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Querido hermano, el Espíritu Santo, que es llamado “Dulce huésped del alma… brisa en las horas de fuego” nos acompañe estos días de calor también físico, e “infunda su amor en nuestros corazones”. Comparto contigo estos dos hermosos Coloquios, uno de S. Agustín de cuya inspiración han tomado pie los himnos al SpS, que conocemos. Sirven tanto como una oración personal, no solo para el novenario al SpS, sino para nuestra vida toda. Después de todo, es él, “el maestro interior de nuestras almas”; pues “Sine tuo numine/ Nihil est in homine, /Nihil est innoxium.

Con afecto “caluroso”.

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Coloquio 5

“Oh! Divino Espíritu, divino Huésped de nuestras almas, tú eres el más noble y valioso de todos nuestros huéspedes. Con la premura de tu bondad y tu amor por nosotros vuelas presuroso hacia todas las almas dispuestas a recibirte. ¿Y quién puede describir los maravillosos efectos  que produces en aquellos que te reciben?

Tú hablas sin palabras y tu sublime silencio se escucha por doquier. Estás inmóvil y siempre en movimiento, y en tu inamovible movilidad te comunicas con todos. Siempre estás en reposo y siempre estás trabajando, y en Tu reposo realizas las obras más admirables. Siempre estás en movimiento pero nunca cambias de lugar. Tú penetras, fortaleces y preservas todo. Tu inmensa y poderosa omnisciencia lo sabe todo, lo entiende todo, todo lo penetra. Sin prestar oído a nada, Tú escuchas la más pequeña palabra  dicha en lo más secreto de los corazones.

Oh!, Divino Espíritu, Tú estás en todo lugar del que no has sido expulsado porque Tú te comunicas y te das a todos, excepto a los pecadores que no quieren levantarse del fango de sus pecados; en ellos no puedes encontrar un lugar para reposar porque Tú no puedes tolerar la maldad de un corazón que se obstina en hacer el mal. Pero Tú permaneces en las creaturas que por su pureza, son receptivas de tus dones. Y Tú permaneces en mí comunicándome sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Amor, caridad, pureza; en pocas palabras Tu misericordia y Tu bondad. Al difundir estas gracias en Tu creatura, te preparas, Tú mismo, una habitación para recibirte” (Sta. Maria Magdalena dei Pazzi)

 

Coloquio  6

 “Oh! amor del eterno Dios,  comunicación sagrada  entre el Padre omnipotente y su Hijo bendito, Paráclito todopoderoso,  misericordiosísimo Consolador de los afligidos, penetra  hasta lo más profundo de mi corazón con tu poderosa virtud; ilumina con tu luz  radiante todos los rincones oscuros de esta despreciable habitación que es mi alma. Visítala, hazla fructificar con la abundancia de tu rocío, todo lo que éste largo período de sequía ha marchitado y sofocado.  Traspasa con el dardo de tu amor, la profundidad de mi alma; penetra  hasta el núcleo de mi  enervado corazón e inflámalo con tu saludable fuego; fortalece a tu creatura iluminando con la luz de tu santo fervor lo más profundo de mi mente y de mi corazón.

Cada vez que vienes a mi alma preparas en ella una morada para el Padre y el Hijo. ¡Bendito aquel que es digno de tenerte a Ti como huésped! Por ti el Padre y el Hijo establecen su morada en él.  Ven entonces, benigno Consolador de las almas que sufren, protector en todas las circunstancias y ayuda en las tribulaciones. Ven, Purificador de las faltas, Sanador de las heridas. ¡Ven, fortaleza de la debilidad, restaurador de los que caen! Ven Maestro de los humildes. Rechazador de los orgullosos.  Ven, Oh, Padre amoroso de los huérfanos, Juez misericordioso de las viudas. Ven, esperanza del pobre, fuerza del débiles Ven, estrella de los navegantes, puerto  para los náufragos. Ven, Oh suprema belleza de todo  lo que vive, y la única salvación para los muertos.

Ven, Oh Santo Espíritu, ven y compadécete de mí!  Vísteme de ti mismo, escucha benignamente mis súplicas y ya que tu misericordia es tan grande, que mi pequeñez le agrade a tu grandeza y mi debilidad a tu fuerza, por Jesucristo, mi Salvador, el cual, con el Padre, vive y reina en unión contigo por los siglos de los siglos. Amén.” (San Agustín)