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Vidas Ejemplares.

“Pero los ciudadanos, sobre todo los jóvenes, no se consuelan con la historia. Quieren buenos Gobiernos y los quieren hoy. Tienen razón”, ha escrito E. Krauze. Y en su largo artículo, en fin, historiador, fundamenta el desprestigio de la política como resultado de una permanente e histórica mentira. Pero ahora prevalece el voto de los jóvenes que no conocieron ni conocen cómo fueron las elecciones en el México del s. XX, desde 1929. Estos jóvenes hoy van a votar y quieren buenos gobiernos; y no solo los jóvenes; todos deseamos mayor aseo en la política.

Todos los comentaristas de las pasadas elecciones analizan el caso ‘Bronco’ y lo definen como una advertencia al mundo de la política establecida y están de acuerdo en señalar que los triunfos obtenidos en las pasadas elecciones no garantizan mucho. Pero sí pudo haberse abierto un nuevo camino cuyo final no podemos conocer todavía, mas siempre como el resultado de un descontento general. Dicen esas personas sabedoras que existe un desafecto ante la política tal como se ha venido haciendo; hay desconfianza, desilusión, cansancio y enojo. Las cosas no están bien.

Ningún Gobierno del mundo va por delante de su pueblo. La brecha entre gobernantes y gobernados es, a partir de Internet, muy evidente, escribe A. Navalón. Y, añade: “El mundo ha cambiado. Pobre de aquel que no se dé cuenta. Hoy, los jóvenes lejos de creer que la política es un “rollo de sus padres” han comprendido que su voto es su mejor arma. Disparan a quemarropa contra una clase política desfasada y que se caracteriza —urbi et orbi— por su comunión con la “sacrosanta misa de la corrupción”. Disparan para cambiar, no se quedan en casa, ni se refugian en las drogas o el alcohol. Disparan, queriéndolos echar”. Y los memes se convertirán en el medio más despiadado de participar en política y hacer campañas porque unirán lo trágico y lo cómico con resultados fulminantes.

Lucius Quinctius Cincinnatus (519 a. C.-439 a. C.)

Mientras pensaba en estas cosas, emergió de la lejanía de recuerdo un personaje del que se hablaba, enalteciendo su valer, cuando estudiaba latín y habíamos de traducir, entre otros, a los historiadores romanos, como Tácito o César. Cincinato fue un ejemplo de despego del poder y, al mismo tiempo, supo usar el poder con limpieza y asombrosa eficiencia ejerciéndolo para salvar de graves males a su pueblo. Ver este lejano personaje nos ayuda en nuestra encrucijada, a jóvenes y a viejos. Siendo, yo, de extracción campesina, me llamaba la atención que el tal Cincinato hubiese sido llamado a ejercer una importante y decisiva misión mientras araba su parcela. Allende el Tiber, tenía su granja donde se dedicaba, tranquilo y en paz, al cultivo de la tierra; allá fueron, no una, sino dos veces, los ampulosos senadores (patres conscripti), para pedirle su intervención. Terminada su misión, devolvía el poder y regresaba a su granja. Utópica y lejana figura, como añoranza imposible, Cincinato puede iluminar nuestro horizonte. Es una raris ave, una vida ejemplar.

Lucio Quincio Cincinato fue patricio, cónsul, general y posteriormente dictador romano durante un breve periodo de tiempo por orden del senado. Catón el Viejo y otros republicanos romanos hicieron de él un arquetipo de rectitud, honradez, integridad y otras virtudes romanas, como frugalidad rústica y falta de ambición personal, virtudes que supo combinar con una capacidad estratégica militar y legislativa notables.

Era un patricio, contrario al tribunado y a toda ley escrita. Se había retirado disgustado a su finca negándose a intervenir en la política, debido a que su hijo Caeso había sido exiliado por usar un lenguaje violento contra los tribunos.

Primera dictadura.

Fue llamado por el Senado, en 460 a. C., en calidad de cónsul suffectus, a la muerte del cónsul en ejercicio, Publio Valerio Publícola, para mediar en un contencioso entre los tribunos y los plebeyos a propósito de la Ley Terentilia Arsa; terminada exitosamente su gestión, regresó a su ocupación agrícola.

Dos años después, en 458 a. C., de nuevo fue llamado por el Senado, para salvar al ejército romano y a Roma de la invasión por los ecuos y volscos, para lo cual le otorgó poderes absolutos y lo nombró dictador. Se cuenta que Cincinato estaba con las manos en el arado cuando se le hizo llegar el requerimiento. Tras conseguir la victoria sobre los invasores en dieciséis días rechazó todos los honores y regresó a su granja.

Sucedió que los romanos se enzarzaron en una peligrosa guerra contra un pueblo vecino, los ecuos. Sobrevinieron malas noticias: uno de los cónsules era de una incompetencia militar increíble. Desesperados, los romanos sólo vieron una solución: concentrar todos los poderes en manos de un solo hombre. Y eligieron a Cincinato (cabello ensortijado), un patricio que adquirió fama como cónsul por su valor y su talento político. Cuando los enviados del senado llegaron a la pequeña granja que Cincinato poseía al otro lado del Tíber para comunicarle el resultado de la votación, el antiguo cónsul estaba arando su campo. A la mañana siguiente se presentó en el Foro con toga de dictador con orla de púrpura y llamó a todos los romanos, a todos los ciudadanos a las armas. Los encuadró en legiones y se puso al frente de las tropas. A medianoche, el ejército romano llegó al campo de los ecuos y, amparado por la oscuridad, rodeó al enemigo y erigió una empalizada a lo largo de sus líneas. Terminado casi el trabajo, Cincinato ordenó a los suyos que profirieran gritos de guerra. Los compatriotas cercados por el enemigo se animaron y se lanzaron al ataque; y con sus fortificaciones ya terminadas, el dictador los secundó. Los ecuos, cogidos entre dos fuegos, pidieron la paz. Cincinato les permitió marchar libres a condición de rendir las armas y entregar los jefes a los romanos. Cumplida su misión, el dictador se despojó de la toga orlada de púrpura, transcurridos apenas dieciséis días, y aunque aún podía prolongar el poder durante seis meses, se reintegró a su arado. En adelante, Cincinato constituyó un símbolo del espíritu cívico de los romanos.

Segunda dictadura.

En 439 a. C., deja de nuevo su retiro por la llamada del cónsul Tito Quincio Capitolino Barbato. A la edad de ochenta años, fue nombrado por segunda vez dictador para oponerse a las supuestas maquinaciones de Espurio Melio, quien intentó en 439 un golpe de estado (o al menos, se le acusó de ello). Hombre riquísimo, al ser Roma afligida por el hambre pensó que podría apoderarse del mando gracias a su fortuna. La situación era tan desesperada que, según Tito Livio, había quienes se arrojaban al Tíber para acortar sus sufrimientos. Fue entonces cuando Melio compró mucho trigo a los etruscos y lo repartió entre el pueblo hambriento. Distribuyó trigo a la plebe, que lo seguía por doquier seducida por los regalos, consiguiendo que lo mirara y exaltara más allá de todo decoro para un particular; prometiéndole formalmente el consulado por sus favores y promesas. Desde luego, Melio tenía intenciones ambiciosas e inconfesables y las autoridades pronto obtuvieron pruebas de su culpabilidad. Se supo que Melio almacenaba armas en su casa, que mantenía reuniones secretas, que forjaba planes para destruir la República y sobornaba a los tribunos del pueblo (diputado). La libertad de Roma estaba en peligro y amenazada, y se juzgó que sólo un dictador podía salvarla. Se eligió otra vez a Cincinato. Tenía entonces ochenta años, pero su vigor físico e intelectual estaban aún intactos. Envió a Servilio, jefe de la caballería, (magister equitum) para comunicar a Melio que el dictador lo llamaba. Melio comprendió que aquella citación era sospechosa y huyó pidiendo protección al pueblo. Pero Servilio lo detuvo y le dio muerte. Después, relató los hechos a Cincinato y éste le dijo: “Cayo Servilio, ¡Gracias por tu valor! ¡El Estado se ha salvado!”.

Cultura popular.

Su ejemplo inspiró el nombre de la ciudad estadounidense de Cincinnati, en el estado de Ohio, nombre puesto en honor a la sociedad de los “cincinatos”, la cual honraba a George Washington, quien era considerado por esta sociedad como un «Cincinato» de los días de la revolución americana.

Creo que, así como los curas debemos voltear a ver a los santos, auténticos intérpretes del evangelio, los políticos han de volverse para ver a Cincinato, hombre con ‘vocación de servicio’, libre de ambiciones y codicias. Estoy seguro que Cincinato metería en cintura a esos levantiscos que tienen secuestradas área vitales y ponen en riesgo la República.

PD. Al igual que nuestro país, lo decimos con tristeza, nuestra ciudad no podemos considerarla como una ciudad en paz; se consuman asesinatos y robos, tropelías y excesos. Pero un crimen horrendo se está haciendo común entre nosotros y ante nuestra indiferencia. Nos preocupan más otras cosas que una realidad verdaderamente inquietante. Se trata de la frecuencia del asesinato de niños consumado por los amantes que se improvisan algunas mujeres. Estas madres meten al violador y asesino de sus hijos a su hogar. Es un patrón que se está repitiendo trágicamente. La familia es el área vital y de más alto interés para el estado; de la familia, el estado obtendrá ciudadanos, como Cincinato, a condición de que se le proteja y se le ayude por todos los medios para que cumpla su altísima misión. Desde esta perspectiva el dictamen de la SCJN es lamentable; no sólo un atentado contra el federalismo que sería pecata minuta, sino contra la naturaleza íntima y misión propia del ente familiar.