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Sab. 11,22-12,2; Sal. 144; 2Tes. 1,11-2,2; Lc. 19,1-10

 

Señor, amigo de la vida. (Sab. 1,6; 11,26). El tema de este domingo podría ser lo que nos dice el libro de la Sabiduría: «pero tú a todos perdonas, porque son tuyos….porque está en todas las cosas tú soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se arrepientan y crean en ti». El relato de Zaqueo es la ilustración plena de esta verdad. El hijo Único de Dios ha venido a buscar lo que estaba perdido, ha venido a revelar la paciencia y el amor misericordioso de Dios.

 

Sab. 11,22-12,2 – Amigo de los hombres – El autor narra la historia de la salvación y saca las consecuencias; pero no lo hace como sus predecesores, para conocer el futuro de su pueblo y explicar, así, su destino. Él, más bien, medita sobre esta historia, reflexiona sobre ella para penetrar más profundamente en el conocimiento de Dios. Cada vez que se detiene a reflexionar atribuye el proyecto de salvación, unas veces a la Sabiduría y otras a Dios, sin que el lector pueda distinguir claramente la diferencia. Menos de un siglo después el Nuevo Testamento, hablando de Cristo, sabiduría de Dios y palabra de salvación, dará un rostro único a la Sabiduría y a Dios.

 

Sal. 144 – Salmo alfabético. El artificio literario no estorba a la composición del himno, con invitaciones a la alabanza, y una serie descriptiva de la misericordia de Dios. vv. 1-2. La invitación comienza en primera persona singular, con marcadas repeticiones sonoras. v.8. Comienza el segundo tema, la misericordia, con la cita de una fórmula litúrgica clásica. El verso siguiente deja resonar el tema. vv. 10-12. Nueva invitación al himno: el solista invita a toda la creación, a todos los fieles. Domina el tema del reino de Dios. v.13b. Comienza la serie de enunciados, condicionados en parte por el artificio alfabético. Son participios que resumen el estilo de Dios, o adjetivos que lo cualifican. Tema común es la misericordia. v.14. Cada verso o medio verso es una variación del tema.

 

Transposición cristiana. Cristo viene a establecer el reino y a someterlo a su Padre: «Un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz».

 

2Tes. 1,11-2,2 – La asamblea de los justos –  1Tes. dejaba entrever que la primera generación cristiana asistiría al retorno de Cristo. Aún hoy, no faltan los profetas de desventuras, – sobre todo los fundamentalistas, también católicos -, que quieren fijar la fecha para el fin de los tiempos generando preocupación y confusión. Pero si, el fin del mundo es la reunión de los hombres en torno a Cristo, no hay motivo para angustiarse. Es, más bien, un motivo para darnos ánimos en nuestros esfuerzos de diálogo y de paz: Cristo realizará la promesa de unidad de todos los hombres, (un solo rebaño y un solo pastor), pero en el tiempo establecido por el Padre.

 

Lc. 19,1-10 – El fin de las discriminaciones – Zaqueo, avecindado en Jericó, la ciudad maldita, publicano, es más, jefe de publicanos de la ciudad, vive de la extorsión y de ganancias ilícitas; así se ha hecho rico, objeto del odio y el desprecio del pueblo, y por dos razones: una religiosa, por ser publicano y otra  por colaboracionista con el poder romano. Pero de este hombre Jesús hará un hijo de Abraham. ¿Podríamos nosotros adoptar a un joven delincuente? ¿Permitirle tomar parte en la vida y en los juegos de nuestros hijos? La adhesión a Cristo y a la nueva humanidad que él ha inaugurado exige minimizar todas las divisiones y discriminaciones. Jesús se sienta a la mesa con los pecadores; y alrededor de su mesa diversos rostros y culturas deben habituarse a convivir.

 

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Sabiduría 11,22-12,2

Existen expresiones muy afortunadas mediante las cuales, desde nuestro lenguaje, intentamos referirnos a Dios para comprenderlo. ¡Qué hermoso es poder entender a Dios como el amigo de la vida!, precisamente cuando nuestra existencia está avocada a la muerte y, peor aún, cuando vivimos inmersos en la cultura de muerte. En estos momentos en que las fuerzas del infierno están desatadas, y cuyo común denominador es la muerte, es reconfortante pensar en Dios, como en el Amigo de la vida. Nuestro Dios es un Dios de vivos, no es un Dios de muertos. Dios ama la vida, no la muerte. La muerte entró al mundo por envidia del diablo. La muerte entró también por el pecado del hombre. “Por el hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte”. (Rom. 5,12).

 

Se trata de uno de los grandes filones de la reflexión sapiencial de Israel. Dios no se complace en la muerte, Dios da y ama la vida.   Siendo la muerte el salario del pecado, Dios nos devuelve la vida cuando nos perdona el pecado. (Ver Rom.5). El perdón de Dios no es un simple borrón y cuenta nueva, no es un “aquí no pasó nada”; el pecado es una cosa seria, tan seria que hace reo de muerte a quien cae en él; por ello, cuando Dios  perdona nuestros pecados nos devuelve la vida. Las  expresión del N.T. “el perdón de los pecados” y  “dar la vida” son intercambiables, vienen a significar los mismo. Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva y un día, al final, Dios aniquilará el pecado y la muerte. Nuestro Dios es paciente y misericordioso. Dios es paciente porque es eterno (S. Agustín).

 

La omnipotencia de Dios es el fundamento de su misericordia; omnipotencia y misericordia de Dios fundan el gran complejo del orden de la creación y de la providencia especial sobre el hombre histórico y pecador. Este es el argumento positivo que desarrolla el autor en estos versos delicados y bellos que hemos leído hoy y que corresponden a la pregunta de por qué el Señor se mostraba tan moderado en el modo de castigar a los egipcios. La perícopa, pues, justifica e ilustra «el amor misericordioso de Dios» que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva, precisamente porque Dios ama la vida. 

 

Esta lectura tiene también una nota muy importante, es el universalismo; se habla de todas las creaturas, de todos los hombres, no se habla únicamente de un pueblo, sino de ese amor de Dios que abarca a la creación entera (cf. Sab. 11,15-21). Si él no las hubiera amado, las cosas no existirían. La creación misma revela por ello el amor de Dios. La muerte no está en su plan.   Aunque en su infinito poder él podría destruir y castigar terriblemente a los hombres, ha preferido la paciencia y el amor; el v. 16 de este texto nos dice, incluso, que las calamidades que nos sobrevienen sirven «para que aprendamos que en el pecado está el castigo». Es el hombre solo el que, pecando, se castiga a sí mismo. Pero Dios ha escogido pues el camino de la paciencia. “Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Se trata de una oportunidad, no de una debilidad”. Así tenemos que entender el tiempo, como oportunidad, como el tiempo de la paciencia, para que creamos nos arrepintamos, y como el tiempo de la gracia. Esta verdad se convierte en oración agradecida en el Salmo 144.

 

Conversión de Zaqueo.

Una vez más, Lucas nos pone ante una pieza maestra de su narrativa. “El arte de narrar a Jesucristo”, se titula un comentario reciente a Lc. Confluyen arte y doctrina. El relato está cortado a la perfección para transmitirnos una gran verdad: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abraham. Porque este Hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido. Es la síntesis de todo el evangelio.

 

a.- Una búsqueda recíproca.

Dos personajes se buscan, el uno al otro: Zaqueo, “publicano y jefe de publicanos”, quiere «ver», saber quién es Jesús y Jesús declara haber venido a buscar lo que estaba perdido, “publicanos y pecadores”. Zaqueo quiere ver a Jesús y elige los medios conforme a su condición: él es chaparro, lo sabe; esto le impide ver a Jesús, él va hacer todo lo que esté a su alcance para superar el obstáculo. En esto hay, ya, una lección: el que quier el fin, quiere los medios, decían los escolásticos. Sabemos de personas que consiguen lo que quieren; Zaqueo es de esas. No duda de trepar en un árbol para ver a aquél que busca.  Pero ya trepado en el sicomoro, no se dice que Zaqueo vea a Jesús, sino al revés: es Jesús el que levanta los ojos hacia él porque él también lo andaba buscando. Para buscar a Jesús, Zaqueo se había subido a un árbol; a la orden de Jesús baja inmediatamente, siempre dispuesto hacer lo que sea necesario, disponible a cualquier cambio que deba hacerse, para encontrar, lo más cercano esta vez, al que andaba buscando.

 

b.- ¿Quién es Jesús?

He aquí la pregunta que preocupa a Zaqueo. El ha oído hablar de Jesús y tiene que verlo necesariamente.  No solo lo verá sino que le hablará, y lo recibirá en su casa; le ofrecerá hospedaje y comida. Como Abraham, su padre, Zaqueo reconoce en su huésped la visita de Dios. Lo llama Señor y lo trata como tal. Él escuchará al que se declarará a la vez Hijo del hombre y Salvador. La espera de Zaqueo ha sido colmada más allá de lo que podría esperar.

 

c.- ¿Quién es Zaqueo?

Y por lo tanto se dirá que la verdadera cuestión no es la de saber quién es Jesús, sino quién es el hombre. Zaqueo quiere saber quién es Jesús, pero Jesús lo remite a él mismo. La primera palabra que él pronuncia es su nombre: Zaqueo; él lo llama a una acción inmediata, él lo envía nuevamente a su casa de donde había salido para buscarlo. Zaqueo que se esconde en el anonimato de la multitud, es sacado a plena luz en su estado de pecador público. Jesús no dice que todos aquellos que ven a Zaqueo como pecador estén equivocados. Para Jesús también Zaqueo es un pecador, porque son precisamente las gentes perdidas, como él, lo que Jesús ha venido a buscar. Buscar y salvar porque, en definitiva, Zaqueo se convertirá en un hijo verdadero de Abraham.

 

d.- La conversión de un hombre adinerado.

Aquí tenemos a Zaqueo que solemnemente, de pie, hace ante Jesús la declaración, (¿de bienes?), de su conversión: No se trata de una bella declaración de principios, si no más bien, de una declaración de impuestos. Zaqueo sigue siendo un hombre de dinero en el centro mismo de su conversión: El no se fía de palabras, si no de números. Sus palabras son de porcentajes. El cambio, la conversión, no es un asunto de sentimientos, sino de monedas: cambia el corazón y el dinero cambia de manos. Pronuncia con un mismo movimiento un doble juicio, lo que robó y lo que restituye, juicio sobre el pasado y sobre el futuro reunido en un momento, en la hora de la conversión, de la salvación.

 

La Salvación.

«Ahora ha llegado la salvación a está casa». Es la salvación en persona la que entra a la casa de Zaqueo, Jesús el salvador. Cierto, la salvación para Zaqueo, pero, como consecuencia, la salvación para los pobres, para aquellos que habían sido despojados. Zaqueo buscaba ver a Jesús; la acción de Jesús consiste, solo, en abrirle los ojos a las necesidades de los demás; remitiéndolo a sí mismo, en realidad lo remite a sus hermanos, ha aquellos que, como él, tienen necesidad de ser salvados. (Roland Meynet. L´Evangile Selon Saint Luc.)

 

Esquema para una homilía:

1.- Zaqueo ha oído y «quiere ver», quiere saber quién es Jesús.

2.- Pone los medios y está dispuesto a cualquier cosa.

3.- Tú no lo buscarías si él no te hubiera encontrado ya (San Agustín).

4.- Jesús hace lo que tiene que hacer: remite a Zaqueo a su propio interior. San Agustín declara en sus confesiones que él estaba loco: te buscaba fuera de mí, en lo exterior; y tú estabas dentro de mí. Hay que volver a nosotros mismos, Dios está adentro de nosotros mismos y nosotros lo andamos buscando fuera de nosotros.

5.- EL texto no nos dice que Zaqueo haya dejado de ser un recaudador de impuestos. Lo que nos dice es que mediante su conversión él da la mitad de sus bienes a los pobres y ha los que había defraudado les devolverá cuatro veces. Seguirá siendo un recaudador de impuestos, pero con otra mentalidad, con otra actitud. Jesús lo ha hecho descubrir a sus hermanos, la conversión no puede agotarse sobre si misma siempre nos llevará al hermano.

 

Por último, hay que  notar que estas parábolas de la misericordia, que son las más importantes, son en el fondo una defensa de la política del Reino que Jesús ha venido a instaurar a la tierra. Es dirigida, como en el caso de la oración del fariseo y el publicano, a aquellos que no comprenden la misericordia de Dios. Jesús les dice: así es Dios, así actúa porque él es amor. Como actúa Jesús, así actúa Dios. ¡Qué  extraño que nos resulte difícil comprender la misericordia de Dios!


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Un minuto con el Evangelio

Marko I. Rupnik, SJ

 

Jericó en hebreo significa «luna». El ciego de Jericó simboliza, pues, que el hombre no es la fuente de la luz, no es el sol, sino la luna que recibe la luz. Cristo es el sol de justica que sana y salva. Zaqueo era un publicano, un pecador reconocido como tal. En su pequeña estatura encontramos de nuevo la imagen de la insuficiencia del hombre, pero su deseo de ver a Cristo es muy fuerte. Como el ciego que grita más alto cuando la muchedumbre trata de hacerlo callar, así Zaqueo corre delante de la muchedumbre y se sube a un árbol para ver a Cristo. Cuando Cristo llega, debe mirar hacia arriba para ver al pequeño Zaqueo. Cristo-Dios se hace pequeño para entrar en casa de los pecadores. La salvación se da aquellos que la desean admitiendo su insuficiencia. En cambio, quien se encierra en sí mismo y desde su insuficiencia crea autosuficiencia se queda solo.