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Durante estos días de confinamiento, forzado o precautorio, podemos darnos unos momentos para la oración. ¿Qué o cómo debemos o podemos orar?, suele preguntarse el pueblo creyente. Estos momentos marcados por la incertidumbre, incluso, por el miedo, podemos utilizar la oración bíblica por excelencia: los salmos. Los salmos son un repertorio, un cancionero donde podemos escoger, para meditarlo, uno de los 150 cantos, a la manera como escogemos música para determinados momentos.

Jesusmaestro.tk ofrecerá un sencillo comentario a un salmo cada día con la esperanza que nos ayude a vivir con sentido cristiano nuestro encierro. Los salmos son nuestra vida, con todos sus avatares, hecha oración, “desde el vientre de mi madre”, (lea el salmo 139.). Decía Martín Lutero que en los salmos se contiene toda nuestra vida. Son la lira del Espíritu Santo. He aquí uno de ellos.

Salmo 143, 1-11 – LAMENTACIÓN Y SÚPLICA ANTE LA ANGUSTIA

  1. Señor, escucha mi oración;

tú que eres fiel, atiende a mi súplica;

tú que eres justo, escúchame.

  1. No entres en pleito con tu siervo,

pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

  1. El enemigo me persigue a muerte,

empuja mi vida al sepulcro,

me confina a las tinieblas

como a los muertos ya olvidados.

  1. mi aliento desfallece,

mi corazón dentro de mí está yerto.

  1. Recuerdo los tiempos antiguos,

medito todas tus acciones,

considero las obras de tus manos

  1. y extiendo mis brazos hacia ti:

tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,

que me falta el aliento.

    7.   No me escondas tu rostro,

igual que a los que bajan a la fosa.

  1. En la mañana hazme escuchar tu gracia,

ya que confío en ti;

indícame el camino que he de seguir,

pues levanto mi alma a ti.

  1. Líbrame del enemigo, Señor,

que me refugio en ti.

  1. Enséñame a cumplir tu voluntad,

ya que tú eres mi Dios.

Tu espíritu, que es bueno,

me guíe por tierra llana.

  1. Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;

por tu clemencia, sácame de la angustia.

Nos damos cuenta de que este poeta anónimo y lejano siente “la angustia” y el miedo igual que nosotros, hombres posmodernos, ante el peligro y la amenaza que lo superan. El v. 1 marca la ruta: no podemos orar con desconfianza, nuestro Dios escucha la oración, ninguna oración se pierde, siempre atiende nuestras súplicas. No nos atenemos a nuestra ‘justicia’, pues nadie es justo en su presencia. La humildad es condición para la oración y esto quiere decir “quién soy yo y quien es Él”. Dios es fiel, su amor y su lealtad llega hasta los cielos. Por ello el salmista pide a Dios que no lo llame a juicio, sino que se apiade de él.

Él está en un grave aprieto, “El enemigo me persigue a muerte/, empuja mi vida al sepulcro,/me confina a las tinieblas/ como a los muertos ya olvidados./ 4. mi aliento desfallece,/ mi corazón dentro de mí está yerto”.

Resulta difícil expresar mejor una situación extrema, desde el enemigo que nos empuja a la tumba, a las tinieblas, a la región de los olvidados. Cuando el corazón se siente “yerto”.  Las imágenes son insuperables y atraviesan siglos y culturas y llegan hasta nosotros con toda su fuerza original. Cristo rezó con los salmos por ello tienen valor permanente. Cristo conocía este salmo; bueno todos, pero este salmo podemos asegurar que lo rezó en el Huerto.

La mañana es la hora propicia del culto; cuando la luz vence a las tinieblas, y Dios da audiencia en su templo. Comienza una serie de motivos breves e insistentes. Dios lo salvará y, en adelante, lo guiará.

En el v.v. 9-10 pide la vida para cumplir los mandamientos del Señor y que “Tu espíritu, que es bueno,/ me guíe por tierra llana.

Así llega el hermoso verso final: “Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia”. Esta fórmula final es una entrega confiada y total a Dios, providente y amoroso. Ojalá nosotros podamos orar así en este flagelo que nos ha tocado vivir. En el huerto, Jesús experimentando el tedio, en su soledad, traicionado y abandonado, reza con este salmo. Por ello los salmos tienen valor universal, porque Cristo los usó para la oración y consagró su valor simplemente humano.

“El Padre sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan. Ustedes oren así: Padre nuestro que estás … El Padre nuestro, es el resumen de todos los salmos. Terminemos rezándolo, por nosotros y por todos los que sufren.