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Sin tremendismos, no cabe duda nos movemos en un círculo apretado de crisis de todo orden. El mal, el desorden, lo feo aparecen con una evidencia hiriente que se antojaría definitiva.  No es raro que un pueblo, una cultura e, incluso una civilización, pierdan el rumbo y se encaminen a la destrucción. La historia lo atestigua claramente.

No podemos ser ingenuos. El Apocalipsis (Ap.) es una profecía “de lo que va a suceder pronto” (22,7). Me ha impresionado siempre la sección del este Libro donde aparece la caballería infernal, (6,1-8). Uno de esos “caballos” era “un alazán y al jinete le dieron poder para quitar la paz a la tierra y hacer que los hombres se degüellen unos a otros”, (,3-4). ¡Once ejecutados el pasado fin de semana! Más los que se acumulen en la semana. Cantidad y forma son lo más parecido a lo demoníaco. Pero como noticia pasan porque vienen otras ‘iguales’ pero frescas. ¡Qué impresionante el mal! ¡Y qué misterio!

El País en su editorial, este lunes, presenta la situación de Siria luego de ocho años de guerra, guerra sostenida en Siria por las potencias extrajeras y la obsesión, el afán de poder, la suprema estupidez del mandatario local; habla de unos 300 mil murtos en ocho años; olvídese de heridos, desaparecidos y desplazados en un país de 30 millones de habitantes. Y yo ‘medio pensaba’: esa cantidad de muertos se me ‘afigura’ que México la completa en dos sexenios y lo que va de éste y sin estar en guerra. Otro “jinete”, que montaba un caballo amarillento, era la muerte, “le dieron potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con la espada, el hambre, las epidemias y con fieras salvajes”. «El abismo lo seguía» (6,8). El abismo es lugar de no se vuelve jamás.

En este piélago de incertidumbre, ¿dónde está Dios? ¿Qué nos dice?  La respuesta no es halagüeña y el camino, tal vez, no nos parezca el más apropiado. En el fondo se trata de dar respuesta al problema de la historia; y la historia también es mi historia. “Es imprescindible al hombre de nuestros días ahondar en nuevas reflexiones sobre la naturaleza de la historia. Se trata de su propia historia y da la impresión de que se le va escabullendo”, afirma Heinrich Schlier. La naturaleza histórica de nuestra era no se agota definiéndola como la historia de la “era nuclear”, hay que decir que es la era de la deshumanización y desvalorización de la vida, de la cultura de la muerte. La tecnología y la ciencia, que son su orgullo, no están precisamente – ni exclusivamente – al servicio de la vida.

Los esquemas de inteligibilidad cristiana de la historia están contenidos en al Ap. “Ateniéndonos a él, afirma Schlier, la revelación de la historia es horripilante. El Vidente ve que la historia, considerada en su totalidad a partir de su espíritu más íntimo, se opone con todas sus fuerzas a que Jesucristo, y en él al amor de Dios, salgan victoriosos, se ve una historia que, bajo destinos y catástrofes terribles, va construyendo, poniendo como base su abismo, un reino político y espiritual contrario al Reino de Dios y de Cristo”. Tal es el misterio terrible de la historia. 

Se trabaja con una simbología compleja. Los jinetes cabalgan triunfantes, ellos representan la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte, y recorren la tierra; luego, más adelante, aparece otro símbolo: la “caballería infernal” desatada para “matar a la tercera parte de la humanidad”, lo desconcertante es que estos ángeles de la destrucción ¡tienen permiso para realizar su tarea terrible! (9,13-21). “Les dieron potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada, hambre y epidemias y con fieras salvajes”. Se trata de las fuerzas del mal desatadas y actuantes que se mueven al interno de la historia; el creyente tiene que contar con esta realidad. Se trata de hechos «que tienen que suceder» (1,1.19).

El poder político, que se absolutiza y se hace adorar, intenta suplantar a Dios dictando las formas de convivencia de los hombres, y es representado por la Primera Bestia, que recibe “poder, trono y una autoridad muy grande”; ésta tiene a su servicio otra Bestia, la segunda, capaz de engañar y realizar signos prodigiosos y que logra seducir a gran parte de la humanidad y que todos adoren a la primera Bestia, es la propaganda, es el “falso profeta” que apoya a la primera Bestia. Hitler sin Goebels, es impensable. Ambos terminaron en la peor forma imaginable. ¿Qué diremos hoy? Los magnates, de la tierra y los comerciantes que rindan homenaje a la Bestia serán los únicos que podrán hacer negocios. ”Solo los que tenían la marca de la Bestia, podía hacer negocio”, (13,16-17). ¡Ufff! ¡Nada nuevo bajo el sol, pues! Es el mal que hace alianzas, se hace compacto y tiene una enorme capacidad de acción y tiene períodos de especial virulencia. De esta forma la historia se torna ininteligible, «es un libro sellado con siete sellos» que nadie, ni en el cielo, ni la tierra ni en los infiernos podrá abrir ni siquiera examinar. La historia es ese libro absolutamente sellado y se convierte en misterio insoluble, así lo reconoce Tácito. La perspectiva, pues, no es halagüeña. ¿Hay algo nuevo? ¿Y cuál sería esta novedad? Pero, sobre todo, ¿qué solución nos queda?

La solución tal vez no nos parezca buena. La tesis del Ap. es que Jesucristo es el único que puede descifrar el sentido de la historia, no hay ni hombre, ni héroe, ni ángel, ni demonio capaz de hacer hablar la historia. Sólo Jesucristo, vencedor de la muerte y del mal en sus propias raíces, es capaz de “botar los sellos y abrir el libro”, sólo él es el que descifra el misterio de la historia. Esto queda de manifiesto en el hecho de que el mal, según el Ap., actúa siempre con “un permiso de tiempo limitado”. Un sexenio, medio, dos, qué sé yo; es un tiempo limitado en cualquier forma. Por ello el creyente es invitado a correr el riesgo de la confianza. Y de la paciencia. Esto será posible solo avivando el sentido de Dios; no podrá hacerse ideas fáciles y románticas sobre los acontecimientos; sólo dejándose arrastrar por el Espíritu de la verdad comprenderá el sentido de su existencia, de la existencia de los demás y el significado de los hechos con que se va enfrentando y colocarse, así, cristianamente en la historia para hacer las opciones operativas acertadas.

Por ello resulta desconcertante que “los sobrevivientes del desastre tampoco se arrepintieron, no renunciaron a la idolatría ni a rendir culto a los demonios; no se arrepintieron, tampoco, de sus homicidios, ni sus maleficios, ni de su lujuria, ni de sus robos” (9, 20-21). Podemos decir que esta visión de la historia es la visión de su esencia; sin ella, no es más que el relato documentado de la estupidez humana y sin esperanza de redención. O como decía Nietzsche, “la historia es un gran almacén de disfraces”. ¿De qué estamos disfrazados hoy?

Decía S. Agustín: “¡Los tiempos son malos! ¡Los tiempos que corren son fastidiosos! Esto dicen los humanos. Pero nosotros somos nuestro tiempo. Vivamos bien y nuestro tiempo será bueno. Como nosotros seamos así será nuestro tiempo”. Y añade: “La ciudad son los ciudadanos no las paredes”. No podemos creer que el mal esté solo fuera de nosotros, en definitiva, nosotros lo hacemos. De allí que el llamado a la conversión sea esencial en el cristianismo.

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“La Columna” trató esta semana un tema de gran interés social: “La pésima costumbre es también una mala educación y raya en una ilegalidad cotidiana flagrante que provoca mal humor social, pleitos, accidentes y hasta muertes que no debieron ocurrir.

Sorprendente que Vialidad haya decidido recuperar las calles y las banquetas ocupadas por vehículos que son estacionados ahí, no por algún momento, sino por horas, por días, por meses, años… y hasta por siempre, casos de ‘yonques’ abandonados en plenas vías públicas”, sin excepción. “Esa práctica abusiva no es propia de Anapra, … No. Igual en el Centro en la Hidalgo, «Córdova Américas», (allí me muevo yo), … Rincones, Campestre y … Campos Elíseos.

 Priva la inconciencia de muchos ciudadanos que ignoran que las calles no son estacionamiento. Sus cocheras (en el caso de que las tengan, son  la minoría) son usadas para cualquier …, etc”. Y la ingrata costumbre de colocarse “en batería” invadiendo un carril .. y la calle. Bien por vialidad”. El éxito de un periódico está en reflejar su ciudad. (Haerst III).

En realidad, da la impresión de que los vehículos ya no caben en la ciudad lo cual amerita un estudio a fondo. Felicidades.

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“La Carta Magna dice cuál es el período de mandato del Ejecutivo …. Pero vamoj – (pausa) – a modificarla”. El Benemérito no hizo tal. Y en un momento de “videant Cónsules”, sostuvo la República y su Poderes en sus hombros.