Himno.
Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor;
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia
sin que yo me angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh Cristo!
En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio; nadie puede herirme ya
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos,
¡oh Cristo!
¡Qué importan males o bienes! Para mí todo son
bienes.
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas.
¿Rosas de pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste
esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros,
¡oh Cristo! Amén.
(Amado Nervo)