo aplicar a nuestra realidad, como nuevo pueblo de Dios que somos, lo que resulta fácil decir del pueblo de Israel según la parábola? El tema central es el misterio de un rechazo orgulloso y ofensivo al proyecto amoroso de Dios suplantándolo con las falsas seguridades de los legalismos religiosos, los ritualismos y los orgullos nacionalistas. ¿Nosotros no corremos esos peligros? ¿Cuáles son nuestros sucedáneos? «Poderoso es Dios para sacar hijos de Abraham de esas piedras» (Lc. 3,8)

 

En efecto, el mensaje de la alegoría de Is.5,1-7 y la parábola de Mt.21,33-34, es fácilmente comprensible aplicado a Israel, por lo demás, su destinatario inmediato, pero se nos complica cuando debemos aplicárnoslo nosotros como iglesia, como comunidad. ¿Hemos dado el fruto esperado?  ¿Hasta dónde y cómo es posible que nos sea quitado el reino y sea dado a otro pueblo que produzca frutos? Al menos en ciertos países de Europa Occidental el cristianismo agoniza mientras que en otros campos de Asia y África florece. En América Latina existe todavía una gran reserva de fe. Ojala que sepamos conservarla con nuestro trabajo y nuestro testimonio. Sin embargo, la increencia y las sectas se extienden más y más en nuestros ambientes.

 

Is. 5,1-7.  Amor con amor se paga. “Esta parábola nos dice, que no se trata exclusivamente de un amor de sentimiento, si no de obras, y que la respuesta también a de ser por obras. Además, y sobre todo, la correlación del diverso hacer nos hace descubrir la extraña paradoja del poema. ¿Qué espera el lector? Que a los trabajos del dueño del viñedo respondan los favores de la viñal; amor con amor se paga. ¿Qué dice el yo del poema?: Que en pago de sus trabajos buscaba que ella produjera justicia. Apurando la paradoja, para hacerla más patente: El amante no busca que lo amen a él, sino que amen a otro, al prójimo. Y en términos teológicos: Dios busca, con sus trabajos de amor, que el israelita respete y ame al prójimo. Esta es la admirable paradoja, esto dice el texto, y otras interpretaciones pueden ser fruto de un pietismo deformador”. Esto queda más que evidente, en las palabras finales de la alegoría: «la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel,/ son los hombres de Judá su plantío favorito. / Espero de ellos derecho, ahí tenéis: asesinatos; / espero justicia, y ahí tenéis: lamentos». (L. Alonso. Profetas. ad loc.). Se trata de una de las páginas más célebres del profetismo de Israel.

 

Mt. 21, 33-43. Al negarse a recibir el mensaje, la incomprensión de los judíos ante los «signos de los tiempos», adquiere a los ojos de Jesús toda su significación: la situación ha cambiado; ahora, a esos hombres, a los cuales Jesús estuvo llamando desde el principio, ofreciéndoles el Reino, quedan desplazados; en cambio, los pobres, los pecadores, los publicanos, las prostitutas, los samaritanos, constituyen el lo sucesivo  la única categoría de privilegiados.  Ellos están en mejor situación pues sienten necesidad de redención. Los tres sinópticos coinciden en señalar la parábola de los viñadores homicidas como el adiós profético de Jesús al pueblo judío. Al mismo tiempo se abre una visión de futuro: la viña será entregada a unos viñadores más honrados; Jesús, la piedra rechazada por los constructores, será la piedra angular de un nuevo edificio. (cf. Hch. 4,11; Sal. 118,22-23.). La cita del salmo 118 es definitiva en la interpretación de esta parábola.

 

Cedo la palabra a Mons. L. Cerfeaux en su estupendo y breve comentario a las parábolas. “… Esta parábola o alegoría de Jesús, es su testamento y al mismo tiempo su última protesta contra el judaísmo legalista, está edificada sobre un cañamazo muy sencillo, que viene a traducir la alegoría de la viña de Isaías. Aquí aparecen los viñadores ausentes en Isaías; pero ¿no eran ya ellos, en Isaías, los responsables de la infecundidad de la viña? A ellos les reclama Dios los frutos. Por otra parte, el castigo de la viña de Isaías, ¿no era el castigo de sus viñadores? El cántico de Isaías concluía con una misteriosa promesa para el porvenir. Jesús la traslada a su horizonte. La viña es a la vez el Israel de Dios, el Reino, la verdadera justicia que Dios pide; pueblo, Reino y justicia tendrán que pasar a un orden nuevo, al orden que Jesús comienza en la tierra con todos los que le escuchan.

 

El llamamiento de la parábola es patético, en este momento en el que Jesús se ve rechazado por aquellos a quienes él quería abrir los tesoros del Reino de los cielos. Los viñadores han llegado hasta el colmo de su malicia. Tratan al último mensajero del Reino como han tratado a los profetas. Los males que ellos anunciaban van a descargar sobre Jerusalén, que no ha querido entender el último llamamiento de Dios. Pero este llamamiento es palabra de Dios; no puede, pues, caer en el vacío. ¿Quién lo oirá?  Nadie queda excluido, Ninguno es privilegiado en absoluto. ¿Lo son los cristianos de hoy? El llamamiento es eminentemente personal, y la respuesta es personal. La parábola ha condenado definitivamente la falsa seguridad de los doctores de la Ley y de los sacerdotes. Ya no existe seguridad alguna, fuera de la confianza en la obra de Dios.

 

¿Se ha observado que la parábola no determina la parte que se restituye al propietario? Es que el propietario es Dios, y El pretende exigir la totalidad del fruto de su viña. Todo hombre es su viña, según la doctrina de Jesús. A él le pertenece la totalidad de las vidas. El hombre no dispondrá ya de nada, a fin de quedar totalmente libre para el porvenir que se le abre. Los Judíos morirían en su legalismo, sus «prácticas» de piedad, sus sacrificios y su liturgia. Ellos habían decretado por su cuenta que el llamamiento de Dios no podía ya rebasar ese cuadro. Nosotros somos distintos, por influjo de nuestros siglos cristianos y de nuestra cultura contemporánea. Nosotros sabemos que no son suficientes los diezmos, ni los ayunos; sabemos que todo esto no agota el llamamiento de Dios. La voz de Dios es más exigente, más totalitaria, más apremiante también, hasta el punto de que el único recurso que nos queda para evadirnos de ella es el ruido del mundo. Si al menos supiéramos que es ruido procede de la armonía de las esferas…”

 

Notas. Es de notar, primero, que Jesús interpela directamente a los oyentes: “Vamos a ver, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores? Segundo, en la respuesta de las autoridades judías se cumple el refrán: el pez por su boca muere. Jesús termina la parábola de manera distinta a Isaías: Jesús cita el salmo 118, 22-23 aplicado a sí mismo. El es la piedra que los arquitectos han desechado y que, por un milagro de Dios, se ha convertido en la piedra sobre la que descansa todo el edificio. Lucas añade: El que tropiece con ella se hará trizas; al que le caiga encima lo aplastará (20.18).

 

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Un minuto con el Evangelio.

Marko I. Rupnik, SJ

 

Israel tenía ya pruebas contundentes de que los ojos del mundo se burlan, desprecian o incluso rechazan lo que  ven los ojos del Señor. Un ejemplo de esto es José que, rechazado y vendido por sus hermanos, luego se convirtió en la salvación para ellos y para todo su pueblo. Cristo habla de sí mismo en estos términos como si quisiera abrir los ojos de aquellos que no logran comprender el don que Dios otorga. La mentalidad de pecado no comprende el amor y no logra razonar con sus categorías, pero el amor llega a hacer de lo rechazado una piedra angular. Esto significa que el Señor quiere que miremos también nuestra historia con sus ojos de amor. Y entonces las cosas que no parecen haber tenido éxito y que querríamos que hubieran existido son aquellas a través de las cuales nos llega el don de Dios. En este momento en que tarda en llegar el día, los desechados por la historia nos pueden decir una palabra importante para el discernimiento.