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Es necesario ser coherente con cuanto se ha dicho.

(Platón, La Rep.8/265)

El viejo Platón solía decir a los alumnos de su Academia que la República es como una familia grande, o bien, la familia es una república pequeña. Así como se ha de administrar bien la economía familiar y demás asuntos relacionados, han de manejarse la economía y demás asuntos propios de la República. Politeia la llama Platón, palabra derivada de pólis, ciudad. Es un tratado de medicina política con aplicación a los regímenes existentes en su tiempo. No es ingenuo el Filósofo y sabe que hay una discrepancia entre el ideal y el hombre siempre imperfecto, corroído por la ambición. Por ello los hombres de la política, como todos los demás, necesitamos una “medicina”, en este caso política. Las plataformas pueden ser ideales, pero los hombres las corrompemos. Platón los sabe y busca cómo el hombre puede ser hombre; manifiesta su propósito de buscar aquel mínimo cambio de cosas por el cual esos Estados enfermos puedan recobrar su salud; porque enfermos, en mayor o menor grado, están todos los Estados. Y cuando habla de la tiranía como cuarta y extrema enfermedad de la polis reconoce que son también enfermedades los tres regímenes que le preceden. Democracia incluida. La intuición de Platón es asombrosa; está en la frontera del cristianismo, de la teología de la historia de Agustín: «la ciudad (polis), no son las murallas, (o paredes), sino los ciudadanos». Son los ciudadanos los que hacen viable o inviable la “ciudad”; ellos son la ciudad. Si decimos que la ciudad es violenta, fea, que está sucia, que vemos llantas tiradas por todas partes, contaminada, y salas desahuciadas en los camellones, somos nosotros quienes lo hacemos. 

A nivel pequeño, familiar, se entiende fácilmente el planteamiento. Si el jefe de familia comienza a gastar más de lo que gana, sin control, error tras error, mentira tras mentira, pronto vendrán la escasez, el hambre y la descomposición del ente; la familia comenzará a pasar necesidad.  Puede que el jefe de familia, ante esta situación, comience a conseguir créditos. El peor de todos, él de la tarjeta.  Un par de meses puede sortear la situación y sobrevivir. Luego, los intereses lo ahorcarán. Y aquello será un desastre. A nivel macro crece la deuda soberana. Y nos pone una soberana pela. Cuando los sesudos economistas nos dicen que financiar la pobreza es extremadamente caro, no están más que aludiendo a esta norma básica. Debemos ahorrar cuando tenemos, no cuando no tenemos, frase que bien pudo pronunciar abuelo Domingo, (1860-1949), pero en realidad pertenece a Keynes.  

Si el jefe de la familia nacional o estatal, el que tiene que velar por la seguridad de todos, no ha sabido administrar, ha hecho un verdadero dispendio de la hacienda pública, ha malgastado el patrimonio de la familia, hasta crear el caos, entonces se generan inconformidad y descontento. Es cuando se cometen dos errores: uno, dictar una severa política de austeridad llegando a suprimir servicios básicos, medicamentos, alimentos, etc., y otro, recurrir al endeudamiento público. Sigue el afán recaudatorio, aumento de impuestos. Nuestra ciudad es un vivo ejemplo de ello. Así, me parece bien que las autoridades entrantes pongan la lupa sobre el caos y apliquen rigurosamente la ley de responsabilidades. ¡Ah! Qué buena medicina. 

Los mexicanos tenemos mala memoria. Las generaciones posteriores al gobierno de Díaz Ordaz han vivido siempre encerrados en la crisis. Cualquier analista político o economista podría hablarnos mucho sobre la política económica de los gobiernos de Echeverría y JoLoPo, cuando venían buques cubanos a cargar combustible; ahora se lo llevamos. Deberían recordarnos a todos los mexicanos aquello que dio en llamarse «la década perdida», pero ya son muchas décadas. Fue el resultado final del populismo y una de las peores administraciones de la República posrevolucionaria. El señor Bartlett fue rutilante estrella en esa época.

Sarmiento en sus columnas diarias pone al alcance de nosotros, neófitos e ignaros, de lo que es la economía del gobierno. Sin compartirlo del todo, nos da, sin embargo, datos duros y puros. Sencillamente el coste de la consulta de este domingo $528 melones. ¿Para qué? Si la G.N. ya está dominando al crimen organizado con $35 mil millones de pesos anuales destinados a ese fin, ¿para qué darle $50 mil millones ‘adicionales’?, se pregunta Sarmiento. Sin embargo, la violencia crece, la extorción aumenta, las muertes violentas en crecida, – en el municipio de Cd. Guerrero, Chih. la semana pasada fueron, que se sepa, nueve incluyendo incinerados; cerca de ahí dos mujeres ejecutadas, etc. Juárez es un reguero de sangre. Tijuana. El asesinato del matrimonio Silva Torres archivado. El caso de Valles encarcelado por defender el agua, todo esto, digo, nos lleva a pensar que la solución no solo es cuestión de dinero. 

Un grave problema moral está en el fondo de todo. ¿Cómo asimilar, sí no, el hecho de que 31 de agosto, el Estado se quede sin patrullas? Es increíble. Desde luego ya no es ideología; son actos de personas descompuestas, resentidas. El imperativo económico diluye la distinción entre izquierda y derecha y el pueblo queda más expuesto. Las cualidades del líder pesan más que los discursos ideológicos abstractos. Pero si el líder miente sin pudor alguno, se desmorona tarde o temprano. Goethe decía que los errores del hombre los expía la humanidad. Es cuando, rápido, hay que aplicar la “medicina política”. Entonces el arte es buscar al hombre indicado.                                                                          

El problema de México es que tiene mucho dinero, como decimos en el rancho, hasta pa tirar  pa’rriba; pero se maneja a discreción del poder. Ahí tenemos la administración estatal o el desastre, casi destrucción, de nuestra ciudad. Platón diría que eso no es bueno para la politeia, ni para la grande ni para la pequeña. En definitiva, la grande se resuelve en la pequeña. Si mi niño muere de cáncer por falta de medicinas, si las farmacias de la medicina pública están vacías, si se siente el efecto de la inflación, (aunque no sepamos qué es eso, nomás como que se siente), por lo caro que está todo en el mercado, la república pequeña sufre directamente. 

Y Moody’s nos da un golpe bajo; “A México le está saliendo cada vez más caro sostener a la empresa del estado, Pemex. La decisión del presidente López Obrador de invertir en refinación ha generado pérdidas de unos 17.000 millones de dólares, empeorando la situación financiera de la petrolera más endeudada del mundo. Como consecuencia, la agencia de riesgo Moody’s recortó el martes su calificación crediticia, lo cual se espera se refleje en tasas de interés más altas”. Ni Platón lo entendería, aunque resucitara solo para ello.

Sarmiento suele poner su columna bajo alguna cita citable; una, tomada de Will Rogers es ingeniosa, “la única diferencia entre la muerte y los impuestos es que la muerte no empeora cada vez que se reúne el Congreso”. Otra de Robert A. Heilein dice: “cuídate del alcohol: puede ser que le dispares al cobrador de impuestos…. y no le atines”.  Y en otra de J. Davison dice: “cuando subsidias la pobreza y el fracaso, obtienes más pobreza y más fracaso”. Y yo añadiría la siguiente: “un país endeudado, entre más paga, más debe”. Tal vez se trate de recetas de la susodicha medicina política o para políticos. 

Entender la política significa entonces poder reconocer lo que es “importante”, descubrir las cosas que más influyen en el resultado positivo de los acontecimientos. Significa reconocer también lo que es “valioso”, es decir, la influencia de cada resultado político sobre sobre nuestros valores y sobre las personas y cosas que apreciamos y nos interesan: la salud pública, la educación, la vivienda, el trasporte, el mundo laboral, etc. Y significa, por último, conocer lo que es real y “verdadero”. Sobre la mentira nada sólido se construye. En suma, buscamos el conocimiento político que es importante para prever los resultados e influir en ellos, que sea pertinente para nuestros valores, y que resulte confirmado por las pruebas y la experiencia. 

Bajo este dictado pensemos cómo nos vendría en el noroeste de nuestro estado y en la sierra tarahumara, y en otros lugares de la república, algo de lo que llevan los buques mexicanos a Cuba. Discernir entre lo que es importante y lo que es relumbrón, lo que es verdadero de lo que es mentira, lo que favorece al pueblo, más allá de manipulaciones y mentira, de aquello que lo empobrece y polariza, he ahí el problema. Hace unos domingos presentaba la figura de Adolfo Suárez, ese político providencial y ejemplar que pensó en su patria antes que en las ideologías o en intereses personales. ¡Y vaya que estaba a fuego cruzado!