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Año Nuevo

El nombre.-

En el mundo bíblico el nombre es una clave que expresa la realidad misma del que lo lleva, el nombre, por decirlo así, es y define la persona, es el significado de la presencia y de la acción de un ser.

En las religiones con resabios mágicos, saber el nombre de la divinidad significaba tener la posibilidad de dominarla y manipularla en ventaja propia.

Dios mismo se revela a Moisés ante la pregunta del Patriarca, y la respuesta de Dios es: “Yo soy el que soy” que viene a significar una realidad presente e implicada en la historia, de tal manera que podríamos traducirla: “Yo estoy aquí como que estoy aquí”.

Podemos decir que el tema de esta fiesta es precisamente El Nombre. Las tres lecturas nos hablan del Nombre. En la primera lectura se trata de la bendición que el sacerdote imparte en nombre de Dios, Dios mismo es el que bendice por las manos del sacerdote.

El salmo 66 habla del pueblo que pide la bendición, la recibe y alaba a Dios por ella.

La segunda lectura “La plenitud del tiempo” está marcada por el nacimiento-don-envío del Hijo de Dios que nace “de una mujer”.

Y por fin, el evangelio que nos habla de la circuncisión del Niño  a quien le pone el nombre de Jesús «porque él salvará al pueblo de sus pecados». El nombre determina la misión de quien lo posee.

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1.- El nombre de Dios nos ha sido revelado en Cristo y venimos a saber que Dios es, o se llama, «Padre». Un hombre no imperial, sino familiar. Debemos de redescubrir el gusto de conocer a Dios y sus secretos. El inicio del año civil puede ser la ocasión para una pequeña programación del propio compromiso de conocimiento doctrinal, serio, a través del estudio y la meditación. Conocer a Dios como conocemos, o hemos conocido, a nuestros padres. Cuando nuestros padres han desaparecido de nuestra vida siempre recordamos las anécdotas, las vivencias que nos han dejado. Así debemos conocer a Dios.

2.- La bendición sacerdotal. La bendición sacerdotal que leemos en la 1ª. lectura es la sigla bajo la cual debemos poner nuestras acciones al inicio de un nuevo ciclo de vida social. El P. Teilhard de Chardin escribía: «Aquello  que asecha y envenena en general nuestra felicidad se debe a que sentimos muy cerca el fondo y el fin de todo aquello que nos atrae: sufrimientos de las separaciones y de los logros, angustia por el tiempo que pasa, terror ante la fragilidad de los bienes poseídos, desilusión por la llegada tan rápido al término de aquello que somos y que tenemos».  La bendición que da paz, la luz del rostro divino, la protección paterna de Dios, dan sustancia de eternidad, consistencia y esperanza al flujo incesante del tiempo en el que estamos inmersos. «Desde el cielo, él alargó la mano y me agarró, me sacó de las aguas caudalosas, me libró de un enemigo poderosos de adversarios más fuertes que yo. Me sacó a un lugar espacioso, me libró porque me amaba» (salmo 18, 17.18.20).

3.- Jornada de la paz, el inicio del año civil nos invita a la “lucha por la paz”, como decía Gandhi, una lucha sin armas, con las manos desnudas, con el desdén en el corazón, con las preocupaciones por la víctimas, con la voz que golpea a los potente ciegos y locos, con el compromiso de resolver las guerras del odio cotidiano y privado, con el anuncio de la paz a los pequeños que se abren al mundo y al futuro amenazado. El teólogo brasileño R. Alves ha escrito: El lenguaje de la comunidad cristiana es la proclamación de un evento histórico y liberación, de una nueva comprensión de sí en tal forma radical de llegar  ser llamada un nuevo nacimiento, de eventos que indicaban que Dios se había comprometido en una lucha contra las fuerzas que mantenían al hombre en la esclavitud. Es por esto, que la proclamación del evangelio es un anuncio de libertad, de una nueva posibilidad de vida humana. El lenguaje de la teología deriva de la historia y es compromiso con la historia.