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Leo con gusto todo lo que cae en mis manos salido de la mente privilegiada de Jorge Edwards, escritor y político chileno, veterano en lides políticas y del pensamiento.

En un su ensayo habla de las ingenierías sociales “que han intentado las revoluciones del siglo XX”; el problema de tales revoluciones es el de los “socialismos reales”. Y la tendencia llega al s. XXI en forma más descarada como organizar elecciones, así en Cuba o Venezuela. Más allá de ilusiones y utopías o de la abierta ambición disfrazada de redencionismos, se trata, dice el autor, de la relación entre el progreso verdadero de la sociedad y la izquierda. ¿Querrá decir Edwards que la función de la izquierda es hacer revoluciones?

Muchas revoluciones se realizaron en el s. XX, y en lo que va de éste, con la finalidad de redimir al pobre, al campesino, al indígena, al obrero. La primer fue la nuestra bajo el lema del sufragio efectivo y la no reelección. Ella es un buen ejemplo del fracaso, o al menos de la insuficiencia de las revoluciones. “Lo mejor que se puede hacer con una revolución, es liquidarla, como hizo Madero en Cd. Juárez; dejarla correr, fue lo que hizo Carranza por ambicioso e inepto”. (J.V.).  los pueblos sanos no han menester de revoluciones para consumar su desarrollo. Pero las revoluciones son un éxito cuando los ricos esperan ser más ricos y los pobres sueñan con dejar de serlo, decía Nietzsche. Y las injusticias que la inspiraron quedaron ilesas.  

El hombre está tentado a creer demasiado en sí mismo, “está enfermo de sí mismo”. En su origen la revolución mexicana no se puede catalogar de una revolución de izquierda, el calificativo es posterior. Fue la revolución bolchevique la que lo puso en boga el adjetivo. Ampliando el panorama y tiempo andando, la izquierda en el poder en diversos lugares del mundo tomó medidas drásticas, extremas, destinadas a llegar antes al desarrollo económico, a la equidad, a la justicia social, y esas medidas, en muchos casos, en virtud de complejos problemas de ingeniería social, en lugar de traer progresos tangibles, provocaron retrocesos lamentables y sangrientos, afirma Edwards.

Hay un dato de horror que no lo citaría si no fuera firme: “Incluso en vida de Lenin no hubo menos inocentes muertos entre la población civil que bajo Hitler; mientras a éste se la da el nombre del peor asesino de la humanidad a Lenin se le considera un bienhechor de la humanidad”. (El error de Occidente. A. Solzhenitsin). Sin contar los de Stalin.

La historia del s. XX lo demuestra trágicamente. Y es que las cosas no son tan simples: la izquierda trabaja a favor de los pobres, intenta superar los desniveles sociales, que la renta sea mejor distribuida, etc., etc., males todos estos que la derecha, simple y llanamente, ha provocado, tal parece ser la tesis. Se trata de una simplificación peligrosa. En primer lugar, porque la izquierda es múltiple no podemos manejarla unívocamente; la izquierda de los países nórdicos, la de Italia o España; en Chile, Argentina o Brasil, en Rusia o en China, en Cuba, etc., son cosas muy diferentes, y con muy diferentes resultados, que se resisten a ser encerradas en un mismo saco. Además, la derecha no es, tampoco, el mal hecho sistema, y en la medida en que favorezca sólo un enriquecimiento de minorías, sin escrúpulos y sin conciencia social, cava su propia tumba. Yo, en particular, no creo ni en derechas ni izquierdas, sino en buenos o malos gobiernos, gobiernos que no se engolosinan con el poder ni tratan de institucionalizarlo para perpetuarse. Los Castro o el chavismo; y entonces la corrupción cupular se hace monumental.

El tema es largo, dramático, y además ineludible. Si no se enfoca con seriedad, sin dogmatismos, se cae en la complacencia y hasta en la demagogia y la palabrería, dice Edwards. Narra este episodio del socialismo real. “El estalinismo de la Rusia de la década del treinta fue la expresión más descarnada y más terrible de todo este asunto. La colectivización forzada de las tierras ordenadas por Stalin se proponía mejorar la suerte de los campesinos, además de modernizar la agricultura, de ponerla al nivel de Europa occidental y de los Estados Unidos. Pero el resultado práctico fue una hambruna monumental. Ahora a través de testimonios auténticos, muy difíciles de rebatir, se sabe que miles de mujeres del campo ruso, desesperadas de hambre, devoraron a sus propios hijos. Parece inverosímil, pero las grandes crisis de la historia siempre tienen facetas inverosímiles, momentos en que se tocan los límites de la condición humana”.

Las cosas se pensaron mal de tal forma que no fue imposible, por lo complejo del momento, prever todas las consecuencias. Esto sucede con frecuencia y en todas partes, cuando los jefes se dejan llevar por optimismos imprudentes. ¿Pensó Calles que su capricho costaría un total de 250 mil vidas humanas más, de uno y de otro bando, sacrificadas inútilmente? Esto por poner un ejemplo; en Rusia o en China el número fue muchísimo mayor. En Rusia el comunismo es cosa del pasado y en China el péndulo se mueve cautelosamente en dirección opuesta a la revolución cultural que costó la vida a unos treinta millones de chinitos.

A la hora de intentar el juego escalofriante de organizar el futuro de un pueblo (para mí, es intento casi sacrílego), el sentido de responsabilidad y de humildad han de ser máximos. Si intento disponer de los fondos de pensiones o de Banxico o de Infonavit, ¿qué puede suceder? JoLoPo no pensó en las consecuencias de la nacionalización de la Banca porque se creía un ser predestinado, y hasta nos amonestó para que fuéramos aprendiendo a administrar la riqueza; el resultado es que hasta la fecha no hemos superado el trauma. Y hoy los números en la caída de PIB son los de esa época. Y la reversión resultó peor.

La unidad es necesaria. Si no hay unidad en torno a un proyecto de país de todas las fuerzas políticas de México, si las diferentes facciones no están para equilibrar, sino para desequilibrar, atendiendo sobre todo a los intereses de sus partidos, México no es viable. La responsabilidad es máxima, y cuando se ven ciertas actitudes, se antoja que la irresponsabilidad es máxima.

Se niega Edwards a conceder el mérito de la pujanza de la economía chilena a la derecha, cuando es más bien el resultado de la unión de democristianos, socialdemócratas y socialistas. En efecto, escribe Edwards en unas declaraciones recientes, Carlos Altamirano, jefe y hasta símbolo del socialismo de izquierda de los tiempos de Allende, declaró que el gobierno de R. Lagos había sido el mejor gobierno de centro-derecha de los últimos cien años en Chile. Esto no me convence. ¿Por qué tenemos que regalar a la derecha el éxito de una coalición formada por democratacristianos, socialdemócratas y socialistas? El éxito del gobierno de Lagos, por el contrario, fue el de la reflexión sobre los problemas de la izquierda del pasado, el de la aceptación del cambio, el de la renovación. Carlos Altamirano había declarado en la época de Allende que había que avanzar sin transar. Raúl Ampuero, conocido dirigente de su mismo partido, me dijo en la embajada chilena en Francia, por aquellos días, que se había confundido el lema de avanzar sin transar por el avanzar sin pensar.

Todos los mexicanos estamos llamados a una gran responsabilidad política, hoy. Nadie queremos que le ‘vaya mal al presidente’. Pero nadie queremos ver al presidente vendiendo boletos de la Lotería; la separación de los poderes es esencial para la República; el poder Judicial debe actuar de forma independiente y eficaz no por consultas. Igual el Legislativo, no debe ser un chalán del Ejecutivo. La percepción general es que todo apunta las elecciones intermedias. Una visión así hizo fracasar la anteriores “transformaciones”: Iturbide que se declara emperador, ayudado por Pío Marcha, malogrando la gran obra de la Independencia; luego aparece el fatídico Santa Anna, a quien el Benemérito desapareció del país; se libró del fusilamiento; Huerta frustra la revolución, Carranza busca imponer un sucesor y fue un error fatal. ¿Para qué hablamos de los fatídicos 20s?

Ahora, la situación no es de bonanza. El Banco de México prevé una contracción de hasta 12,8% este año. El PIB mexicano se desploma un 18,7% en el segundo trimestre del año, la mayor caída de su historia, pero junio experimenta un repunte de actividad. Bueno, si se toca fondo, hay un pequeño rebote, pero en el fondo. Avancemos pensando y no tranzando. De lo contrario es solo más de lo mismo.

Edwards concluye así: “Llevamos, en Chile, décadas de crecimiento sostenido. Pues bien, ya llegó, y llegó hace rato, el momento de compartirlo, de hacerlo un poco más justo”. Si no se piensa y se actúa así, el futuro no es seguro. Cierto, para administrar y distribuir la riqueza, primero hay que generarla. Lo contario, los populismos, son necesariamente fatales.