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Palabras de san Ignacio de Antioquía a los romanos, camino a su martirio: “Escribo a las iglesias para dejar la firme impresión de que he de morir voluntariamente por Dios. Les pido por favor que no me demuestren una benevolencia inoportuna. Dejen que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo. Halaguen, más bien a las fieras, para que sean mi sepulcro y no dejen nada de mi cuerpo. Entonces seré de verdad discípulo de Cristo, cuando el mundo no vea ya ni siquiera mi cuerpo”… Los antiguos mártires cristianos contradicen la moderna noción de que el cristianismo y la moral están reservados para hombres afeminados y mujeres histéricas.