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Ama orar. Siente a menudo la necesidad de orar a lo largo del día. La oración dilata el corazón hasta que éste sea capaz de recibir el don de Dios que es él mismo. Pide, busca, y tu corazón se ensanchará hasta el punto de recibirle, de tenerle en ti como tu bien.

Deseamos mucho orar, pero después fracasamos. Entonces nos desanimamos y renunciamos. Si quieres orar mejor, debes orar más. Dios acepta el fracaso, pero no quiere el desánimo. En la oración quiere que  seamos como niños, cada vez más humildes, cada vez más llenos de agradecimiento. Quiere que tengamos presente que todos pertenecemos al cuerpo místico de Cristo, en el que la oración es perpetua.

En nuestra oración debemos ayudarnos unos a otros. Liberemos nuestros espíritus. No hagamos largas oraciones que no se acaban nunca, sino más bien breves, llenas de amor. Oremos por los que no oran. Acordémonos de que el que quiere poder amar debe poder orar.

(Teresa de Calcuta. 1910-1997)