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Estos tres últimos días he tenido la muy grata experiencia de haber impartido un retiro espiritual a un grupo de quince seminaristas del Curso Introductorio al Seminario. La experiencia fue absorbente, ya que los acompañé de 9 de la mañana a 9 de la noche, pero me dejó un grato sabor en el alma. Redescubrimos juntos la grandeza de seguir a Jesús en este camino del sacerdocio, meditamos sobre la tibieza espiritual como enemiga de la vocación y, finalmente, nos adentramos en la grandiosa figura de la Virgen María.

Para algunos, pisar las tierras de la Madre de Dios fue llenarse de asombro. Otros se sintieron muy pequeños y alguno tembló de amor y espanto ante la grandeza de un territorio desconocido. Lo cierto es que entrar en el misterio de la Virgen Madre es una experiencia fascinante. Contemplar a María es entrar por la puerta por la que Cristo vino al mundo, y nadie que quiera conocer profundamente a Jesús entrará por otra.

La Madre del Señor dio la alegría a los seminaristas de consagrarse a Ella. Se les bendijo y se les impuso la banda azul que llevan en su sotana, como signo de su consagración a la Virgen María. Con esa consagración entrarán los seminaristas al Seminario Mayor de la mano de aquella que concibió, parió, amamantó, cuidó y educó al Sumo y Eterno Sacerdote. María es el camino más fácil y seguro para llegar a la ordenación sacerdotal, y la clave para ser generosos y fieles dispensadores de la misericordia divina en camino del sacerdocio.