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El bien no puede depender de aquello que da más placer a un mayor número de gente por el menor sufrimiento, ya que el bien es lo que nos indica dónde encontrar el placer, y no al revés. Dedicarnos sólo a nuestros placeres puede impedirnos conocer el bien. Un hombre puede pasarse los días tecleando en el mando de un videojuego, y no hace ningún mal. Pero si quisiera tener la capacidad de poder juzgar lo que es bueno, mejor sería que aprendiera algo, o incluso que buscara la sabiduría… El hombre bueno, tanto para Platón como para Aristóteles, debe buscar la perfección, que es el resultado de la ardua preparación moral. O sea que si hemos de criar un hijo virtuoso, debemos enseñarle no solamente lo que puede que sea bueno, sino, sobre todo, el deseo de poseer lo que es bueno. Hay que estimular su imaginación con relatos de nobles hechos. Tal educación en función de la virtud debe prevalecer en la comunidad política justa.