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Francisco en Juárez (4).

En la edición de este jueves de El Diario podemos ver el panorama social que espera a papa Francisco. De nuevo la ejecuciones; lo sucedido en el Valle, es de alta preocupación; jovencitas desaparecidas y un panorama urbano desolador. El juego con la suerte de los miserables, obligados a vivir en la basura y en el cerro, – el colmo -, ahora víctimas de errores, que no pueden presumirse, ¡dinamiteros! ¿Cómo se permiten tales asentamientos, primero, y cómo se toleran semejantes explosiones en zonas urbanas? Por enésima vez, a un trasporte de personal se le salen las ¡llantas!; deja 19 heridos, y nadie “vio nada”. ¿Será, entonces, que “México es el país más corrupto de los 34 que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)?”. (El País.28.01.26).

Las razones expuestas para explicar la visita del papa a Juárez, – “capital simbólica del drama de la guerra contra las drogas y referente fronterizo del sufrimiento de los migrantes”, (El País) -, no son razones vinculantes. En todo caso, creo que estas razones, (aquí maquilladas), nos servirían más a nosotros. ¡Cuántos esfuerzos, trabajos, juntas, dinero malgastado, planes, mesas, proyectos y elecciones, hemos realizado! Pero hay una razón de fondo en el fracaso: «Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles; / si el Señor no protege la ciudad, en vano se desvelan los centinelas». (Sal. 128). Más allá del mensaje posible del papa, está su presencia como signo, gesto, llamada; invitación a un examen colectivo de conciencia. ¿Cómo nos ve, todavía, el mundo? La respuesta solo es nuestra. Y, si no ahora, ¿cuándo?

Lo hemos intentado todo, pero solos, creyendo y queriendo ser nosotros nuestros salvadores, olvidando que el trabajo humano solo es fecundo con la bendición de Dios: cuando ésta falta, todo nuestro esfuerzo es «vanidad». Aunque el hombre no lo sienta ni lo sepa, Dios quiere construir con él la ciudad, vigilar con él. Dios trabaja siempre; le ha encargado al hombre construir la ciudad terrena contando con su ayuda. Pero, ¿cómo vamos a hacer el bien, nosotros, los acostumbrados a hacer el mal?, se pregunta Jeremías. Ante el declive del país, el mejor distractor posible ha sido discutir sobre la marihuana. ¿Cuál es esa enfermedad que solo esa droga cura? Empeñar en ello las fuerzas de la República es un despropósito. En tales circunstancias, ¿cuál el mensaje del papa?

El mensaje.

La atmósfera teológica de la visita estará determinada por varios factores: primero, el año jubilar de la Misericordia; de éste, brotan el mensaje de la jornada mundial de la paz, 2016, (vencer la indiferencia para conseguir la paz), y el mensaje de Cuaresma 2016, (practicar las obras de misericordia). La visita del papa a México coincide, además, con la primera semana de la Cuaresma. Estamos, pues, dentro de un tiempo marcado fuertemente por motivos religiosos, como la invitación a la conversión que se ha de hacer concreta en la obras de misericordia, dice el papa.

El espíritu de la Cuaresma, se me antojaría sintetizarlo en las palabras de Isaías: «Así dice el Señor: grita a plena voz, sin cesar, denuncia a mi pueblo sus pecados. El ayuno que yo quiero es este: romper las cadenas injustas y desatar los nudos de la injusticia, dejar libres a los oprimidos, romper todas las cadenas; partir tu pan con el hambriento, hospedar al pobre sin techo, vestir al desnudo, y no dejar de socorrer al hermano».

Vencer la indiferencia…

En el mensaje de la JMP, 2016, el papa invita a vencer la indiferencia para conseguir la paz. Y la indiferencia original, es la indiferencia hacia Dios. “Es cierto que la actitud del indiferente, de quien cierra el corazón para no tomar en consideración a los otros, de quien cierra los ojos para no ver aquello que lo circunda o se evade para no ser tocado por los problemas de los demás, caracteriza una tipología humana bastante difundida y presente en cada época de la historia. Pero en nuestros días, esta tipología ha superado decididamente el ámbito individual para asumir una dimensión global y producir el fenómeno de la «globalización de la indiferencia».

La primera forma de indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado. Esto es uno de los graves efectos de un falso humanismo y del materialismo práctico, combinados con un pensamiento relativista y nihilista. El hombre piensa ser el autor de sí mismo, de la propia vida y de la sociedad; se siente autosuficiente; busca no sólo reemplazar a Dios, sino prescindir completamente de él. Por consiguiente, cree que no debe nada a nadie, excepto a sí mismo, y pretende tener sólo derechos. Contra esta autocomprensión errónea de la persona, Benedicto XVI recordaba que ni el hombre ni su desarrollo son capaces de darse su significado último por sí mismo; y, precedentemente, Pablo VI había afirmado que «no hay, pues, más que un humanismo verdadero que se abre a lo Absoluto, en el reconocimiento de una vocación, que da la idea verdadera de la vida humana».

La indiferencia ante el prójimo asume diferentes formas. Hay quien está bien informado, escucha la radio, lee los periódicos o ve programas de televisión, pero lo hace de manera frívola, casi por mera costumbre: estas personas conocen vagamente los dramas que afligen a la humanidad pero no se sienten comprometidas, no viven la compasión. Esta es la actitud de quien sabe, pero tiene la mirada, la mente y la acción dirigida hacia sí mismo. Desgraciadamente, debemos constatar que el aumento de las informaciones, propias de nuestro tiempo, no significa de por sí un aumento de atención a los problemas, si no va acompañado por una apertura de las conciencias en sentido solidario. Más aún, esto puede comportar una cierta saturación que anestesia y, en cierta medida, relativiza la gravedad de los problemas. «Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, (ahí te hablan, Trump), con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una “educación” que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones—, cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes».

La indiferencia se manifiesta en otros casos como falta de atención ante la realidad circunstante, especialmente la más lejana. Algunas personas prefieren no buscar, no informarse, y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre. Casi sin darnos cuenta, nos hemos convertido en incapaces de sentir compasión por los otros, por sus dramas; no nos interesa preocuparnos de ellos, como si aquello que les acontece fuera una responsabilidad que nos es ajena, que no nos compete. «Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien».

Al vivir en una casa común, no podemos dejar de interrogarnos sobre el estado de salud de la casa común. La contaminación de las aguas y del aire, la explotación indiscriminada de los bosques, la destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado.

En estos y en otros casos, la indiferencia provoca sobre todo cerrazón y distanciamiento, y termina de este modo contribuyendo a la falta de paz con Dios, con el prójimo y con la creación”.

Pero, ¿por qué viene a Juárez? Los medios nacionales e internacionales, insisten en la pregunta sobre la seguridad en Juárez. La respuesta la debemos dar los juarenses. Preguntan, incluso, sobre la seguridad para ejercer el ministerio sacerdotal. He declarado que la visita papal es el momento de Juárez, la oportunidad para decir al mundo, y a nosotros, quiénes somos y quiénes queremos ser. Si yo fuera quién para dar un mensaje a la ciudad, sería este: venzamos la indiferencia; la indiferencia ante la suerte de la ciudad, ante los conciudadanos; venzamos la avaricia, el egoísmo. No pensemos solo en nosotros. La ciudad son los ciudadanos, no las murallas.

Razones para la visita papal:

Séptima

La religiosidad ha emergido como una necesidad vital en el que la gente busca un consuelo. El problema visible es que, en general, se trata de una religiosidad milagrera: la gente más humillada y ofendida compra creencias y prácticas que no resuelven su angustia, su miedo y su desesperanza. Hace falta una fe que renueve la larga y rica tradición de valores cristianos y la buena voluntad de quienes pueden pero no quieren y de quienes quieren pero no pueden.

La religiosidad es un fenómeno que ha adquirido peculiaridades en la población de Ciudad Juárez y la amplia región fronteriza. Conviene apuntar que la geografía urbana y rural es una de los inconvenientes para el trabajo pastoral y para el culto católico. La dispersión ha sido aprovechada para la industria de la religiosidad y el consiguiente surgimiento de sectas y prácticas rituales que en su mayor parte son consideradas por la Secretaría de Gobernación…………”.

La diócesis de Juárez es pobre, o muy pobre. Los esfuerzos son enormes en un clima extremoso y una geografía abrupta y bordeada de dificultades extremas.

En la ciudad hay pocos templos y lugares de culto católico, como es el caso de todo el estado de Chihuahua. Digamos que la religiosidad de los juarenses es una creencia poco reflexiva, un hábito forjado en el seno familiar tradicional, una costumbre. . . Pero carente de espacios de culto y de formación espiritual que trasciendan el lenguaje e impregnen los corazones. El fenómeno no es exclusivo de la frontera, pues de distintos modos se puede observar en las grandes y medianas ciudades mexicanas.

Octava

Las paradojas son varias y de distintos tipos. En un primer apunte, es destacable el hecho de que la fe religiosa está profundamente arraigada entre la población, principalmente gracias a las ancestrales tradiciones católicas de las familias como a una especie de mecanismo de defensa inconsciente ante la migración-inmigración.

Sin embargo, la población vive dispersa y, salvo los nativos o los residentes con más antigüedad, la sociología de la ciudad y de la región nos ofrece un panorama de cohesión celular vinculada por el trabajo, la procedencia y la enorme oferta de nocturnidad festiva, casi toda relacionada con la prostitución y el consumo inmoderado de drogas legales y prohibidas.