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De panzazo y en El Infierno.

No es halagüeño el panorama nacional. El coctel que se dispensa en los estados de Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas, es veneno puro.   Algo sencillo y muy preocupante: millones de niños sin clases, unos, sencillamente porque los profesores agremiados se declaran en paro a discreción, otros, porque no tienen modo de acceder a la educación por muy gratuita y laica que sea. Eso es secuestrar el país. “Un país que no asegura la educación no puede aspirar a ningún futuro. La evaluación de los profesores es una tarea básica para la mejora educativa. Solo si crees a fondo en algo –la educación pública– puedes poner toda la carne en el asador para hacerla mejor. Y solo si la conoces a fondo, puedes pedir cuentas a quienes se rompen muchas veces la crisma por defenderla, ha escrito A. Rupérez, de la Complutense. Unido a ello, está el polvorín que es el Politécnico Nacional y, en un momento dado, la UNAM. No importa, sea vía sindicatos.

En México, también la educación es un desastre. Evaluar a los docentes es una parte del problema; debemos ver el sistema mismo de la educación, tal como está diseñado. Carece en absoluto de una filosofía, de una idea, de un programa. Tal parece que no está en esta época de la historia. Las mediciones internacionales, lo sabemos, nos han reprobado. El problema generado por la  CENTE tiene características inéditas y unos 30 años de acción. ¿Qué hay en el fondo? ¿Qué está de  tras? Que la sesión de maestros que quieren someterse a la evaluación haya de ser custodiada por la policía y el ejército, resulta absolutamente surrealista.   Además, eso de la evaluación no es algo totalmente nuevo. Antes se tenía lo que llamaban ‘carrera magisterial’, si no estoy mal informado. Estaba diseñado por niveles, nivel más alto, mejor salario.

Además de la evaluación de los docentes y del sistema mismo educativo, han de tenerse en cuenta las condiciones en las que los maestros han de ejercer su magisterio. El documental “De Panzazo”, realizado por Loret de Molla, pinta a cabalidad el desastre educativo, la “descoordinación” y la penuria material, espiritual y mental: espacios misérrimos, grupos sobresaturados, falta de material de apoyo, bueno, ni aulas, ni luz, ni agua, ni gas, ni ventanas en buenas condiciones; a la intemperie, sin baños, ausentismo de los maestros y de los niños, ¿quién no conoce esto? Los niños llegan sin desayunar, provienen, muchas veces de familias en la miseria en todos los aspectos. En situaciones, pues,  muy complejas y difíciles, se desarrolla el cometido educativo del país. La deserción, realidad impresionante, es una de las consecuencias naturales. Y estos “desertores” van a ir a caer a la gran oferta laboral del crimen.

Estos días hemos visto la debacle en las protestas y choques de ‘maestros’ y policías. Una triste vergüenza. Y como dicen en mi pueblo, ¿Apoco no más por la mentada evaluación? ¿Qué otros intereses se mueven en las sombras? Mucho dinero flotando en ese ambiente; y muchos y viejos y crasos errores políticos, los del “dejar hacer, dejar pasar”, ahora son una enorme bola de nieve, una avalancha.

Con naturalidad leemos: “hoy no hay clases por reunión de consejo”, lo cual significa, sencillamente, “poco más de 300 mil alumnos de nivel básico no asistan hoy a clases”. ¿Cuántas horas-alumno perdidas? ¿Cuántas veces, durante el ciclo, se repite esta suspensión? ¿Cómo compaginar con una realidad así, una inversión de mil 868 millones para implementar más de dos mil escuelas en el estado? No sé por qué Riva Palacio candidatea a Nuño como alfil para suceder al presidente.

Como “De Panzazo”,  “El Infierno”, nos pinta el otro trágico aspecto de la realidad mexicana.  Pero ‘El Infierno’ no agota la realidad, aunque sí parece que el inferno está aquí. A duras penas encapsulada, la desvergüenza de las tumbas clandestinas en Morelos, constituyen un escándalo mundial. Eso es el infierno. Creo que ni en Siria se ha dado algo parecido. Toda la información que fluye se refiere al número y a cuántos  cuerpos  van siendo exhumados, pero, sobre quiénes, cuándo, cómo, pudieron hacer semejante barbaridad, no se dice mucho. Tanto como del  misterioso túnel. Por lo demás, en nuestro dolorido país donde le rasques brinca.  Se repite la sentencia del cronista precolombino que narra un crimen horrendo cometido por un señor de Texcoco; consumado el asesinato, el asesino invita a una fiesta al padre de la víctima para exhibir la piel de la joven asesinada.  «Y entre los presentes, ninguno vido nada», concluye el cronista.

Apoyado en las declaraciones del gobernador suplente, luego de lo de Cocula, mencioné lo del cultivo de la lindísima amapola en
Guerrero, comparable al de Afganistán. Y que las víctimas inmediatas eran los campesinos perseguidos, hostigados y asesinados por unos y por otros. Eso es el infierno.

Este jueves, El País, saca un reportaje crudo, puro y duro sobre el tema. “En los campos del opio mexicano”, titula el reportaje. ‘Campesinos pobres plantan amapola en las montañas del Estado de Guerrero, el mayor productor de América, bajo el yugo del narco y la persecución del Ejército’.

Las cosas son sencillas en las montañas de Guerrero. En la región más pobre del Estado más violento de México solo hay una ley. La del opio.

—Si siembras, te persiguen; si siembras, te roban. Así pasa siempre.

¿Y por qué sigue haciéndolo?

—Porque si no siembras, te mueres de hambre. Esa es la ley.

Jaime es un campesino cadencioso. Tiene 33 años y cuatro hijos. Planta amapola desde los ocho. Sabe bien lo que es barbechar, piquear, deshijar y, por supuesto, “rayar la bola” para obtener el látex de la adormidera. El tesoro de la montaña. Lo hace de sol a sol. En campos comunitarios, ocultos en barrancas abismales a las que se tarda horas en acceder. Ahí, en la verticalidad, crecen indiferentes a su propia vorágine los campos de opio. Mares de delicadas flores blancas y rojas por las cuales se corrompe, se tortura y se mata.

No somos los malos, somos los pobres.

En síntesis nos encontramos pasando de panzazo y soportando el infierno. Todo en extraña coordinación como si muchos caminos confluyeran al mismo punto. Los  extraños grupos que extrañamente se mueven extrañamente coordinados contra las reformas, sobre todo las que miran a disolver feudos, a terminar con los paraísos de la corrupción, llaman poderosamente la atención. Surgen, entonces, banderías y reviven muertos, a la manera de esos filmes de moda donde los muertos se mueven en las ciudades. Una gran mentira está a la base de todo ese malestar interesado que arriesga la Patria misma; pueden más los intereses mezquinos, la avaricia, el dinero abundante y fácil, sí, también en política, que la verdad y el amor por la Patria. Unos de los más influyentes diarios americanos, ha señalado este jueves que Pemex es una las más grandes industrias del mundo y ¡está quebrada! Oaxaca tiene tres décadas con el problema magisterial. Todo es una gran mentira. No que se digan mentiras, sino que son mentira. Y el quehacer  político se revela como el gran  fracaso.

Así llegamos a nuevas elecciones.

Fuentes: Diario de Juárez y El País.